Nuestros orígenes
José Ramón Ayllón
9. Evolución y creación
Si nos preguntan por qué se vuelve loco don Quijote, responderemos lo que todo el mundo sabe: por leer demasiados libros de caballerías. Pero, qué responderíamos si nos preguntan: ¿Don Quijote se vuelve loco por leer libros de caballerías o porque quiere Cervantes?
Está claro que el Universo se explica gracias a la gravitación, el electromagnetismo y las dos fuerzas nucleares. Pero, en última instancia, ¿se explica solamente por esas leyes fundamentales? Estamos hablando de un conjunto de seres contingentes que no se han dado la existencia a sí mismos, que necesariamente han tenido un origen radical, ex novo. Y justamente eso es crear: no transformar algo que existe previamente, sino producir por completo ese algo, hacerlo surgir ex nihilo.
A diferencia de la creación, la evolución se ocupa de lo que viene después: del cambio de ciertos seres que previamente existen. De esta forma se ve claro que creación y evolución no pueden entrar en conflicto, porque se mueven en dos planos y en dos cronologías diferentes.
Es equivocado, por tanto, plantear la cuestión como una alternativa excluyente: “evolución o creación”. Lo correcto, más bien, es la unión sucesiva de “creación y evolución” Una certera comparación de Ernst Jünger aclara este punto:
La teoría de Darwin no plantea ningún problema teológico. La evolución transcurre en el tiempo; la creación, por el contrario, es su presupuesto. Si se crea un mundo, con él se proporciona también la evolución: se extiende la alfombra y ésta echa a rodar con sus dibujos.