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Una ideología detrás del controlismo poblacional

- I -

El Profesor Michel Schooyans (1930-2022), recientemente fallecido, es sin duda el más importante estudioso de la ideología que está detrás del controlismo poblacional y los grupos favorables al aborto. Ésta es una síntesis de una larga conversación que ACI PRENSA sostuvo con este intelectual belga.

¿Por qué la Santa Sede se opone a algunos supuestos "derechos" que promueve la ONU?

La ONU desde hace 30 ó 40 años a través de algunas de sus agencias especializadas como el UNFPA, la OMS o el CNUD (Programa de las Naciones Unidas para el desarrollo) lanzó un programa internacional de control de la natalidad, nítidamente maltusiano. Esto significa que la ONU quiere proponer el control de la natalidad como un medio, una condición previa para el desarrollo de los pueblos.

Esta postura merece algunas consideraciones. Lo primero en lo que hay que ser enfático es que científicamente nunca ha sido demostrado que exista una relación entre la densidad de la población de un país y el desarrollo. Hay países poco poblados que son desarrollados, como Australia, y otros poco poblados que son subdesarrollados; como es el caso de los países de África Central. Inversamente hay países muy poblados que son desarrollados, como Holanda que tiene más de 400 personas por kilómetro cuadrado, y hay países muy poblados subdesarrollados como Pakistán. Quiere decir que no hay relación entre las dos cosas, depende de cada caso.

Sin embargo, la ONU se comporta como si hubiera una relación determinante entre las dos cosas y dice a los países: "controlen su población y van a desarrollarse". Pero los países pobres lo que necesitan son remedios, escuelas, saneamiento de las aguas, hospitales etc. Recursos que realmente favorezcan su desarrollo y no un control de la población. La Iglesia no puede y no quiere promover una política de desarrollo basada en una mentira científica; en una hipótesis que nunca fue demostrada...

¿Podríamos decir que es una ideología?

Sí, seguramente es la ideología maltusiana, y es muy importante destacar su persistencia. Es una ideología discriminatoria, eugenista, segregacionista. El centro de su temática podríamos expresarlo diciendo: "nosotros los ricos del hemisferio norte necesitamos controlar el crecimiento de la población de los países del sur porque tenemos miedo de esta población".

La Santa Sede es muy consciente de que ya desde antes de la caída del muro de Berlín ha habido una reinterpretación de la famosa guerra fría: ya no era la guerra Este vs. Oeste sino la guerra Norte vs. Sur, oponiendo los países ricos a los países pobres. Evidentemente la Iglesia no puede aceptar esta oposición ni este diagnóstico típicamente maltusiano. Ella busca una auténtica solidaridad internacional basada en la cooperación internacional, en una distribución más equitativa de los recursos, en la posibilidad concreta de que los países pobres puedan acceder al saber y a las técnicas de las cuales depende su desarrollo. Pero la ideología maltusiana es muy útil a los países ricos porque presenta las cosas como demostradas cuando por el contrario todas las profecías de Malthus fueron desmentidas; esa hipótesis de que la población crece más rápidamente que los recursos alimenticios es una farsa científica.

Pero hay otro motivo por el que la Iglesia no puede admitir las posturas de la ONU. Resulta obvio que es poco simpático y poco admisible decir: "los ricos debemos contener el crecimiento de las poblaciones pobres", y por lo tanto se busca utilizar un lenguaje nuevo, mentiroso, ideológico: "el lenguaje de los derechos humanos": "ustedes los pobres tienen derecho a la contracepción, al aborto. Estos son los nuevos derechos humanos. Nosotros -los ricos- queremos ayudarlos a ejercer ese derecho nuevo y vamos a ayudarlos a desarrollarse mandándoles métodos anticonceptivos y dispositivos intrauterinos y aparatos para realizar abortos con máquinas especializadas..." La Iglesia no puede admitir este tipo de política.

Quisiera mencionar aquí una cosa que muchas veces no está siendo muy bien explicada al público: además de las consideraciones de ética privada, personal, la Iglesia se opone a estas campañas por motivos de ética social.

¿Qué propone la Iglesia frente a esta ideología?

Continúa proclamando que aunque el hombre sea pequeño, flaco y débil tiene el mismo valor intrínseco. La sociedad actual no hace eso, es una sociedad de violencia, de exclusión. Para los ideólogos del marxismo como para los del liberalismo la actitud cristiana es inadmisible porque los que hacemos la opción de Jesús hacemos al mismo tiempo la opción por los pobres, porque Jesús hizo esta revolución al reconocer a los que no valían nada en la sociedad.

