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La educación, tormento y éxtasis

No se puede ser maestro sin ser toda la vida un discípulo

Por Santiago Arellano

No. No se asusten. Quien les está hablando, es un profesor de Instituto de Enseñanza Secundaria, Catedrático de Enseñanzas Medias de Lengua y Literatura Españolas, que a lo largo de mis cuarenta años de profesional, en las mil responsabilidades que me ha tocado asumir puedo enorgullecerme de haberme considerado siempre un discípulo, no aventajado, sino un discípulo, por mis irrefrenables ansias de aprender. No se puede ser maestro sin ser toda la vida un discípulo. Hace algún tiempo el profesor Alsina puso en mis manos esta cita extraída del Libro de los Sinónimos de San Isidoro de Sevilla, con la que me hubiera gustado sentirme identificado. Al definir los rasgos de un maestro, dice:

“Aprende lo que desconoces, no vengas a ser inútil doctor; sé primero alumno, después doctor; consigue el nombre de maestro cultivando las disciplinas; el bien que oyeres, apréndelo; el bien que aprendieres, enséñalo; no abandones el esfuerzo de aprender y de enseñar. La ciencia que por el oído percibes derrámala por la boca. Agranda en ti aún más la sabiduría compartiéndola con otros; sea tanto más abundante la doctrina, cuanto más participada. La sabiduría se engrandece esparciéndola, disminuye reservándose; la ciencia se hace más patente al darse y cuanto más se extiende más abunda.

Cuando enseñes no emplees palabras oscuras, enseña de modo que te entiendan, sin causar en tus discursos fastidio a los sencillos, ni ofender a los más cultos” (San Isidoro Sinonimorum lib II 67 y 68)

Mis palabras no pueden ser una lección magistral, sino un testimonio personal de quien se siente gozoso de haber dedicado su vida, si no a enseñar, a propiciar la educación de la juventud. Mis palabras pretenden ser una síntesis de mi trabajo profesional. Puedo proclamar con el poeta, “confieso que he vivido”, y añado, “enseñando”

*** *** ***

1. MIS MAESTROS. SCHOLA CORDIS IESU. TOMÁS DE AQUINO.

Estamos necesitados de verdaderos maestros. El mayor don que nos puede acontecer en esta vida, es encontrar un maestro que por encima de “la tejné” nos introduzca en las claves de sentido de la existencia, nos ponga en dirección de la Sabiduría. Eso ha sido para mi vida de docente, (de un profesor de literatura), Schola Cordis Iesu o los escritos del Padre Morales y de tantos santos educadores, pioneros lúcidos en el conocimiento del ser humano y en el arte de educar.

Permitidme una confidencia a estas alturas de mi vida. Amo a Cataluña. Soy un hijo espiritual de vuestra tierra catalana. Debo confesar que en mis años de formación universitaria aquí en La Universidad Central de Barcelona tuve la fortuna de iniciarme en mi profesión de la mano de admirables profesores de Literatura como Martín de Riquer, José Manuel Blecua (El padre) Antonio Vilanova, el deslumbrante profesor entonces jovencísimo, Francisco Rico, o los espléndidos profesores de Lengua Marsá, o Antonio Badía Margarit, que me enseñó con todo rigor la historia de las Lenguas Castellana y Catalana, para mi fortuna.

Pero me hubiera perdido en una selva de formalismos si no hubiera entrado en contacto con los maestros de la escuela tomista de Barcelona que me enseñaron a buscar, entre el abigarrado mundo de la pluralidad, la unidad; esa síntesis que mueve afanosamente el entendimiento humano tras rigurosos análisis para hacer coherente la complejidad. El viejo principio “Plura ut unum” sigue siendo no sólo una metodología sino un modo de manifestarse el alma humana, una condición permanente del ser humano, que pretende comprenderse y comprender el mundo anhelando la verdad. Pero sobre todo que no existe saber ni arte que no esté orientado a la felicidad del ser humano.

Recuerdo mi asombro juvenil cuando le escuché al Doctor Canals Vidal glosar las palabras con que Santo Tomás inicia su Comentario a la Metafísica de Aristóteles:

“Todas las ciencias y artes se ordenan a un solo fin, la perfección del hombre que es su felicidad” (TOMÁS DE AQUINO (In Metaphysicam, Proem.) «Ornnes scientiae et artes ordinantur ad unum, scilicet ad hominis perfectionem quae est eius beatitudo»). Ahora las he podido releer en su magnífica obra de síntesis Tomás de Aquino de la editorial SCIRE SELECTA. Se me han convertido en un espaldarazo de lo que ha sido mi actitud a lo largo de mi vida profesional a favor del fin inmediato de la educación, frente a la desorientación y desnaturalización en que se encuentra desde hace muchas décadas. Dice el profesor Canals “Estas palabras con las que Santo Tomás inicia su Comentario a la Metafísicade Aristóteles suenan hoy como una llamada de atención. Llamada no sólo a liberar al hombre de convertirse en instrumento de su propia técnica, sino también, y como condición previa para ello, a liberar a la tarea filosófica misma de la desintegración cientificista.

