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Sólo se ve bien con el corazón

Leyendo El Principito de
A. SAINT-EXUPÈRY

Andrés Jiménez Abad

"¿POR QUÉ LAS ROSAS TIENEN ESPINAS...?"

El capítulo VII de El principito es breve pero contiene varias claves de sentido y desde él podemos entender muchos aspectos del libro. Asistimos a una tremenda discusión entre el aviador y el principito y a la confrontación de las dos mentalidades, la de los niños y las personas mayores, personificadas en ambos protagonistas.

Situémonos. Estamos en el quinto día de la caída en el desierto. El aviador no consigue arreglar la avería del avión que es también la crisis de sentido por la que atraviesa su vida. Él pensaba que era una cuestión laboral o técnica, relativa sin más a su trabajo; pero aún no ha caído en la cuenta de que el asunto es más grave en realidad. Lo que le falta es una finalidad en la vida, el verdadero motor que nos impulsa y que nos lleva a afrontar y superar las dificultades del camino, por la que merece la pena entregar la misma vida. Cree que se trata de una situación de emergencia pues le queda agua para apenas tres días... Pero la verdadera cuestión es que no encuentra aliciente ni finalidad…, lo cual afecta a su escala de valores, al sentido de su vida.

El principito, a partir de su preocupación por las espinas de su rosa -asunto menos banal de lo que a simple vista parece-, le hará ver que el verdadero problema no afecta a los medios, sino a las finalidades de la vida. El problema auténtico no es del avión, sino del corazón del piloto: Lo que le pasa no es que ha surgido una dificultad en el trabajo; es que no ha querido de verdad a nadie. Que está solo, profundamente solo.

Pero él sigue pensando que resolver la situación laboral es algo serio e importante. Y entonces el principito le hace ver que no es así. Que lo de verdad importante en la vida es si algo o alguien puede hacer daño a quien se quiere de verdad y por quien se vive.

Las “espinas” de la flor que el príncipe dejó abandonada en su planeta, es decir sus errores, sus limitaciones y culpas, sus defectos… también necesitan ser compadecidos. Además, sería terrible que un cordero, es decir la amistad de un amigo, pudiera interponerse entre el principito y su flor y llegara a hacerle daño a ella.

Aparece mencionado un señor gordo y colorado: el hombre de negocios que encontraremos en el capítulo XIII, prototipo de quien sólo piensa en sí mismo y en enriquecerse, pero que se ha olvidado de qué son las cosas y de para qué vive. “-¡Pero no es un hombre, es un hongo!”, exclamará airado el principito. Alegoría de muchas situaciones que hallamos a nuestro alrededor, o tal vez de nuestra propia situación.

Ha caído la noche, es decir, llega la desolación. Anegado en llanto, tras el gran arrebato de ira y de haber revelado sus temores, el principito se muestra frágil y necesitado de consuelo. Será en ese momento cuando el aviador deje por primera vez de pensar en sus preocupaciones inmediatas y salga de sí mismo, para caer en la cuenta de que a su lado hay alguien más que necesita consuelo: “Yo había soltado las herramientas y ya no importaban nada el martillo, el perno, la sed y la muerte. ¡Había en una estrella, en un planeta, el mío, la Tierra, un principito a quien consolar!”, confesará hondamente conmovido nuestro personaje.

—¡Hablas como las personas mayores! Me avergonzó un poco. Pero él, implacable, añadió: —¡Lo confundes todo, lo mezclas todo! Estaba verdaderamente irritado; sacudía la cabeza, agitando al viento sus cabellos dorados.

—Conozco un planeta donde vive un señor muy colorado, que nunca ha olido una flor, ni ha mirado una estrella y que jamás ha querido a nadie. En toda su vida no ha hecho más que sumas. Y todo el día se lo pasa repitiendo como tú: "¡Yo soy un hombre serio, yo soy un hombre serio!" Al parecer esto le llena de orgullo. Pero eso no es un hombre, ¡es un hongo!

—¿Un qué? —Un hongo. El principito estaba pálido de cólera.

—Hace millones de años que las flores tienen espinas y hace también millones de años que los corderos, a pesar de las espinas, se comen las flores. ¿Es que no es cosa seria averiguar por qué las flores pierden el tiempo fabricando unas espinas que no les sirven para nada? ¿Es que no es importante la guerra de los corderos y las flores? ¿No es esto más serio e importante que las sumas de un señor gordo y colorado? Y si yo sé de una flor única en el mundo y que no existe en ninguna parte más que en mi planeta; si yo sé que un buen día un corderillo puede aniquilarla sin darse cuenta de ello, ¿es que esto no es importante?

—Si alguien ama a una flor de la que sólo existe un ejemplar en millones y millones de estrellas, basta que las mire para ser dichoso. Puede decir satisfecho: "Mi flor está allí, en alguna parte " ¡Pero si el cordero se la come, para él es como si de pronto todas las estrellas se apagaran! ¡Y esto no es importante!

No pudo decir más y estalló bruscamente en sollozos.

La noche había caído. Yo había soltado las herramientas y ya no importaban nada el martillo, el perno, la sed y la muerte. ¡Había en una estrella, en un planeta, el mío, la Tierra, un principito a quien consolar! Lo tomé en mis brazos y lo mecí diciéndole: "la flor que tú quieres no corre peligro te dibujaré un bozal para tu cordero y una armadura para la flor te ". No sabía qué decirle, cómo consolarle y hacer que tuviera nuevamente confianza en mí; me sentía torpe. ¡Es tan misterioso el país de las lágrimas!


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