Un Siglo de Oro

 José Ramón Ayllón

José Ramón Ayllón

Palabras de amor

El amor es una de las fuerzas que mueven el mundo. En el principio existió el Caos, dice Hesíodo en su Cosmogonía. Y luego la Tierra, asiento firme de los Inmortales que habitan el Olimpo. Y en lo más profundo de la Tierra, el sombrío Tártaro. Y Eros, el más bello entre los dioses, el que somete la mente y la conducta prudente de dioses y hombres.

La Celestina
La Celestina apabulla por su exuberancia de experiencia y expresión. Experiencia de la vida y torrente verbal de sus protagonistas, en registros cultos y vulgares, desenfadados y severos, cómicos y trágicos.

Los griegos sabían de lo que hablaban. La frivolidad irresponsable de Helena y Paris desencadenó la guerra de Troya y los incomparables poemas homéricos. En la España del Renacimiento, la frivolidad irresponsable de Calisto y Melibea dará lugar a la primera obra maestra de nuestra literatura, que alcanza las cumbres shakesperianas un siglo antes de Shakespeare.

La Celestina apabulla por su exuberancia de experiencia y expresión. Experiencia de la vida y torrente verbal de sus protagonistas, en registros cultos y vulgares, desenfadados y severos, cómicos y trágicos. Calisto y sus criados, Melibea y sus padres, Celestina y sus mancebas, representan sobre el escenario doce egoísmos que se aprovechan unos de otros, magistralmente trazados por Fernando de Rojas, que se cura en salud ante la Inquisición con un astuto aviso introductorio:

“Síguese la Comedia o Tragicomedia de Calisto y Melibea, compuesta en reprehensión de los locos enamorados que, vencidos de su desordenado apetito, a sus amigas llaman y dizen ser su dios. Así mismo fecha en aviso de los engaños de las alcahuetas y malos y lisonjeros sirvientes.”

El amor, por ser el más humano e intenso de los sentimientos, es también el gran protagonista de la literatura, el motor y el combustible de casi todas sus historias. Los griegos no se equivocaron al representarlo como un niño travieso que revolotea por todas partes y dispara flechas que producen una dulce y peligrosa herida. Heridos y locamente enamorados cayeron Calisto y Melibea, lo que en parte justifica el error que cometen al elegir el torpe atajo que les brinda Celestina, con su merecida reputación de puta vieja, hechicera y alcahueta.

*  *  *

¿Es realmente amor lo que hay entre Calisto y Melibea? Oigamos a Pleberio, padre de la muchacha:

-¡Oh, amor, amor, quién te puso nombre que no te conviene!

Recordemos también a Platón:

Con la efigie del amor se acuña mucha moneda falsa.

Pensemos en la observación de Gómez-Dávila:

Frente al amor, unos hombres despegan hacia la metafísica y otros resbalan hacia la fisiología.

En su descarnada carnalidad, señores y criados van a ser en La Celestina títeres de los mismos resortes básicos: dinero y placer sexual (cobdicia y deleyte, en palabras de Rojas). Pero el Renacimiento y el Barroco son refinamiento, y el carpe diem se puede interpretar con la turbia procacidad de Celestina y con la exquisita elegancia de Garcilaso y Góngora:

En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;

y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre.

Un Siglo de Oro

Mientras por competir con tu cabello
oro bruñido al sol relumbra en vano,
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente al lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano,
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello,

goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no sólo en plata o vïola troncada
se vuelva, más tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

No es posible hablar del amor sin referencia al primer filósofo que lo estudia a fondo. Platón, en el Banquete, explica que la conmoción amorosa tiene lugar en el encuentro con la belleza sensible, pero niega rotundamente la reducción de esa experiencia a lo físico. De hecho, la persona arrebatada por la belleza queda fuera de sí, quiere echar a volar y no puede, no sabe lo que le pasa. En realidad, los amantes no saben lo que quieren uno del otro, pues quieren algo que sobrepasa el placer del amor. Pero ese algo tampoco saben expresarlo, solo lo presienten… Lope de Vega ha descrito esa contradictoria y desesperante situación en este soneto genial:

Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.

En el más común de sus sentidos, el amor alude a un tipo especial de relación entre hombre y mujer, cuya profundidad se puede resumir en seis palabras rotundas: No entiendo mi vida sin ti. Pero el generoso significado de la palabra amor designa también las relaciones entre una persona y sus padres, sus hijos, sus amigos, sus ideales, su patria, la naturaleza..., así como esa personalísima relación que se puede entablar con Dios.

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