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Sólo se ve bien con el corazón

Leyendo El Principito de
A. SAINT-EXUPÈRY

Andrés Jiménez Abad

UN POZO DE AGUA QUE ES "BUENA PARA EL CORAZÒN"

El capítulo XXV es, en cierto modo, el del culmen de toda la historia de amistad entre el jovencito y el aviador que nos cuenta su historia. El muchacho se había enemistado con la flor a la que amaba, y buscó llenar su frustración y su vacío con nuevas amistades entre las "personas mayores", hasta que el zorro le hizo comprender dónde está el auténtico valor de las cosas y de las personas y en qué consiste el verdadero amor de amistad.

Tras el encuentro inesperado en medio del desierto, y habiendo conocido la asombrosa peripecia vital del principito, el aviador se lanza al desierto tomando en brazos al muchacho, compartiendo ambos la escasez de agua y la fatiga, y buscando un pozo que sacie su sed.

Un pozo de agua que es buena para el corazòn

Pero la verdadera búsqueda de ambos no es la de una fuente de agua que elimine la sed corporal. El piloto -olvidando su propia penuria y por primera vez en su vida- ha salido de sí. Ha centrado toda su energía en atender y cuidar al principito, al que ve frágil y necesitado de protección, pero rebosante de fidelidad hacia su amigo el zorro y de preocupación por la rosa que había abandonado.

El piloto ya no piensa en su propia sed, porque la verdadera sed que padecía, su soledad y falta de sentido, acaba de ser remediada: lo importante, eso que no es visible a simple vista, acaba de descubrirlo en la fragilidad del que ha empezado a ser su amigo. Y es así cuando aparece a su vista el pozo que andaba buscando; y la noche de la desesperación cede su sitio a la luz del día. "Si me domesticas...", dijo una vez un zorro a un principito desorientado, "...mi vida se llenará de sol".

Este es el instante en el que el aviador se da cuenta de que su vida anterior había sido un ir y venir sin sentido, porque no llevaba a ninguna parte, porque no había en ella nadie por quien vivir: "Viví así, solo, sin nadie con quien hablar verdaderamente".

El principito le dice entonces: "Los hombres se encierran en los rápidos pero no saben lo que buscan. Entonces se agitan y dan vueltas..." Y concluye: "No vale la pena."

No es de extrañar que el pozo que acaban de encontrar no sea un pozo de los habituales en cualquier desierto. Porque del desierto del que se nos habla es el de la soledad, de la desolación y del sinsentido. La sed no es la de nuestro organismo biológico, sino la sed del corazón, el deseo radical de nuestra vida: una sed de felicidad, de sentido, de alguien, en fin, que ponga nombre y rostro al amor y la amistad. Y por eso el pozo y la roldana cantan, y el agua es como una música: es "buena para el corazón, como un regalo". Es el agua de la amistad, del amor, del consuelo. Y por eso, en el encuentro con esa persona única en el mundo a los ojos del amor y la amistad, "todo era bello como una fiesta". Aparece, en efecto, la belleza, como -allá en la infancia- el resplandor en los regalos de Navidad en los que resuenan la dulzura de las sonrisas, la luz del árbol y la música de la misa de medianoche.

"Icé lentamente el balde hasta el brocal. Lo asenté bien. En mis oídos seguía cantando la roldana y en el agua, que temblaba aún, vi temblar el sol." "Si me domesticas..., había dicho el zorro, mi vida se llenará de sol".

"- En tu tierra -vuelve a decir el principito- los hombres cultivan cinco mil rosas en un mismo jardín... y no encuentran lo que buscan... Y sin embargo, lo que buscan podría encontrarse en una sola rosa o en un poco de agua... Pero los ojos están ciegos. Es necesario buscar con el corazón".

El amor verdadero no es ciego. El autentico amor -que sale de sí y busca el bien para la persona amada y se vincula a ella- es clarividente. Es capaz de ver hasta la belleza de las espinas en una rosa.

El principito le pide ahora al aviador que "aterrice". Y le pide dos cosas: una, que le dibuje el bozal que prometió para su cordero. El cordero simbolizaba la amistad inicial entre el aviador y el principito. Pero esa amistad no debía poner en peligro el amor hacia su rosa... Se trata de poner respeto y delicadeza en esta amistad, para que contribuya a la hermosura del planeta del principito, a la ordenada belleza de su vida.

Y lo segundo que le pide: que vuelva a su trabajo, al avión averiado; debe atender el afán cotidiano y asumir su responsabilidad, reorientar sus prioridades sin descuidar sus tareas: "-Debes trabajar ahora. Debes volver a tu máquina".

Pero, a la vez, se dibuja en el trasfondo de la amistad encontrada que el principito ha de volver a su planeta, a su vida, a reencontrarse con su flor. Se insinúa así pues la partida. Y termina el aviador su reflexión: "Me acordaba del zorro. Si uno se deja domesticar, corre el riesgo de llorar un poco..."


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