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Sólo se ve bien con el corazón

Leyendo El Principito de
A. SAINT-EXUPÈRY

Andrés Jiménez Abad

"¡CUIDADO CON LOS BAOBABS!"

El capítulo 5 de El Principito es muy aleccionador. El narrador confiesa que no le gusta “adoptar tono de moralista”, pero es que este libro es un puñado de reflexiones acerca del sentido de la vida, de la amistad y de la felicidad y nada de eso se improvisa. Este capítulo trata de los baobabs que, como todos sabemos, son enormes árboles que crecen en las sabanas africanas. Alcanzan los 25 metros de altura y 10 metros de diámetro.

En este curioso y sugerente episodio se aprecia el simbolismo general de la historia. En ella aparecerán diferentes planetas, entre ellos el del principito o la Tierra misma, por ejemplo. Pero esos planetas representan nuestras vidas: el mundo en el que nos desenvolvemos, el tipo de vida, nuestra escala de valores, nuestra personalidad incluso. ¿Cómo es nuestra vida? La del principito era bastante insignificante, habitaba un planeta muy pequeño que no llamaba la atención. Era su hogar, sus costumbres, sus relaciones, los principios y valores, la actividad a la que dedicaba su tiempo… Nada llamativo, la verdad. Como puede serlo también la vida de muchos de nosotros, que ni salimos en los periódicos ni por la tele, ni hemos protagonizado nunca grandes heroicidades ni escándalos. Tal vez “algún transeúnte común” diría que se trata de una vida o de un mundo anodinos, sin interés especial, sin valor incluso.

Pero se nos advierte aquí una cosa: pequeña o grande, llamativa o no, nuestra vida puede ser escenario y campo de cultivo de acciones buenas o malas; de valores o vicios. Y estas virtudes o hábitos torcidos pueden embellecer nuestra vida, en el primer caso, o, asfixiarla o esclavizarla hasta hacerla saltar por los aires en el segundo. Y esto es lo que representan aquí los baobabs: esos hábitos que empiezan por ser acciones o caprichos insignificantes, y que la negligencia puede provocar que –en palabras de San Ignacio en sus Ejercicios espirituales- pasen de ser “hilillos” que nos atan a ser gruesas cuerdas y redes o cadenas que nos quiten toda libertad, todo amor y todo bien.

“En efecto, en el planeta del principito, como en todos los planetas, había hierbas buenas y malas, como resultado de buenas y malas semillas”.

Semillas invisibles al principio pero que, al hacer aparición, deben ser examinadas con atención, por si se trata de rosales o de baobabs, por ejemplo. Es decir, de acciones, inclinaciones y hábitos, buenos o malos.

¡Cuidado con los baobabs!

“-Los baobabs, antes de crecer, comienzan por ser muy pequeños”, dice el principito. “Y si un baobab no se arranca a tiempo, ya no es posible desembarazarse de él. Invade todo el planeta. Lo perfora con sus raíces. Y si el planeta es demasiado pequeño y los baobabs demasiado numerosos, lo hacen estallar.”

Así ocurre con nuestros hábitos. Si son buenos los llamamos virtudes, disposiciones estables que orientan nuestra vida al bien y la llenan de belleza auténtica. Pero si son malos hábitos, se convierten en vicios, que nos van anulando y quitando libertad, y llenan la vida de oscuridad y de amargura. De infelicidad.

Por eso el narrador nos dice que el peligro de los baobabs es poco conocido, lo cual hace que los riesgos sean aún mayores y más importantes. Y por eso también, nos confiesa, ha procurado ilustrar su historia con uno de sus dibujos más grandiosos, impulsado por la urgencia y gravedad del asunto.

¿Cómo se evita que los vicios arraiguen en nuestra vida?, se pregunta. “Es cuestión de disciplina”, contesta con palabras del principito. “Hay que dedicarse regularmente” cada día “a arrancar los baobabs en cuanto se los distingue de los rosales, a los que se parecen mucho cuando son muy jóvenes.” Es una rutina que requiere insistencia y vencer la pereza.

¡Cuidado con los baobabs!

Pero hay también otro dato muy importante: resulta, se nos dice en el capítulo, que los corderos comen arbustos y por lo tanto también se pueden comer las malas hierbas de baobab cuando son pequeñas. Es decir, nuestros amigos verdaderos –pues el cordero aquí simboliza la amistad del aviador hacia el principito- son una inestimable ayuda para sacar de nosotros nuestro mejor yo y para apoyarnos en la lucha contra nuestros fallos y defectos de carácter.

No estamos solos en nuestra pequeña vida, pero hemos de estar dispuestos a dejarnos ayudar cada día en nuestra lucha por hacerla más hermosa y contribuir a la belleza de este mundo, cuyo cuidado se nos ha encomendado como vocación original.

“…Y un día me aconsejó que me dedicara a realizar un hermoso dibujo, que hiciera comprender a los niños de la tierra estas ideas. "Si alguna vez viajan, me decía, esto podrá servirles mucho. A veces no hay inconveniente en dejar para más tarde el trabajo que se ha de hacer; pero tratándose de baobabs, el retraso es siempre una catástrofe. Yo he conocido un planeta, habitado por un perezoso que descuidó tres arbustos… "

Siguiendo las indicaciones del principito, dibujé dicho planeta. Aunque no me gusta el papel de moralista, el peligro de los baobabs es tan desconocido y los peligros que puede correr quien llegue a perderse en un asteroide son tan grandes, que no vacilo en hacer una excepción y exclamar: "¡Niños, atención a los baobabs!" Y sólo con el fin de advertir a mis amigos de estos peligros a los que se exponen desde hace ya tiempo sin saberlo, es por lo que trabajé y puse tanto empeño en realizar este dibujo. La lección que con él podía dar, valía la pena. Es muy posible que alguien me pregunte por qué no hay en este libro otros dibujos tan grandiosos como el dibujo de los baobabs. La respuesta es muy sencilla: he tratado de hacerlos, pero no lo he logrado. Cuando dibujé los baobabs estaba animado por un sentimiento de urgencia.”


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