La crisis que estamos viviendo es realmente una crisis de valores, es la crisis de la Verdad. En los ambientes de la ONU o en la problemática actual en materia de democracia se dice: no es necesario querer descubrir la verdad, no somos capaces de descubrirla porque cada uno tiene la suya; y ocurre que las necesidades de la práctica nos hacen tomar decisiones prácticas y entonces terminamos haciendo lo que recomienda John Rose, político norteamericano: discutimos caso por caso sin referirnos a principios relativos a la verdad (que es inaccesible) y entonces tomamos una decisión. Es lo que se llama la ética procesal, que no considera lo que es bueno, justo, malo. Será justa la decisión que vamos a tomar sólo porque vamos a tomarla.

Pero con este relativismo integral el respeto debido a todo ser humano desaparece, es condicionado, porque depende de una decisión consensual siempre re-negociable. Así, terminamos en una sociedad de violencia donde prevalece la voluntad del más fuerte.

¿Cómo se vincula a este problema el tema de la globalización?

Cuando se habla de "globalización" se esta tocando dos temas. El de la "mundialización" y el de la "globalización".

Cuando uno habla de "mundialización" se insinúa que estamos caminando hacia un gobierno mundial, hacia una sociedad soñada por algunos autores o políticos famosos -podría mencionar a dos de ellos como Willy Brandt, canciller de Alemania, y Jan Timberland, un holandés que ganó el Nobel de Economía-. Ellos desarrollan esta idea de la mundialización en la que la época de las naciones soberanas ya pasó. Conviene que poco a poco la ONU se torne en un gobierno mundial y las agencias de la ONU en los ministerios de este gobierno. En esta mundialización veo una nueva tentativa de instaurar la famosa "Internacional" soñada por los marxistas del siglo pasado.

La globalización es algo similar pero en una perspectiva de ideología liberal. El mundo es visto como un inmenso mercado que debemos integrar. El problema se da cuando a través del control de las cosas, de las materias primas, de las industrias, etc., se llega al control de los hombres.

En el núcleo de la ideología moderna -tanto de la de inspiración marxista como de la neoliberal- el hombre es interpretado desde una perspectiva monística, panteística y en este caso la única ética que se impone al hombre es fatalista: si somos una partícula en el medio debemos admitir esta situación y si ésta lo exige, vamos a sacrificar hombres a la supervivencia del medio ambiente. Es la temática ya desarrollada en Río de Janeiro en 1992 en la reunión "Cumbre de la Tierra". Pero es una ideología que sigue desarrollándose y que somete al hombre al medio ambiente. La ética aparece como una sumisión a la madre Gaia, la tierra. Con este tipo de determinismo ético el hombre debe admitir su situación de mortalidad total e integral. No hay otra perspectiva de la vida tal como la conocemos en la tierra. Estamos encerrados en este mundo que nos oprime y debemos aceptar lo que dicen y piensan los que supuestamente entienden este medio ambiente. Por eso hay personas como Jack Cousteau, que era un farsante de primera, que junto con varios ideólogos de este tipo recomendaban la eliminación de 3 o 4 millones de habitantes de la tierra justamente para que no haya contaminación porque el hombre es el mayor contaminador.

Monseñor Michel Schooyans, jesuita, filósofo y teólogo, profesor en la Universidad de Lovaina y en otras universidades del mundo, autor de una veintena de libros, fue un punto de referencia fundamental para Juan Pablo II. Supo describir con gran precisión los orígenes, sustentadores y consecuencias de la “cultura de la muerte”, que Juan Pablo II denunció al oponerse a la “cultura de la vida”.

En muchos de sus ensayos describió la perversión del llamado Nuevo Orden Mundial, destinado a “reducir el número de comensales en la mesa de la humanidad”, como afirma el subtítulo de su libro “Nuevo Desorden Mundial”, prologado en 1997 por el entonces Cardenal Joseph Ratzinger. Eran los años de las conferencias internacionales de la ONU (medio ambiente, población, desarrollo) que sentaron las bases ideológicas del Nuevo Orden Mundial y en las que la Santa Sede fue protagonista para frenar el avance de una ideología antihumana.



- II -

LA ONU Y EL PROYECTO DE UN "SUPERGOBIERNO MUNDIAL"

Un pensamiento único mediante el control de la información, de la salud, del comercio, de la política y del derecho.

Michel Schooyans conversa con  T. Beatriz de Gobbi.