Las "ciencias” particulares, tal como son concebidas por el cientificismo, y utilizadas por la hegemónica "tecnología”, no podrían justificar la dignidad personal del hombre. Pero esta capital verdad es patrimonio del recto sentir común humano, y es una exigencia humana el que encuentre una tematización especulativa conexa con aquel recto sentir en el horizonte de una comprensión ontológica del hombre y del universo.” (CANALS VIDAL, Francisco. Tomás de Aquino Un pensamiento siempre actual y renovador. Editorial Scire Selecta Barcelona 2004 pág. 217)

O cuando comentando la Encíclica de Pío XI “Divini illius magistri nos adentró en el fin de la educación según Santo Tomás: “El fin del matrimonio no es sólo la generación de la prole “sed traduccionem et promotionem usque ad perfectum statum hominis, in quantum homo est, qui est virtutis status” y que Pío XI lo incorporó a su Encíclica con estas palabras:

“La naturaleza no pretende solamente la generación de la prole, sino también su conducción y promoción hasta el estado perfecto del hombre en cuanto hombre, que es el estado de virtud” (Pío XI: Divini Illius Magistri nº 17)

Pero no os hablaría con rigor si no proclamase que debo a la Iglesia Católica lo mejor de mí mismo. El Magisterio de la Iglesia ha sido fuente de luz para mi labor de profesor. Y lo sigue siendo para mi vida personal. La doctrina de los Pontífices del siglo XIX y XX es abrumadora. Por mi coincidencia temporal soy hijo espiritual de Juan Pablo II y de Benedicto XVI. Os leo una cita:

“Cuando se pierde el sentido de Dios, también el sentido del hombre queda amenazado y contaminado, como afirma lapidariamente el Concilio Vaticano II: «La criatura sin el Creador desaparece... Más aún, por el olvido de Dios la propia criatura queda oscurecida». El hombre no puede ya entenderse como « misteriosamente otro » respecto a las demás criaturas terrenas; se considera como uno de tantos seres vivientes, como un organismo que, a lo sumo, ha alcanzado un estadio de perfección muy elevado. Encerrado en el restringido horizonte de su materialidad, se reduce de este modo a «una cosa», y ya no percibe el carácter trascendente de su «existir como hombre». No considera ya la vida como un don espléndido de Dios, una realidad «sagrada» confiada a su responsabilidad y, por tanto, a su custodia amorosa, a su «veneración». La vida llega a ser simplemente «una cosa», que el hombre reivindica como su propiedad exclusiva, totalmente dominable y manipulable. … El eclipse del sentido de Dios y del hombre conduce inevitablemente al materialismo práctico, en el que proliferan el individualismo, el utilitarismo y el hedonismo”.

Hablo pues como profesor de Literatura que ha dedicado su vida a enseñar a los adolescentes y jóvenes, convencido de que la literatura y el arte en general, no son una vana distracción contra el tedio, sino otro modo de llegar a conocer el alma humana: nuestras pasiones, nuestras desazones, nostalgias, entusiasmos y lamentos. Es una ventana abierta a la vida, una atalaya privilegiada desde donde podemos conocernos mejor, deslindar aciertos y errores individuales y colectivos, para llenarnos de esperanza, para llegar a ser más libres. Por ahí también iba la catarsis griega.

Mis profesores de la Facultad me adiestraron en el lenguaje peculiar de la literatura. Pero en Santo Tomás, de la mano de mis maestros de Schola, aprendí a descubrir el fin y sentido de mi asignatura. La literatura no podía reducirse a vanidad erudita, ni a orgullo ilustrado ni a incrementar el reducido número de las élites cultas de una nación. La literatura y la lengua tenían ante todo que ayudar a mis alumnos a crecer en el proyecto de su perfección personal y, como consecuencia, a ser felices.

Me temo que estamos en un sistema educativo puramente formal. Se ha olvidado el fondo de la cuestión. Hoy el sistema se reduce a adiestrar, en cada curso, a los alumnos para que superen las barreras formales de currículos y tareas, aunque nadie esté satisfecho y todos nos quejemos de la ignorancia supina de bachilleres, universitarios y del común de escolares.

2. EL ARTE COMO ATALAYA DE LA VIDA HUMANA

Así lo entendía el asombroso pintor MAGRITTE. El arte introduce la belleza en el interior del ser humano. Os selecciono unos cuadros de la serie dedicada a desvelar la función del arte. Varios de ellos llevan el significativo título “La condición humana”. En ninguno de ellos aparece la figura humana y sin embargo, como si de un acertijo se tratara, nos insinúa que en estas figuraciones se representa el modo de actuar el ser humano con relación al arte. El artificio es sencillo: un cuadro con su caballete, dentro del cuadro. Cuadro que rompe el muro y prolonga e introduce dentro la belleza que se encuentra al otro lado, fuera. El pintor la copia y nos la acerca al interior. Esta es la condición humana.

