¿Hispanidad o "hispanchidad"?
Luis Antequera aborda 5 mitos de la nueva leyenda negra
José María Carrera Hurtador
Religión en Libertad. 12.10.2025
En los últimos meses, las redes sociales, podcast o incluso medios como ABC han presenciado una polémica que ha pervivido hasta la misma celebración de este 12 de octubre. Bajo el rótulo de “hispanidad e hispanchidad”, el debate enfrenta dos posturas antitéticas. Entre los detonantes de la misma, es crucial que Madrid haya superado el millón de inmigrantes de origen hispano. Para escritores como Marcelo Gullo, esta sería una inmigración “necesaria para que España siga siendo España y no pierda su ser” frente a otra de corte islámico que la abocaría a desaparecer, según escribe en su reciente libro, Lepanto. Cuando España salvó a Europa. En las antípodas, se encuentran quienes consideran que, de hecho, la inmigración hispana sería más nociva que la islámica, por fomentar de forma menos evidente, dicen, un “globalismo”, “sustitución étnica” y “gran remplazo” racial.
Lo que parecía un debate limitado a la cuestión migratoria dio pronto el salto a la identitaria y, por último, al terreno histórico de la leyenda rosa y la leyenda negra, en las que ambas posturas corren el riesgo de terminar incurriendo, de una forma u otra.
Con el objetivo de dar con una respuesta anclada en la tradición e identidad hispánicas, el divulgador, abogado y economista Luis Antequera abre a Religión en Libertad las puertas de su hogar en vísperas del día de la Hispanidad.
El hispanismo, en su mejor momento
La suya es una voz especialmente autorizada si se busca un análisis histórico guiado por una cosmovisión cristiana ajena a posturas woke o heterodoxas.
A sus cientos de artículos publicados en su blog de Religión en Libertadse agrega una amplia experiencia divulgativa: amén de ser uno de los “primeros espadas” de la asociación cultural Héroes de Cavite frente a la leyenda negra, ha dedicado buena parte de su vida a investigaciones históricas que han culminado en obras como Historia desconocida del Descubrimiento de América, en miles de artículos publicados o en una agenda frenética de ponencias y apariciones en medios.
Sin embargo, observa que, de todos los años que ha dedicado a la investigación de la historia de España y la hispanidad, los últimos cinco han sido determinantes para un presente “pletórico, esperanzador e inimaginable”.
Tanto es así que, hasta no hace mucho, no se planteaba la actual “pléyade” de historiadores, intelectuales y escritores “dando la cara por la corriente hispanista y ofreciendo los mejores criterios y argumentos”.
“El hispanismo está en su mejor momento”, celebra.
Reunificación e identidad hispana
Pero como en toda corriente que llega a momentos críticos de expansión, del hispanismo también parecen surgir planteamientos paralelos o derivados de su objetivo inicial, como era rescatar la historia de la leyenda negra. En este sentido, hoy no es raro ver esta diversificación en organizaciones que aspiran a una mayor o menor integración de países hispanos.
También se aprecia en visiones que, a raíz del debate migratorio, aseguran que la hermandad entre la España peninsular y la indiana no fue tan intensa como divulga el nuevo hispanismo.
Preguntado por planteamientos como el de la reunificación, admite no desmarcarse por completo, si bien no los considera fáciles.
“Los gobiernos de los países hispánicos son muy diferentes, son pocos desde el punto de vista político, también lo son los acuerdos que se pueden alcanzar entre unos y otros, hay una dispersión enorme y pocos puntos de encuentro”, opina el divulgador, convencido de que, en todo caso, los pasos deberían ser “a largo plazo”. En su lugar, prefiere centrarse en proyectos más realizables en el corto plazo, como pueden ser “potenciar el mutuo entendimiento” a través de cumbres hispanoamericanas o, incluso, empezar por un mejor entendimiento entre españoles y portugueses.
Preguntado por la hispanidad y la actual relación entre los pueblos que la integraron, remarca que son muchos los aspectos comunes y de unión. Desde tres siglos de historia y cultura o 600 millones de hispanohablantes a, especialmente, una fe que “lleva directamente al conocimiento de Dios y a una forma particular de ver el mundo”.
Entre la inmigración hispana y africana
Entre las derivadas que estos aspectos podrían tener en el debate migratorio, habla de un problema demográfico precedente que, en lugar de haberse abordado a tiempo “fomentando la maternidad y la natalidad y protegiendo la familia”, la urgencia actual obliga según él a hacerlo en el corto plazo desde la inmigración.
Para Antequera, los rescoldos de la hispanidad vuelven a ser la respuesta.
