España en la historia

Identidad y misión

 Bienvenido Gazapo Andrade

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7. La ruptura de Europa y los “errores” de España

El problema más determinante de la modernidad fue la ruptura de la Cristiandad europea occidental con la crisis luterana. Algunas causas de esta ruptura fueron:

  • El desprestigio del Papado, que como autoridad espiritual para toda Europa venía arrastrándose desde el Cisma de Occidente (1378-1418) en que la Cristiandad occidental se vio gobernada espiritualmente por dos o tres Papas simultáneamente, que se habían implicado demasiado y de forma indebida en los intereses políticos del momento.
  • La corrupción de costumbres dentro y fuera de la jerarquía de la Iglesia.
  • La situación de aversión contra la Iglesia romana (el Papa) por parte de grandes sectores del mundo alemán.
Lutero y la ruptura de Europa
Lutero rompió con la Iglesia de Roma (1521), predicando sus propias doctrinas teológicas, pero las consecuencias sociales y políticas fueron trágicas para Europa.

Lutero rompió con la Iglesia de Roma (1521), predicando sus propias doctrinas teológicas, pero las consecuencias sociales y políticas fueron trágicas para Europa. Podríamos resumirlas en dos:

  1. Desaparición del liderazgo espiritual del Papa y aparición de las iglesias “nacionales”, con los inmensos conflictos sociales y políticos que acarrearían (Lutero había favorecido en la práctica el eslogan, peligroso en extremo, cuius regio, eius religio). Gran Bretaña fue un ejemplo (anglicanismo).
  2. Relativismo sobre la verdad y la fundamentación del bien: ¿Dónde está la verdad desde ahora?: ¿en el Papa, en Lutero, en Calvino, en Enrique VIII? ¿Cómo fundamentar desde entonces el poder del Estado, si no existe una verdad única para todos?: ¿en la habilidad del príncipe?, ¿en pactos sociales y políticos?

El mundo católico asumió su reforma (la mal llamada Contrarreforma), no sólo en Trento, sino mucho antes en la pléyade de santos de todos conocidos, la mayoría españoles: Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Pedro de Alcántara, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz (Nota 1). Escribe Menéndez Pelayo al respecto:

“San Ignacio es la personificación más viva del espíritu español en su edad de oro. Ningún caudillo, ningún sabio, influyó tan portentosamente en el mundo. Si media Europa no os protestante, débelo en gran manera a la Compañía de Jesús" (Nota 2).

Pero Europa se rompió para siempre.

¿Y España? La política matrimonial seguida por los Reyes Católicos abrió el siglo de mayor esplendor de España en Europa. El matrimonio de Juana de Castilla con Felipe el Hermoso de Habsburgo hizo que Carlos, hijo de ambos se encontrara con una fabulosa herencia, pues heredó por parte de su madre el gigantesco imperio americano, el reino de España y el imperio mediterráneo aragonés. Por parte de su padre, heredó las posesiones de Borgoña, Países Bajos y sobre todo el título imperial, depositado en la casa de Habsburgo.

Si Carlos no hubiera sido más que Rey de España, las cosas hubieran sido distintas, pero Carlos era emperador de Alemania, católico y defensor de la doctrina católica defendida por Roma. Tuvo que hacer frente a muchas guerras contra los príncipes luteranos alemanes, deseosos de independizarse del poder del Emperador. Pero Carlos tuvo instinto político y entendió que en el Imperio había que respetar al menos las diversas tendencias religiosas que habían aparecido. Al final de su vida, abdicó su derecho al Imperio a favor de su hermano Fernando I.

Pero Felipe II no coincidía con su padre en este tema, a juzgar por la política seguida. Y aquí comienza el drama de España: sola contra todos… heroica y quijotesca, se cerró en sí misma, optando por una actuación beligerante, no teniendo equilibrio suficiente para considerar la realidad en todas sus dimensiones (Nota 3). Julián Marías, a quien sigo, afirma que se cometieron varios errores, si se me permite hacer esta afirmación:

  1. El establecimiento de la Inquisición y la expulsión de los judíos y moriscos, pretendiendo hacer legal lo que hubiera sido ideal. Se intentó imponer en lugar de proponer.
  2. Confundir (esto es muy español) la fe religiosa auténtica, identificando el verdadero cristianismo con las prácticas y usos de los “cristianos viejos” (los de siempre) frente a los “cristianos nuevos”. Esta actitud creó problemas a nuestra santa Teresa de Jesús o a san Juan de Avila (Nota 4). En nuestros días se pueden poner cientos de ejemplos: “carcas”, “reaccionarios”, “retrógrados”, “conservador”, “nostálgico”, frente a “progre”, “renovador”, “avanzado”…
  3. Replegarse y encogerse ante los nuevos derroteros que había asumido Europa.

Todo esto coincide con nuestro Siglo de Oro cultural, que, sin pretender idealizarlo, muestra una gran riqueza espiritual, pero España se estaba agotando social y económicamente en guerras y aventuras exteriores. La miseria abunda en nuestras gentes (no hay más que prestar atención a nuestra novela picaresca). A mediados del XVII aparecen los primeros síntomas de problemas graves (desde 1640 comienza la disgregación de España: sublevaciones de Portugal, Cataluña, Andalucía) y en el orden internacional, el fracaso de Westfalia (1648).

España en la historia
Rocroi. El último tercio. Ferrer-Dalmau.

Cervantes y Quevedo, atisbaron este drama. El primero de ellos (1547-1616), genial, se adelanta a los hechos con sus intuiciones que nos las cuenta en El Quijote, que es todo menos una novela de aventuras. Plasma en él la lucha del hombre que impulsado por ideales generosos choca desgraciadamente con la realidad de la incomprensión grosera y de las burlas crueles de los que ignoran la grandeza interior del protagonista, recibiendo fracasos por toda recompensa. Cervantes está marcando la tragedia suya personal y la de España en la decadencia. Su optimismo es invencible: sigue creyendo en los valores del espíritu, a pesar de los fracasos. De ahí la grandeza universal de esta obra.

Quevedo (1580-1645) tiene un soneto inolvidable, sobrecogedor y desde luego, menos optimista:

Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.

Salíme al campo: vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.

Entré en mi casa: vi que amancillada
de anciana habitación era despojos,
mi báculo más corvo y menos fuerte.

Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.

NOTAS


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1.- No olvidamos a santos de otras nacionalidades: Tomás Moro y Juan Fisher, mártires en Inglaterra; Angela de Mérici, Carlos Borromeo, Cayetano de Thienne, Luis Gonzaga, Felipe Neri, Pedro Fabro, en Italia; Estanislao de Kostka, en Polonia; Juan de Dios, en Portugal; los mártires de Japón.

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2.- Historia de los Heterodoxos…, V, p. 395.

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3.- J. Marías, España inteligible, p. 245 ss.

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4.- El abuelo de santa Teresa, Juan Sánchez de Toledo, “el toledano”, fue un judío converso que vivía en esa ciudad castellana con su mujer, Inés de Cepeda de Santa Catalina, prima suya, también conversa de Tordesillas. Se convirtió al catolicismo, pero pasado un tiempo volvió al judaísmo. San Juan de Ávila nació en una familia cristiana, pero tenía ascendencia judía por parte de su padre, lo que lo calificaba como "cristiano nuevo" o converso. A estos se les denominaba despectivamente “marranos”.

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