Algo parecido nos transmite Pedro Salinas en su composición titulada “EL POEMA”

Y ahora, aquí está frente a mí.
Tantas luchas que ha costado,
tantos afanes en vela,
tantos bordes de fracaso
junto a este esplendor sereno
ya son nada, se olvidaron.
Él queda, y en él, el mundo,
la rosa, la piedra, el pájaro,
aquéllos, los del principio,
de este final asombrados.
¡Tan claros que se veían,
y aún se podía aclararlos!
Están mejor; una luz
que el sol no sabe, unos rayos
los iluminan, sin noche,
para siempre revelados.
Las claridades de ahora
lucen más que las de mayo.
Si allí estaban, ahora aquí;
a más transparencia alzados.
¡Qué naturales parecen,
qué sencillo el gran milagro!
En esta luz del poema,
todo,
desde el más nocturno beso
al cenital esplendor,
todo está mucho más claro.

Salinas, tras presentarnos los fracasos, esfuerzos, afanes del largo proceso de creación, nos revela lo realmente clarificador a partir del séptimo verso. Para Salinas el punto de arranque de la inspiración se encuentra en la realidad “la rosa, la piedra, el pájaro, aquéllos, los del principio”. En esta orilla de la palabra siguen, pero ya transfigurados en “este final asombrados”.

En su estado original, anterior a la intuición del poeta, ya estaban claros. Pero todo poeta sabe que todavía se podía “aclararlos” aún más. Ahora, tienen luz propia aún en medio de la noche. El poema supera a la realidad, pero no contra ella, sino a su servicio y al de una humanidad que quiere encontrar en todo la verdad. Gracias al poema aquellos iniciales “rosa (la), piedra (la) y el pájaro” han sido alzados a más transparencia “para siempre revelados.” Los que estaban allí, ahora están aquí. Se han quedado en la palabra. A la luz del poema “todo está mucho más claro”.

Rob Gonsçalbes

Para algunos el arte sustituye a la realidad. Constituidos en dioses, consideran que sus obras hacen innecesarias las maravillas de la Creación. Pero todo artista sabe que le ha sido dado un don privilegiado, que no le pertenece. Se puede envanecer y como en tatos casos conocidos hasta llevarlo a la autodestrucción. Una vez más nos encontramos ante la vida como opción de libertad. Yo desde luego he seguido la escuela de los que consideran el arte como otra vía para llegar al conocimiento de la verdad. El arte es instrumento de conocimiento. Su vía más propia es la del corazón o si se quiere el “itinerario de la hermosura”.

(Tres cuadros de Rob Gonsçalbes nos confirman que la belleza tiene que ver con el bien y con la verdad. El arte busca iluminar la vida. No se trata de que el arte se reduzca a una sucesión de moralizaciones. Sí de dar claves de sentido.)

3. VISIÓN UNITARIA E INTERDISCIPLINAR DE LA HISTORIA LITERARIA

La idea dominante que les quiero trasmitir es que la sucesión de movimientos estéticos, cada uno con causas propias que explican su nacimiento, en una perspectiva diacrónica no son saltos cambiantes en el proceso creativo del tiempo, sino un continuo en el que determinados anclajes temáticos nos permiten comprender y relacionar aspectos básicos de lo humano permanente. La cristiandad medieval es un modelo de civilización cuya clave se encuentra en la concepción cristiana del hombre como persona. Ello explica la ciudad medieval, las catedrales, las universidades, las sumas, los códigos, los cantares de gesta, los poemas de la clerecía, los cantos líricos o las representaciones teatrales.

La literatura y el arte en general moderno y contemporáneo surge para proclamar la autonomía del hombre, su individualismo radical. Si en el principio contemplamos el gozo de la liberación de los lazos que lleva consigo el concepto de persona, trescientos años más tarde, sobre todo en los siglos XIX y XX, escucharemos el horror del hombre desolado, del hombre desorientado y roto.

No se puede escuchar como quien oye llover la exaltación del hombre que hace Pico de la Mirándola o la exaltación del placer que defendió Lorenzo Valla. ¿Cómo hemos de leer La Celestina? Celestina es un modelo profético. La concepción del hombre que propone, nuevo en apariencia, está abocado a la destrucción y a la muerte. La sabia del hedonismo, con astucia y sagacidad, enseñaba “La naturaleza huye lo triste y apetece lo deleitable”. Y lógicamente repetía: Riquezas quiero “a tuerto o a derecho”. Su muerte tenía que ser violenta, como la de todos los personajes más significativos.