“España tiene una unión profunda, sentimental e histórica con los pueblos de Hispanoamérica que hace que [sus habitantes], de una manera lógica, opten por venir a España. Y es lógico que los españoles acojamos con especial cariño a aquellos con quienes tenemos tantas cosas en común.”, comenta.
Si la inmigración fuese la única salida, se muestra convencido de que la hispana ofrece marcadas diferencias con aquella que procede de países norteafricanos de mayoría islámica.
Equipararlas sería, en su opinión, “un completo disparate”, aunque solo fuese por un “importante esfuerzo de adaptación a la cultura europea que no siempre se consigue”.
El hispanismo, ¿una forma de globalismo?
La postura descrita por Antequera es la misma que, en el caso de Gullo, le ha valido la acusación de ser una forma particular de “globalista” partidario de una hipotética apertura de fronteras al inmigrante hispano.
Pero, ¿es exactamente así? Antequera no pretende hablar por nadie más que por sí mismo cuando remarca que, como hispanista, la “unidad política” no es hoy por hoy su objetivo.
“No considero que el hispanismo sea para nada una forma de globalismo. Las fronteras están bien en estos momentos, cada una en su lugar. Yo creo que cada país tiene que tener su gobierno, lo que tenemos que hacer es entendernos mejor y querernos más”, remarca.
El mestizaje, "el mayor logro del entendimiento humano"
A raíz de unos planteamientos reunificacionistas y migratorios que en el hispanismo no son exclusivos, las críticas han trascendido hasta tocar de lleno uno de los elementos más identitarios de la hispanidad como lo fue el mestizaje.
Para Antequera, el mestizaje hispánico sería “el mayor logro del entendimiento humano”, pues consiste en una forma de unión que trasciende la mera conversación, entendimiento o incluso proyectos comunes. “Es entonces cuando se fusionan, tienen familias y se da lugar a una nueva raza, y eso es lo que ocurre en América”, explica. Una visión del mestizaje que, sin embargo, es negada por los críticos con el hispanismo, uno de los puntos centrales de la última polémica y centro de las respuestas que dedica Antequera.
1º “El mestizaje no era algo querido”
Las críticas a la corriente hispanista representada por Gullo o Antequera, entre otros, afirmarían, en este caso, que el mestizaje nunca se habría encontrado entre los deseos de figuras como la de Isabel la Católica.
Sin embargo, según Antequera, algunas de las sentencias más icónicas al respecto no dan lugar a dudas sobre la postura de la reina. Es el caso de la instrucción dada a Nicolás de Ovando en 1503, ordenando promover y fomentar los matrimonios entre españoles e indígenas, que dice: “Procure que algunos cristianos se casen con algunas mujeres indias y las mujeres cristianas con algunos indios”.
Una sentencia que según Antequera zanja por si dola el debate. “Si algo caracteriza los tres siglos de oro de la historia española pentacontinental, es el mestizaje. Y si el mestizaje hispano-indígena no llegó más lejos es porque no pudo”, comenta.
Hablando de cifras, reporta que el mestizaje que tuvo lugar fue especialmente destacado si se tiene en cuenta el número de españoles que fueron a América: si fueron 1.500 en el segundo viaje de Colón, la cifra -sobre la que se puede especular- total de españoles que fueron a América en los tres siglos de presencia española fue en torno a los dos millones.
“Con dos millones de españoles se hace la labor de mestizaje que se puede hacer. Y por eso, gracias a Dios, hoy vamos a América y seguimos viendo que los rasgos no son como los que tenemos aquí, sino diferentes y diferenciados, pero producto de ese mestizaje que se quiso hacer, que en ningún momento se rechazó y que llegó tan lejos como pudo llegar”, subraya.
2º “El mestizaje no fue fruto del matrimonio”
Respecto al mestizaje, no solo se dice que los matrimonios mixtos fueron escasos, sino que buena parte de los mestizos de primera generación eran, en su mayoría, fruto de relaciones ilegítimas extramatrimoniales.
Algo que Antequera considera completamente cuestionable. Citando a Hugh Thomas, reconocido historiador británico fallecido en 2017, en torno al 60% de los españoles que se encontraban en América a principios del siglo XVI estaban casados con mujeres indígenas.
Si ese fue el deseo mostrado en reiteradas ocasiones por Isabel la Católica, Antequera remarca que sería especialmente Fernando el que lo vería realizado de forma definitiva. "Muestra de ello son las Leyes de Burgos que él mismo emite en 1512, y sobre todo, las de 1514, específicamente dedicadas al matrimonio mixto entre españoles e indígenas"
“Se produjo una fusión a todos los niveles que no solo no fue castigada en ningún momento, sino que fue muy deseada. Y es lógico que fuese así, porque España no llevó a América un proyecto de explotación, sino de exploración: se conoció el interior de los territorios, a las personas que los poblaban, se entró en contacto con ellos, se evangelizó y, especialmente, se quiso crear una nueva España en esos territorios. Recrear España en América. Eso no lo podrían haber hecho solos los españoles. Para ese proyecto necesitaban de los indígenas”, explica.
