Casa de muñecas
Henrik Ibsen
ESCENA XI
KROGSTAD:
En ese caso hubiera sido preferible desistir del viaje.
NORA:
¡Imposible! El viaje era la salvación de mi marido, y no podía renunciar a él.
KROGSTAD:
Pero ¿usted no comprende el fraude que cometió conmigo?
NORA:
No podía yo detenerme a reflexionar. ¡Bastante me cuidaba yo de usted, que me era insoportable por la frialdad con que razonaba a pesar de saber que mi marido estaba en peligro!
KROGSTAD:
Señora, evidentemente usted no tiene una idea muy clara de la responsabilidad en que ha incurrido. Para que lo comprenda, sólo le diré que el hecho que ha acarreado la pérdida de mi posición social no era más criminal que ése.
NORA:
¿Usted quiere hacerme creer que ha sido capaz de hacer algo para salvar la vida de su esposa?
KROGSTAD:
Las leyes no se preocupan de los motivos.
NORA:
Entonces son bien malas las leyes.
KROGSTAD:
Malas o no.... si presento este papel a la justicia, será usted juzgada según ellas.
NORA:
Lo dudo mucho. ¿No iba a tener una hija el derecho de ahorrar inquietudes y angustias a su anciano padre moribundo? ¿No iba a tener una esposa el derecho de salvar la vida de su marido? Puede que no conozca a fondo las leyes, pero tengo la seguridad de que en alguna parte se consignará que esas cosas son lícitas en determinadas circunstancias. ¿Y usted, que es abogado, no sabe nada de eso? Me parece poco experto como abogado, señor Krogstad.