¿No hemos de leer el Lazarillo de Tormes, como el personaje más cínico de la literatura española, más que La Lozana Andaluza y en nada que ver, aunque parezca lo contrario, con la gran Novela picaresca del siglo XVII?

¿No son abominables las palabras con que el Arcipreste de San Salvador aconseja al deshonrado Lázaro?

“Lázaro de Tormes, quien ha de mirar a dichos de malas lenguas, nunca medrara. Digo esto porque no me maravillaría alguno, viendo entrar en mi casa a tu mujer y salir della. Ella entra muy a tu honra y suya, y esto te lo prometo. Por tanto, no mires a lo que pueden decir, sino a lo que te toca, digo a tu provecho."

La lectura del siglo XIX y XX, no se pueden entender desvinculados del modelo de hombre anunciado en Celestina y Lázaro.

La actitud creadora de España en su Siglo de Oro de haber sabido armonizar elementos contrarios no debe desorientarnos. No desdeña lo nuevo y lo sabe integrar en su herencia tradicional. España demostró al mundo que se pueden armonizar la herencia griega, la romana y la bíblico-cristiana. Pero la contienda estaba servida. Europa sobre todo desde La Ilustración, pero ya desde finales del XIV y sobre todo desde el XV ha renegado de la tradición antropológica del cristianismo.

El hombre renacentista que se propuso ser “la medida de todas las cosas”, anteponer la voluntad y subordinarle la razón. Aquel que en boca de Segismundo proclama proféticamente “Atrevámonos a todo”. La rebelión contra el orden de las cosas, trescientos años más tarde, no ha traído la felicidad al hombre ni su liberación. Vale la pena contraponer el proyecto del humanismo renacentista con el héroe de las obras más representativas del siglo XX: Andrés Hurtado del Árbol de la ciencia. Max Estrella de Luces de Bohemia. Los personajes de Azorín. O Pedro el médico y protagonista de Tiempo de Silencio que quería emular al premio Nobel Ramón y Cajal y que terminará frustrado de médico rural en una aldea perdida de la Mancha, por citar algunas obras de lectura obligatoria.

No sentir un estremecimiento radical cuando muchos años después escuchamos en obras menores como Don Álvaro o la fuerza del sino al protagonista que en el momento de suicidarse proclama “Perezca la raza humana” o en obras realmente admirables como “Sombra de Paraíso” de Vicente Aleixandre: “Humano, no nazcas”, ante el temor de que la hermosura de la creación vaya a ser destruida por el hombre.

Comparad los ideales del hombre renacentista, un Fray Luis de León, en su poema Horaciano “Qué descansada vida”, por ejemplo, con el desolador poema de Don Luis Cernuda “Donde habite el olvido”:

Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.

Munch
“El camino por el que se ha llegado a este suicidio ontológico del hombre como persona ha sido el de un antropocentrismo inmanentista. Las diversas formas en que ha buscado su consumación la filosofía de la inmanencia: monismo naturalista de la sustancia, monismo dialéctico del devenir de lo absoluto, primacía de la praxis expresada como materialismo dialéctico, inversión de valores, antiteísmo postulativo negador de todo absoluto, han pretendido buscar la muerte de Dios, del Dios personal..."

El lamento de Pleberio no ha dejado de oírse ni un solo día desde aquellos primeros años del siglo XVI: “¿Para quien edifiqué torres? ¿Para quien adquirí honras? ¿Para quien planté árboles? ¿Para quien fabriqué navíos? Yo pensaba en mi más tierna edad que eras y eran tus hechos regidos por algún orden Me pareces un laberinto de errores. Y cita a Petrarca: «Videtur mihi vita haec dura quaedam arca laborum, palaestra discriminum, scoena faliaciarum, labyrinthus errorum, falsa laetitia, verus dolor...»

No puedo contemplar la obra de Munch sin parecerme oír el llanto del padre de Melibea.

Una obra menos conocida, pero expresión total de la rebeldía y fracaso del hombre actual es “Altazor “ de Vicente Huidobro.

El canto I es un poema filosófico, en que el hombre ha perdido su razón de ser. Nada de lo que había enseñado la cultura occidental queda en pie. Como en un cataclismo se van derrumbando todas sus pretensiones. La construcción de un mundo feliz se ha venido abajo. Es sordo quien no oye el clamor. Es ciego quien no ve los escombros. Y sin embargo erre que erre seguimos en los mismos errores como si estos fueran la única senda del hombre. ¿Hasta cuándo? Percibo una nostalgia inconmensurable del reino de las bienaventuranzas. ¿No oís entre tanto sollozo como un lejano clamor del Reino de Cristo?

