España en la historia
Identidad y misión
Bienvenido Gazapo Andrade
Reflexión final
Me permito hacer cuatro afirmaciones muy personales:
1ª. Una grave propuesta del “progresismo” actual es el de privar de sustantividad a cada época, concibiéndola como algo despersonalizado, destinado exclusivamente a preparar la siguiente, convirtiendo así al hombre y a su acción en puro proceso. Es como si afirmáramos que las etapas de nuestras vidas con sus vivencias (infancia, pubertad, adolescencia, primera juventud, madurez, etc.) no tienen en sí mismas entidad suficiente como para ir conformando nuestra realidad personal actual; como si fueran etapas que hay que pasar mecánicamente, sin más.
Pero, como escribe el profesor Luis Suárez:
«La Historia […] en cuanto forma del saber que se refiere a la presencia del ser humano en el tiempo es una especie de maestra de la vida. Aunque parte siempre de una muy especial preocupación por los problemas del presente […] trata de remontarse a fin de descubrir cómo las cosas fueron o llegaron a ser. De este modo se va construyendo una conciencia, que tiene en cuenta todos los datos, buenos y malos, sin formular juicios, tratando de aprender tanto de los aciertos como de los errores que hayan podido cometerse […]. De este modo es posible ir construyendo el futuro desde una experiencia firme, fundando sobre este patrimonio el progreso». (Nota 1)
2ª. Un grave error del progresismo laicista o ateo: su «esperanza respecto a que la desaparición de atavismos y supersticiones haya puesto al mundo rumbo a una tranquilidad perpetua» (Nota 2). Pero esa esperanza es vana: Sabemos que el progreso moral no es paralelo ni necesariamente semejante al científico técnico; es más, sabemos que existen retrocesos (el mundo actual está lleno de ejemplos: muchos hombres y mujeres africanos viven peor que hace cincuenta años; las minorías étnicas chinas están ahora peor en cuanto a derecho humanos que hace setenta años. España está más embrutecida moralmente que hace cien años (aborto, eutanasia, pornografía, etc.).
¿Por qué ese deseo de desterrar el pasado? Interesa, pues, al progresismo ateo hacer una selección y podar la conciencia del pasado, sustituyéndola por “memoria” selectiva del pasado:
«La memoria trata de hacer una selección, apartando lo que, a su juicio, no conduce a esta forma única de progreso que es el materialismo. De este modo puede disponerse de una especie de programa al que es necesario sujetarse para conseguir la meta […]. Una selección previa que condena una parte de estos actos al olvido o, todavía más grave, a la descalificación, no puede ser correctamente calificada de memoria histórica; es en todo caso, memoria política». (Nota 3)
3ª. Hay, a mi parecer, una intencionalidad en este proceso de amnesia selectiva que se viene arrastrando desde mediados del siglo XIX (lean el "Brindis del Retiro" que pronunció un joven superdotado, Menéndez Pelayo, en 1881 -tenía 25 años-): Borrar la identificación cristiana de España.
Pero esta realidad, el cristianismo vivido personal y socialmente, fue la que hizo que España se afirmara durante los mejores siglos de su historia, saliendo de sí misma, sin convertirse en una rancia estancia eclesiástica. Pero desde mediados del siglo XVIII, España volvió sus ojos a Europa (unas veces con acierto, otras desacertadamente) y abandonó su proyecto. No es justo negar su historia.
4ª. Nuestra tarea: Evitar esta deriva desde nuestra propia actividad.
«Cada generación recibe de las anteriores un patrimonio. Con independencia de que le guste o no, es la herencia que se le entrega y desde ella, está obligada a trabajar, como hace la persona individual concreta con los bienes recibidos. Hay un gran riesgo en el aferrarse al pasado, pero es mucho mayor cuando se pretende destruirlo como si no hubiera existido» (Nota 4).
Y en ese pasado, la fe católica (incluyendo los errores de los hombres que la vivieron) ha sido motor de progreso y desarrollo de los derechos humanos, como no podía ser de otra forma. Y si no que se lo pregunten a los miles de franciscanos, dominicos, jesuitas, religiosos y religiosas anónimos y a los millones de hombres y mujeres, padres y madres de familia, campesinos humildes o notables ingenieros, que han construido nuestro pasado.
* * * *
Termino recordando a los más jóvenes las palabras que san Juan Pablo II pronunció dirigidas a Europa, en Santiago de Compostela, durante su primer viaje a España en 1982 (algunos de vosotros no habíais nacido):
«Te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los demás continentes… No te deprimas por la pérdida cuantitativa de tu grandeza en el mundo o por las crisis sociales y culturales que te afectan ahora. Tú puedes ser todavía faro de civilización».
Pero Europa (España) somos nosotros. Sois vosotros, sobre todo, los jóvenes, “centinelas de la mañana” (cf. Is 21,11-12)”, como os llamó san Juan Pablo II, que os advertía:
«En este amanecer del tercer milenio. A lo largo del siglo que termina, jóvenes como vosotros eran convocados en reuniones masivas para aprender a odiar, eran enviados para combatir los unos contra los otros. Los diversos mesianismos secularizados, que han intentado sustituir la esperanza cristiana, se han revelado después como verdaderos y propios infiernos». (Nota 5)
Es momento, pues, de ponerse en marcha y de construir el presente con los mejores elementos del pasado, viviendo la consigna paulina (“Examinadlo todo y quedaos con lo bueno” (1Tes 5, 21), porque además de centinelas de la mañana, sois, sobre todo, testigos de esperanza.
NOTAS
1.- Diario ABC (29.05.09).
2.- G. Will,Diario El Mundo (09.07.2009).
3.- L. Suárez, art. cit (29.05.09).
4.- L. Suárez, art. cit. (29.05.09)
5.- Discurso en Tor Vergata (Agosto 2000).