[https://es.catholic.net/imprimir.php?id=16449]

La argumentación "ecológica" desarrollada en la Carta de la Tierra es en realidad un artificio ideológico para camuflar algo más grave: entramos en una nueva revolución cultural. En efecto, la ONU está instaurando una nueva concepción del derecho. Esta concepción es más anglosajona que latina. Las verdades fundadoras de la ONU referidas a la centralidad del hombre-persona en el mundo son desactivadas poco a poco.

Según esta concepción, ninguna verdad sobre el hombre se impone a todos los hombres: a cada uno su opinión. Los derechos humanos no son ya reconocidos como verdades; son objeto de procedimientos, de decisiones consensuales.

Se negocia, y al término de un procedimiento pragmático, se decide, por ejemplo, que el respeto a la vida se impone en ciertos casos pero no en otros, que cierta manipulación genética justifica el sacrificio de embriones, que la eutanasia debe ser liberada, que las uniones homosexuales tienen los mismos derechos que la familia, etc. De aquí surgen los llamados "nuevos derechos humanos", siempre renegociables en beneficio de los intereses de aquellos que pueden hacer prevalecer su voluntad.

Para instaurar dichos "nuevos derechos" y principalmente la concepción del derecho que le es subyacente, se deben privilegiar dos mecanismos de acción. En primer lugar, se debe debilitar a las naciones soberanas, pues ellas son generalmente las primeras a proteger los derechos inalienables de sus ciudadanos.

Luego, en las asambleas internacionales, se debe obtener el mayor consenso posible, recurriendo, si es necesario, a la corrupción, al chantaje o a la amenaza. Una vez adquirido, el consenso puede ser invocado para hacer adoptar convenciones internacionales, que adquieren fuerza de ley en los Estados que las han ratificado. Este tipo de globalización, sostenida por una concepción puramente positivista del derecho, justifica las más vivas inquietudes.

¿Hay una “cara oculta” de la ONU?

En documentos tan complejos como los de la ONU que se refieren a distintas facetas de la globalización, la falta de transparencia hace evidentemente difícil la prueba directa y la demostración matemática. La experiencia reciente, en Francia, de "chanchullos" confirma que ninguna organización está dispuesta a reconocer que está infiltrada por la acción de cofradías secretas, por la presencia en su seno de "mafias" y de "redes de influencia".

Sin embargo, no hay duda de que este tipo de sociedades existen. Se las conoce no sólo por su accionar, sino también por lo que dicen públicamente algunos de sus miembros, por ejemplo en la televisión. Claro está que hay siempre personas dispuestas a negar fervorosamente las evidencias. Pero, ¿es necesario que los miembros de la CIA desfilen con un brazalete para saber que la CIA existe?

En realidad, la ideología onusiana de la globalización está impregnada de referencias agnósticas, utilitaristas y hedonistas. Si analizamos pacientemente las recientes reuniones de la ONU, referentes a temas tan diversos como salud, población, medio ambiente, hábitat, economía mundial, información, educación -por citar sólo estos ejemplos-, aparece una remarcable comunidad de inspiración y así como también una remarcable convergencia de objetivos.

Está claro que, a instigación de los Estados soberanos miembros, la ONU debería proceder a una auditoría interna, sin lo cual dará cada vez más la impresión de estar bajo la influencia de una mafia tecnocrática. Después de varios años de investigación, llegué a esta conclusión con alguna anticipación en relación a otros investigadores. Sin embargo, si usted me pregunta si yo he visto la "mano invisible", debo responderle que sólo vi su sombra. Pero, en este caso, creo que es suficiente.

Una ideología detrás del controlismo poblacional y de los grupos anti-vida
- III -

NUEVO PARADIGMA VS. CRISTIANISMO


En el nuevo contexto de la globalización, existe un proyecto de «ética universal» que quiere suplantar los valores cristianos. La agencia Zenit recoge los rasgos con que Mons. Javier Lozano Barragán define su ideología, sus características y sus objetivos. Porque, ciertamente, hablamos de una ideología.

1. Ideología

Este «Nuevo Paradigma» está influenciado por estas corrientes ideológicas:

  • Eclecticismo: «acepta cualquier afirmación sobre la conducta independientemente de su sistema, contexto y juicio.
  • Historicismo: «según el cual la verdad cambia según su adecuación a una época determinada de la historia».
  • Cientificismo: «para quien la única verdad aceptable es la experimentable científicamente».
  • Pragmatismo: «considera las decisiones éticas teniendo como único criterio la utilidad».
  • Nihilismo: «renuncia a la capacidad de alcanzar verdades objetivas».