El comienzo es especialmente significativo. Ha de leerse en el contexto de la referencia a la expulsión de los Primeros Padres del Paraíso por su desobediencia inicial. Ahora tiene lugar la expulsión segunda del paraíso que con sus propias manos quiso construirse el hombre. Sin este acontecimiento no puede entenderse ni la historia del mundo moderno y contemporáneo ni su alma desolada y desorientada. Así comienza el canto I. Reflexionad sobre el verso 12:

“Altazor ¿por qué perdiste tu primera serenidad?
¿Qué ángel malo se paró en la puerta de tu sonrisa
Con la espada en la mano?

¿Quién sembró la angustia en las llanuras de tus ojos como el adorno de un dios?

¿Por qué un día de repente sentiste el terror de ser?
Y esa voz que te gritó vives y no te ves vivir
¿Quién hizo converger tus pensamientos al cruce de todos los vientos del dolor?

Se rompió el diamante de tus sueños en un mar de estupor
Estás perdido Altazor
Solo en medio del universo
Solo como una nota que florece en las alturas del vacío
No hay bien no hay mal ni verdad ni orden ni belleza
¿En dónde estás Altazor?

4. LOS CAMINOS DEL INMANENTISMO

Mi maestro Don Francisco Canals Vidal lo dijo desde su conocimiento filosófico:

“El camino por el que se ha llegado a este suicidio ontológico del hombre como persona ha sido el de un antropocentrismo inmanentista. Las diversas formas en que ha buscado su consumación la filosofía de la inmanencia: monismo naturalista de la sustancia, monismo dialéctico del devenir de lo absoluto, primacía de la praxis expresada como materialismo dialéctico, inversión de valores, antiteísmo postulativo negador de todo absoluto, han pretendido buscar la muerte de Dios, del Dios personal, trascendente y creador del hombre a su imagen, como una exigencia para la vida del hombre.” (CANALS VIDAL, Francisco: Tomás de Aquino. Editorial SCIRE SELECTA B.2004 Pág 216)

Machado lo cantó así:

“¡Oh, dime, noche amiga, amada vieja,
que me traes el retablo de mis sueños
siempre desierto y desolado, y sólo
con mi fantasma dentro,
mi pobre sombra triste
sobre la estepa y bajo el sol de fuego,
o soñando amarguras
en las voces de todos los misterios,
dime, si sabes, vieja amada, dime
si sonmías las lágrimas que vierto!

Me respondió la noche:
Jamás me revelaste tu secreto.

Yo nunca supe, amado,
si eras tú ese fantasma de tu sueño,
ni averigüé si era su voz la tuya,
o era la voz de un histrión grotesco.

Dije a la noche: Amada mentirosa,
tú sabes mi secreto;
tú has visto la honda gruta
donde fabrica su cristal mi sueño,

y sabes que mis lágrimas son mías.
y sabes mi dolor, mi dolor viejo.

¡Oh! Yo no sé, dijo la noche, amado,
yo no sé tu secreto,
aunque he visto vagar ese que dices
desolado fantasma, por tu sueño.

Yo me asomo a las almas cuando lloran
y escucho su hondo rezo,
humilde y solitario,
ese que llamas salmo verdadero;
pero en las hondas bóvedas del alma
no sé si el llanto es una voz o un eco.
Para escuchar tu queja de tus labios
yo te busqué en tu sueño,
y allí te vi vagando en un borroso
laberinto de espejos.”

Lewis Carrol nos lo planteó de manera semejante:

“- La Oruga y Alicia se estuvieron mirando un rato en silencio: por fin la Oruga se sacó la pipa de la boca, y se dirigió a la niña en voz lánguida y adormilada.

- ¿Quién eres tú? -dijo la Oruga.

No era una forma demasiado alentadora de empezar una conversación. Alicia contestó un poco intimidada:

- Apenas sé, señora, lo que soy en este momento... Sí sé quién era al levantarme esta mañana, pero creo que he cambiado varias veces desde entonces.

- ¿Qué quieres decir con eso? -preguntó la Oruga con severidad-. ¡A ver si te aclaras contigo misma!

- Temo que no puedo aclarar nada conmigo misma, señora -dijo Alicia-, porque yo no soy yo misma, ya lo ve.

- No veo nada -protestó la Oruga.

- Temo que no podré explicarlo con más claridad -insistió Alicia con voz amable-, porque para empezar ni siquiera lo entiendo yo misma, y eso de cambiar tantas veces de estatura en un solo día resulta bastante desconcertante.”

5. (ALGUNAS OBRAS MAESTRAS DE LA PINTURA DEL SIGLO XX (desorientación y vacío personal:

1.- HOPPER / 2.- MAGRITTE / 3.- ENSOR / 4.- MATÍAS SÁNCHEZ)

6. NECESITADOS DE ÍTACA

Desde hace algún tiempo vengo recomendando la lectura de la Odisea en clave educativa. Comparar la vida humana con un viaje, un camino o una peregrinación se ha convertido en un lugar común. Sin embargo conviene volver a estas viejas imágenes sobre todo cuando se ha perdido el rumbo y no se tiene claro ni para qué estamos aquí ni hacia donde tenemos que ir.

