Mente y cerebro: preguntamos por el hombre
Jesús Luis Hurtado
Sin contradicción alguna con los datos válidos de la ciencia, aunque desde un punto de vista complementario, la doctrina católica afirma que la persona humana, creada a imagen de Dios, es un ser a la vez corporal y espiritual (Cfr. Gn. 2, 7). A menudo, el término ‘alma’ designa en la Sagrada Escritura la vida humana (cf. Mt 16,25) o toda la persona humana (cf. Hch 2,41). Pero designa también lo que hay de más íntimo en el hombre (cf. Mt 26,38) y de más valor en él (cf. Mt 10,28), aquello por lo que es particularmente imagen de Dios: "alma" significa el principio espiritual en el hombre.
Para la fe cristiana, el cuerpo del hombre participa de la dignidad de la "imagen de Dios": es cuerpo humano precisamente porque está animado por el alma espiritual: «Uno en cuerpo y alma, el hombre, por su misma condición corporal, reúne en sí los elementos del mundo material, de tal modo que, por medio de él, éstos alcanzan su cima y elevan la voz para la libre alabanza del Creador. Por consiguiente, no es lícito al hombre despreciar la vida corporal, sino que, por el contrario, tiene que considerar su cuerpo bueno y digno de honra, ya que ha sido creado por Dios y que ha de resucitar en el último día» (C. Vaticano II, Gaudium et Spes 14,1).
La unidad del alma y del cuerpo es tan profunda que, gracias al alma espiritual, la materia que integra el cuerpo es un cuerpo humano y viviente; en el hombre, el espíritu y la materia no son dos naturalezas unidas, sino que su unión constituye una única naturaleza. (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 362 y ss.)