Mente y cerebro: preguntamos por el hombre
Jesús Luis Hurtado
Es obvio que el ser humano puede tomar conciencia de sí mismo, se autopercibe como ‘algo más’ que un mero organismo vivo, es decir, como ‘alguien’: como un ser que trasciende el orden biológico y puede dirigirlo de acuerdo con propósitos que él mismo decide.
Esta conciencia de sí mismo pone de relieve la identidad personal que constituye a cada ser humano, y hace posible una conducta coherente. Porque sin la conciencia de la propia identidad, la conducta humana se descompondría en un conjunto de actos inconexos e irresponsables. Sus actos autoconscientes son los que le liberan de su servidumbre al medio externo y le sitúan en el mundo según su propia elección.
El pensamiento y la conciencia subjetiva no se pueden explicar en términos biológicos, pues aparecen como algo no deducible de la relación entre el cerebro y los estímulos del medio circundante o del resto del organismo.
Recuerda José Ramón Ayllón que el esquema bioquímico causa-efecto (el mecanismo del “botón” al que arriba aludíamos) permite explicar procesos como el sueño, el cansancio, el crecimiento y muchos otros. Pero es muy discutible que sea una explicación suficiente para comprender la conducta humana: “¿Fueron las neuronas de Einstein las que decidieron estudiar Física y proponer la teoría de la relatividad? ¿Pintaron las neuronas de Miguel Ángel la Capilla Sixtina?... Si la conducta de Hitler fue exclusivamente consecuencia de su actividad neuronal, los judíos no tienen motivos para odiarle. ¿Se concede el Nobel a una persona con méritos o a sus meritorias neuronas? ¿Están llenas las cárceles de neuronas asesinas y ladronas?...” (J.R. Ayllon: En torno al hombre).
Si queremos comprender de verdad lo más característico del hombre, lo más profundamente humano, habrá que ir más allá de las neuronas y de la biología, y afrontar hechos como la búsqueda de la verdad, la insaciable necesidad del bien, el hambre de libertad, la nostalgia de lo bello, la pregunta por el más allá de esta vida, la voz de la conciencia, el amor oblativo y tantas otras cuestiones en las que se juega el contenido y el sentido de nuestra vida.