Hemos olvidado el principio y fundamento ignaciano y a muchos, expertos en literatura incluidos, les molesta la rotundidad de nuestro recio poeta castellano, Calderón, que como nos explicó Salinas es “tradición y originalidad”:

“Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimos
descansamos.

Machado por el contrario nos ha enseñado por boca de Juan Manuel Serrat

Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.

Hemos renunciado a la larga tradición, presente ya entre los griegos, que nos enseñaba que el camino de la vida nos ofrece dos direcciones: el de la virtud y el del vicio. Pitágoras lo representó con una Y. El comienzo de la vida es común y hasta ingenuo. Pero al llegar a la adolescencia se bifurca el camino, se convierte en encrucijada Lo demás será una opción de libertad. Jenofonte recoge en sus “Memorables” las palabras que Sócrates dirige al joven Aristipo para que siguiera el camino de la virtud. Se trata del famoso mito de Hércules en la encrucijada de los caminos. Según cuenta Jenofonte, Heracles estaba llegando al final de la infancia y al comienzo de la adolescencia, una edad en la que, finalmente, los jóvenes se independizan y manifiestan la futura orientación de su vida que seguirá el camino de la virtud o del vicio. Heracles se alejó hacia un lugar tranquilo y se sentó, porque dudaba acerca del camino a seguir. Entonces, se le aparecieron dos majestuosas mujeres» (Memorables II, 1, 21-22). Una representa al Vicio; intenta persuadir al joven héroe para que la acompañe por «el camino más agradable y fácil»: es la vía de la izquierda o siniestra; la otra es la Virtud, que le propone convertirlo en un «excelente artista de obras bellas y venerables»: es la vía de la derecha o vía derecha. Se inicia una discusión entre ambas mujeres. La Virtud acusa a su rival de falsedad, evidenciando el humillante revés al que, inevitablemente, conduce su camino. En cuanto a la recta vía, ciertamente «larga y difícil», permite al final «poseer la mayor de las felicidades». (Memorables II, 1, 34). El mito nos recuerda las palabras de Cristo cuando nos habla de la puerta ancha y de la estrecha. Ha sido fuente de inspiración de numerosas obras de arte, Rubens por ejemplo o Bach.

Nuestro tiempo queda reflejado en el siguiente diálogo de Alicia en el País de las maravillas:

“- Minino de Cheshire, ¿podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí?

- Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar -dijo el Gato.

- No me importa mucho el sitio... -dijo Alicia.

- Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes -dijo el Gato.

- ... siempre que llegue a alguna parte -añadió Alicia como explicación.

- ¡Oh, siempre llegarás a alguna parte -aseguró el Gato-, si caminas lo suficiente!”

Es posible que lleguemos a alguna parte; pero más probable es que nos quedemos varados en el camino. Si Ulises, al terminar la guerra de Troya no hubiera sabido que su lugar natural era Ítaca, se hubiera quedado en cualquiera de las mil tentaciones que le sobrevienen en el camino. No todas tienen los peligros de la hechicera Circe, ni el peligro de los cíclopes, ni encrucijadas como la de Escila y Caribdis. También encuentra a la diosa Calipso que además de su hermosura le ofrece la inmortalidad o, el todavía más tentador, encuentro con La joven, pudorosa, prudente y bellísima Nausicaa, en el país de los feacios, que no ha conocido la guerra y que todos los atardeceres se dedican a cantar a los héroes y a celebrar en banquetes sus victorias. Si no hubiera sabido que en Ítaca le esperaba su padre Laertes, su hijo Telémaco, su esposa Penélope, su porquerizo Eumeo y hasta su perro Argos no hubiera regresado y más sabiendo que tiene que disfrazarse de mendigo y entablar una lucha a muerte con los pretendientes de su mujer. Tiene razón Cernuda. Si no existen lazos, vínculos es imposible caer en la cuenta de regresar; que es en los compromisos, como le enseña el Zorro al Principito, donde aparece nuestra liberación.

(Un solo fragmento de la ODISEA “EL PAIS DE LOS LOTÓFAGOS” -HOMERO La Odisea Editorial Gredos. Barcelona. 2001, Canto IX págs.132-133-)

Los peligros mayores no siempre provienen de las violencias físicas. En el país de los lotófagos no se amenaza a nadie con la muerte. Me parece estremecedor, por su cruda actualidad, que la amenaza radique en matar las ilusiones, los ideales, las esperanzas que ponen en acción a los seres humanos. La flor de loto con su dulzor meloso no es un veneno que mata el cuerpo, sino una golosina que enerva, sí enerva, el alma. Quien come de ella “al instante perdía todo gusto de volver y llegar con noticias al suelo paterno; sólo ansiaba quedarse entre aquellos lotófagos, dando al olvido el regreso”

