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San Juan de la Cruz

Plenitud de místico y de máximo poeta

5. Un recuerdo a sus padres o la virtud en tiempos de miseria

Es frecuente considerar que las condiciones económicas adversas no facilitan la educación virtuosa. Sin embargo, aún en medio de la miseria podemos encontrar ejemplos de dignidad y grandeza humana, así como de envilecimiento moral y degradación de valores. Una vez más nos encontramos ante la encrucijada de la opción de libertad.

Casi en los mismos años aparecen en el panorama español dos personajes que van a dejar huella en nuestra historia. Estamos entrando en la segunda mitad del siglo XVI. Uno es un personaje de carne y hueso, Juan de Yepes. El otro es un personaje de ficción.. Lázaro de Tormes, El Lazarillo. Los dos tienen en común la viudedad de sus madres y la extrema pobreza en que se mueven. Eran “pobres de solemnidad”, como se les llamaba entonces, un grado más que los “vergonzantes” que ocultaban su condición. Uno alcanzará la cumbre de la mística. El otro abrirá la senda de los pícaros. Las diferencias van a ser significativas: 1º en cuanto a las madres, aunque las dos buscan el bien de sus hijos, la una sigue de cerca sus avatares, la otra da buenos consejos, pero se desentiende de Lázaro. 2º En cuanto a los maestros, uno encuentra, entre otros, a Santa Teresa; el otro, al ciego y al Arcipreste de san Salvador.

De su padre, Gonzalo Yepes, sabemos poco. Se decía que era de familia acomodada; y que por su matrimonio, contra la voluntad paterna, con Catalina Álvarez, de condición muy humilde, le acarreó el quedar desheredado. Optó por el amor a costa de la riqueza. Más creíble parece que como su mujer fuera pobre de condición y huérfano. Lo cierto es que ejerció el oficio de tejedor de seda para alimentar a los suyos. Murió jóven, dos años después de haber nacido Juan en 1542, probablemente de alguna epidemia de las que asolaron Castilla en aquellos años, que eran compañeras habituales de las hambrunas. La madre se vio obligada por la necesidad a hacerse cargo de sus dos hijos, vivos. El tercero había muerto al tiempo del padre.

Resulta admirable la vida sacrificada y laboriosa de esta mujer. Pronto comprende que en Fontiveros no tiene ninguna posibilidad de sobrevivir y marcha con sus hijos a Arévalo, luego a Medina del Campo, donde asentada en el arrabal malvive de trabajos ocasionales y de la limosna. Francisco, el hermano mayor, ha sido solicitado por unos tíos. La alimentación está asegurada, pero viendo la madre que no recibe el trato y cariño deseado, vuelve a traérselo con ella. Y con ella vivió aún después de casado con sus nietos. Pobres pero honrados. Por encima de todo Dios. Su piedad y religiosidad sincera se la transmite a sus hijos como la mejor herencia.

Juan manifestó desde niño estar tan dotado para los estudios como inútil para oficios manuales. Con buen criterio, pretendió su madre iniciarle en el oficio de sastre o de zapatero. En Medina del Campo va a un colegio de pobres y para costeárselos, sale a pedir limosna por la ciudad. Más tarde entra como ayudante en el Hospital de Medina donde se atendía a los enfermos de bubas, como se llamaba entonces a las enfermedades venéreas, Después estudió en el colegio de los Jesuitas para aprender humanidades. Además de su trabajo de curar a los enfermos y de atender recados y demandas continuó pidiendo limosna, hasta 1563 en que entró en el convento de los carmelitas.

¿Aprendió en la pobreza el desasimiento de los bienes materiales el que había de enseñar en su camino de perfección que “para venir a gustarlo todo, no quieras gustar algo en nada”. Y que “para venir a poseerlo todo, no quieras poseer algo en nada”? ¿Aprendió la pobre condición en que pueden estar entretejidos los desordenados amores humanos el que había de cantar de manera sublime el “quedéme y olvidéme, /el rostro recliné sobre el amado/ cesó todo y dejéme /dejando mi cuidado / entre las azucenas olvidado”?

La madre muere en 1580, acompañada siempre de “hartos trabajos y enfermedades” a veces ayudada por la caridad de las carmelitas fundadas por Santa Teresa.. Catalina Álvarez sería un modelo de mujer piadosa, fiel esposa, madre abnegada y viuda honesta, cuando los vientos de la vida nos llevan de adversidad en adversidad.

Lázaro ha conseguido el colmo de su dicha: es pregonero en Toledo, pero su honra anda en boca de todos por su mujer.


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