2. Características

Al describir el Nuevo Paradigma, M. Lozano Barragán ofrece estos rasgos característicos:

  • «El bienestar global dentro del desarrollo sostenible es la finalidad de la nueva ética global».
  • «Este bienestar global constituye la meta llamada "calidad de la vida"», que quiere decir, «la percepción del individuo de su posición en la vida, en el contexto de la cultura, y del sistema de valores en que se encuentra».
  • La calidad de la vida cubre seis campos: «salud física, salud psicológica, nivel de dependencia, relaciones sociales, entorno (economía, libertad, seguridad, información, participación, ambiente, tráfico, clima, transporte...), espiritualidad (religión, creencias personales)».
  • «Lo básico es la autodeterminación individual. Se prescinde de las obligaciones sociales».

3. Religión y espiritualidad

El Nuevo Paradigma considera que:

  • «Las diferentes religiones existentes en el mundo no han sido capaces de generar esta ética global; por tanto deben sustituirse con una nueva espiritualidad, que tenga como finalidad el bienestar global, dentro del desarrollo sostenible».
  • «La naturaleza, la tierra, llamada "GAIA", es divina e inviolable. El ser humano es un elemento suyo más, que sólo se entiende en armonía con la tierra».
  • «Esta nueva ética se fundamenta en cinco pilares: derechos humanos y responsabilidad, democracia y elementos de la sociedad civil, protección de las minorías, compromiso por la solución pacífica de los conflictos y negociaciones transparentes, equidad intergeneracional».
  • «Los problemas que hay que solucionar son cuatro: el primer afecta al equilibrio hombre-naturaleza; el segundo el significado de la felicidad, de la vida y de la plenitud; el tercer examina las relaciones entre el individuo y la comunidad; y el cuarto contempla el equilibrio entre equidad y libertad».

4. Consecuencias para la Bioética

Esta teoría impone tres principios a la Bioética:

  • El principio de autonomía: «una acción es buena si respeta la libertad del agente moral y de los demás».
  • El principio de beneficencia: «hay que hacer siempre el bien y evitar el mal».
  • El principio de justicia: «dar a cada uno lo que le es debido».

Estos tres principios acaban hundiéndose en el relativismo, pues, por ejemplo, según el principio de autonomía, «quienes no tienen libertad no son considerados para esta acción moral, por ejemplo, los discapacitados, los niños, los fetos, los embriones».

El principio de beneficencia dice que hay que hacer el bien, pero no explica qué es el bien para los demás. Si no se sabe qué es el bien no se puede hacer coherentemente el bien. Y lo mismo sucedería con las justicia.

5. Nuevo Paradigma vs. cristianismo

Algunos de los valores que presenta el «Nuevo Paradigma» son compartibles: preocupación por el ambiente, derechos humanos, respeto de las minorías, de la democracia, la justicia social, la salud y la educación para todos.

Ahora bien, el «Nuevo Paradigma» se presenta «como una nueva espiritualidad que suplanta a todas las religiones, pues éstas no han sido capaces de preservar el ecosistema». En definitiva, «se trata de una nueva religión secular, una religión sin Dios, o si se quiere, un nuevo Dios que sería la misma tierra con el nombre de GAIA». Y de ahí la elaboración de la “Carta de la Tierra” como nuevo código universal de comportamiento moral que sustituiría a los Diez Mandamientos.

«La serie de valores que sostienen el "Nuevo Paradigma" son valores subordinados a esta divinidad que se traduce en el supremo valor ecológico, que llaman desarrollo sostenible. Dentro de este desarrollo sostenible la finalidad ética suprema sería el bienestar».

«Está claro que nos encontramos ante la negación total del cristianismo y del hecho fundamental del cristianismo, la Encarnación del Verbo, la muerte redentora de Cristo y su resurrección gloriosa. Si se acepta este hecho histórico, el presupuesto del "Nuevo Paradigma" fracasa y pierde su pretendido fundamento».

«Esto no quiere decir que también los auténticos valores enunciados por el Nuevo Paradigma fracasan, ya que se trata de valores que no son ajenos al pensamiento cristiano, pero que encuentran su razón de ser en éste último».

El “Nuevo Paradigma” «experimenta uno de sus grandes problemas cuando percibe que todo se debe fundamentar en el consenso, un consenso que no procede de verdades objetivas, sino de opiniones subjetivas».

«Una auténtica Ética universal, que verdaderamente pretenda ser global, debe ser una Ética fundada sobre la objetividad del mismo hombre, de su naturaleza constitutiva», que «tiene por finalidad al mismo Dios y, en última instancia, el hecho histórico de la Encarnación de Dios».


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