Resulta fácil encontrar analogías. El horror a las drogas y las amenazas físicas y psíquicas del inquietante mundo del botellón, no surgen de fantasías sin fundamento. Ahí están. Pero siempre he creído que en el loto podemos entrever simbolizados, aquellos alimentos del alma. Aquellas corrientes de pensamiento que dejan a la juventud a la intemperie de los entusiasmos, en la más indigente indiferencia. Ya no vale la pena el regreso ni llegar con nuevas al suelo paterno, cuando alguien se cree que todo da igual, que las aspiraciones nobles son cuentos y leyendas interesadas o bobaliconas. El aturdimiento y hasta los quietismos pueden encontrarse en medio de vertiginosos dinamismos y acciones sin rumbo que no llevan sino al hastío, al vacío existencial y a la pérdida del sentido.

Es difícil esperar que la juventud salga espontáneamente de sus placenteras bahías mientras no oigan como voz interior la llamada de una misión, de una vocación que se encuentra muy por encima de las atractivas incitaciones de esta sociedad del bienestar y del consumo, mientras no demos con la perla inapreciable simbolizada en ese “solar paterno” al que llegar con noticias, al que regresar para encontrarnos en la eterna Ítaca. El contraveneno de los “lotos” lo encontraremos en el hallazgo de nobles ideales y de fundamentados entusiasmos.

Ulises lo tenía más fácil que nosotros. “Los conduje a las naves por la fuerza y en llanto; los arrastré por la cala y al fin, los dejé bien atados debajo de los bancos”. A Ulises, el amor a los suyos, le obligó a aplicar medidas extremas, que a nosotros, al menos físicamente, nos están vedadas.

Sin embargo, en el barco de Ulises, como entre nosotros, existe también una juventud diligente que empuña con brío el remo de la vida y no ha probado la flor de loto. ¿Qué hacer? El final del fragmento nos da una lección inolvidable. Ulises es prudente y ordena una segunda medida si no como solución como remedio elemental y básico: huir, huir de las ocasiones. “Al punto ordenaba a mis otros amigos que embarcaran aprisa en las rápidas naves, no fuese que comieran algunos la flor”. No es pequeña medida evitar las ocasiones, bien lo sabemos los padres. Mucho más eficaz, trasmitirles como sentido de la vida, un ideal noble, aquel que Homero simbolizó en ese “regresar a la patria”.

7. PÉRDIDA DEL CONCEPTO DE PERSONA

Si los seres humanos sólo somos un cúmulo de partículas bioquímicas en una encrucijada de caminos. ¿Qué sentido tiene la educación? Somos lo que somos. Como “homo faber” podremos adiestrar nuestras manos pero ¿es útil sacar de nosotros las aspiraciones mejores del corazón?

No conozco un texto tan claro, rotundo y explícito como el diálogo de Cambises con su hijo Ciro.

“- Pero ¿cuál es el mejor medio para adquirir la superioridad sobre los enemigos, padre?

- Por Zeus, respondió Cambises, lo que me preguntas no es ya un asunto desdeñable ni sencillo; pero sabe bien que quien lo pretenda conseguir debe ser conspirador, disimulado, tramposo, mentiroso, ladrón, bandido y superior en todo a sus enemigos y Ciro, echándose a reír, dijo:

- Por Heracles, padre, ¡en qué clase de hombre dices tú que me debo convertir!

- Con tal conducta, hijo mío, serías el varón más justo y conforme a las normas establecidas.

-¿Entonces, cómo es que cuando éramos niños y efebos nos enseñabais lo contrario?” (JENOFONTE Ciropedia. Editorial Gredos Barcelona 2001 págs. 76-77)

¿Esta es la vida? ¿No existe otro camino para triunfar que el que narra Jenofonte, allá en el siglo IV antes de Cristo, en la Ciropedia? Sin educación todo se atrofia o se empequeñece. Nacemos para llegar a ser. Vivir es una tarea de crecimiento y perfección. ¿Qué queremos que sean nuestros hijos? Si nuestra vida no tiene otra esperanza que lo que ofrece este mundo, es nuestra obligación hacerles triunfadores para el aquí y el ahora a toda costa. Si no existe nada más allá, la pregunta de Ciro a su padre es no sólo la más acertada sino la única legítima. ¿Qué tengo que hacer para ser superior a mis enemigos?.

En su fuero interno, Ciro sabe que eso contradice su conciencia natural. Le confiesa a su padre: “- Por Heracles, padre, ¡en qué clase de hombre dices tú que me debo convertir”. Pero Cambises con una firmeza rayana en el cinismo le responde: “- Con tal conducta, hijo mío, serías el varón más justo y conforme a las normas establecidas”. Cambises no puede hablar con mayor claridad. Para él no existe un referente objetivo de justicia. Ser justo es cumplir las normas sociales convencionalmente establecidas. Como ven nada nuevo bajo el sol. La doctrina del padre goza de una rabiosa actualidad.