3º “La relación de España y América no era de igual a igual”
Otro de los aspectos del discurso hispanista que más han sido cuestionados es el de la relación entre España y América, afirmándose que los virreinatos se encontraban sujetos a la metrópoli bajo una condición de subordinación y no de igualdad real.
Un argumento que considera “rebuscado”, pues la institución del virreinato surge en la Corona de Aragón, más descentralizada que la de Castilla, y más tarde esta la trasplantó a América.
“Si se hubiese querido hacer algo diferente o establecer un tipo de discriminación con aquellos ciudadanos [americanos] se habría creado una organización jurisdiccional distinta”, observa el escritor. Sin embargo, lo que ocurrió fue nuevamente un traslado institucional: “No se estableció ningún tipo de diferencia ni discriminación. Se hizo lo más parecido a lo que ya existía [en la península], lo que es muy económico y práctico: si ya salió bien en España y se quería españolizar, también debería funcionar en América”.
4º El hispano de hoy no es el del siglo XVI
Uno de los aspectos que observan los críticos con el modelo migratorio propuesto por hispanistas como Gullo es que la semejanza del inmigrante hispano con la población autóctona no sería tal: según estos, los inmigrantes hispanos no serían tan religiosos, ni tan españolizados ni tan adaptados culturalmente hablando como en la época virreinal. La pregunta es: ¿Por qué?
Antequera no ignora que la población hispanoamericana enfrenta en su propio suelo un proceso de “protestantización” y asimilación a la cultura anglosajona. Un proceso que no solo estaría mermando un catolicismo que, asegura, “todavía es mucho más acendrado, afectuoso y profundo que el que impera en España”, sino que también afectaría a otros aspectos como la lengua y la cultura.
Entre otros precedentes, Antequera menciona el caso de Filipinas, parte de España hasta que fue cedida a Estados Unidos tras perder la Guerra Hispano-Estadounidense en 1898.
Comenzó así cerca de medio siglo -1898 y 1946- de dominio estadounidense sobre las islas en los que su gran pretensión fue doble.
“Por un lado, eliminar el español como lengua de comunicación entre todos aquellos indígenas, lengua como lengua franca. Por otro lado, conseguir la conversión de aquel catolicismo en un nuevo protestantismo. Y lo primero, lo consiguieron", subraya Antequera.
Por el contrario no lograron eliminar la religión, lo que para él es una buena prueba de lo profundo de la evangelización española y de lo bien acogida que fue por los indígenas.
"Por otro lado, contrariamente a lo que muchos puedan pensar, España nunca se empeñó en imponer su lengua, ésta la fueron adoptando espontánea y voluntariamente los propios indígenas, un proceso que evidentemente, los colonizadores y evangelizadores españoles no combatieron y sí facilitaron
Estados Unidos, allí donde sucede a España, lo intenta todo. Otra cosa es que lo consiga. En Filipinas consiguió eliminar la lengua. Y en América lógicamente está haciendo cuánto puede por eliminar la cultura española”.
5º El hispanismo y Europa, ¿incompatible?
En último término, Antequera aborda otro de los grandes mitos del debate “hispanidad-hispanchidad”, como es el de un pretendido rechazo hispanista a la realidad de Europa per se.
De hecho, ambas posturas coinciden en que el hecho de que España sea protagonista del proceso de hispanización no debe hacer olvidar que España no solo forma parte de Europa, sino que “se la respeta y se la exige el mismo respeto”.
Según Antequera, y bajo este marco, la hispanidad de España no tiene por qué ir en detrimento de su europeidad o de las relaciones con los países europeos.
“Europa es Europa y es como es porque España es uno de sus componentes. Sin España, sería completamente distinta. La primera provincia romana de Europa es Hispania, antes que la Galia o antes que Inglaterra”, incide. En la interpretación del divulgador, lo que define históricamente a Europa, antaño la Cristiandad, es precisamente el cristianismo, y fue también a Hispania el primer viaje apostólico conocido.
“Europa no sería lo mismo sin España. España es Europa y Europa es España. Y el hecho de que España mire hacia Hispanoamérica, no le obliga en modo alguno a dejar de mirar a Europa. De alguna manera, lo que hizo España es europeizar América”, concluye Antequera, que se despide “con un mensaje de esperanza absoluta y total”.
“Pasamos por un buen momento de recuperación de nuestra historia, de nuestra identidad, de nuestra autoestima, a este lado del Atlántico y a aquel. La historia nos asiste. La historia nos beneficia. Y la historia nos da la razón”.




