San Juan de la Cruz
Plenitud de místico y de máximo poeta
4. Divinización de lo humano
En la Escuela de Teresa, todo lo que nos lleve a Dios es válido, por profano y aún atrevido que pueda parecernos. San Juan de la Cruz lo lleva al límite. Lo sorprendente es que lo aplica a todas las corrientes poéticas que se habían cultivado en el siglo XVI, por ejemplo la lira.
¿No fue una cancioncilla que oyó en su prisión de Toledo cantar a un enamorado al caer la tarde, la que inspiró nada menos que las treinta y una primeras estrofas del Cántico Espiritual. Ese arranque sobrecogedor ¿A dónde te escondiste amado y me dejaste con gemido…? brota del alma del poeta en condiciones inhumanas en aquel 1578, cuando Juan de la Cruz apresado y trasladado (en 1577) al convento de frailes carmelitas de Toledo, es obligado a comparecer ante un tribunal de frailes calzados para retractarse de la Reforma teresiana. Ante su negativa, es recluido en una prisión conventual durante ocho meses. Aquí compuso además varios romances y el poema “que bien sé yo la fonte que mana y corre aunque es de noche”, que los canta para consolarse. Y para aprendérselos de memoria pues no tenía ni con que ni en qué escribir.
Resulta cuanto menos curioso el paralelo entre la fuga de su prisión, con la ayuda de un carcelero (16-18 de mayo de 1578), y el comienzo de la Noche oscura. De sus biografías podemos entresacar diversas anécdotas, como la de cantar y bailar entre sus frailes la cancioncilla maliciosa “si amores me han de matar agora tengan lugar” mientras tenía a un niñito Jesús entre sus brazos.
No nos engañemos: Toda la poesía de San Juan de la Cruz tiene como raíz pasar a lo divino cuanto le llega a sus manos. Sean cantares tradicionales, poesía italianizante o el poema bíblico del Cantar de los Cantares.