8.- EN BUSCA DE UN HORIZONTE DE ESPERANZA

1) Benedicto XVI:

Don: Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de persona; No es solamente algo, sino alguien, capaz de conocerse, de poseerse, de entregarse libremente y de entrar en comunión con otras personas.

Tarea: Al ser humano Dios le ha confiado una doble tarea madurar en su capacidad de amor y hacer progresar el mundo, renovándolo en la justicia y en la paz.”

2) Pedro Salinas

Perdóname por ir así buscándote
tan torpemente, dentro de ti.

Perdóname el dolor, alguna vez.
Es que quiero sacar
de ti tu mejor tú.

Ese que no te viste y que yo veo,
nadador por tu fondo, preciosísimo.
Y cogerlo
y tenerlo yo en alto como tiene
el árbol la luz última
que le ha encontrado al sol.

Y entonces tú
en su busca vendrías, a lo alto.
Para llegar a él
subida sobre ti, como te quiero,
tocando ya tan só1o a tu pasado
con las puntas rosadas de tus pies,
en tensión todo el cuerpo, ya ascendiendo
de ti a ti misma.

Y que a mi amor entonces le conteste
la nueva criatura que tú eras.

Ningún ser humano nace hecho, acabado o perfecto. La vida se nos da como un camino de perfección, un tiempo o una sucesión de días para lograr que el que en germen estaba previsto que fuera no se quede tronchado o destruido en las alternativas del vivir de cada día. El punto de partida de todo educador, es decir, de padres, amigos, esposos, y no sólo de los profesores, es que tenemos delante una persona, que posee un proyecto de ser único e irrepetible, pero que hay que ayudar a aflorar, que hay que cultivar y que hay que alimentar. Educar es una tarea exigente y ardua. Exige paciencia, observación y creatividad; pero sobre todo amor, es decir, saber que el otro tiene un bien que tú tienes que ayudar a descubrir y a hacer crecer.

En educación lo que no se cultiva se atrofia. Si los hijos fuesen sólo una combinación biológica de los padres, el conocimiento de los genes nos permitiría predecir cualquier vida desde su concepción. Quizás podamos conocer sus tendencias y sus fragilidades corporales: pero nunca, aunque conociéramos circunstancias de espacio y de tiempo, podríamos, sin atrofiarlo previamente, ni definir ni determinar el futuro ni el comportamiento de nadie. Esto es ser persona, un proyecto en libertad, único e irrepetible, que alcanza su sazón cuando armoniza proyecto, naturaleza y vida, de lo contrario padece sensación de vacío, se encuentra desazonado e insatisfecho.

Maravillosamente lo entendió y lo expresó Pedro Salinas. Amar no es recrearse en las delicias aparentes y efímeras del amado y de la amada. Es ayudarse recíprocamente a su mutua perfección. Ello no es fácil ni está exento de errores e incluso de sufrimiento. Perdóname, suplica el poeta, por ir a veces con tanta torpeza, por ocasionar a veces dolor. El que ama no pretende ni lo uno ni lo otro. El amor le obliga de manera inexcusable a buscar, a bucear en el fondo y a propiciar ese “tú” verdadero ignorado por el otro, pero en el que se encuentra el auténtico y mejor modo de ser de cada persona.

Es una tarea de crecimiento, de elevarse hacia lo alto, de buscar nuestra propia perfección, como cuando el árbol parece que se alza al encuentro de la última luz del sol. “Ascendiendo de ti a ti misma”, como tan nítidamente lo describe Salinas. Es entonces cuando el amor verdadero encuentra su respuesta proporcional. El ser que en germen estaba en mi hijo o en mi hija, en mis alumnos, en mi amigo o amiga en mi novia o en mi esposa, aquel a quien verdaderamente amo, corresponde con su verdad esencial esa criatura, que siendo desde siempre, “que eras”, se ha transformado en nueva. Entonces le puede “contestar” de igual a igual, de ser a ser, de verdad a verdad.

3) DULCE Mª LOYNAZ

Señor que lo quisiste: ¿Para qué habré nacido?
¿quién me necesitaba, quién me había pedido?

¿Qué misión me confiaste? Y ¿por qué me elegiste;
Yo; la inútil, la débil, la cansada…? La triste.

Bien sé que todo tiene su objeto y su motivo:
Que he venido por algo y que para algo vivo.

Que hasta el más vil gusano su destino ya tiene,
Que tu impulso palpita en todo lo que viene…

Y que si lo, mandaste fue también con la idea
de llenar un vacío por pequeño que sea…

Que hay un sentido oculto en la entraña de todo;
En la pluma, en la garra, en la espuma, en el lodo…

Que tu obra es perfecta: ¡Oh Todopoderoso,
Dios justiciero, Dios Sabio, Dios Amoroso!...

El Dios de los mediocres, los malos y los buenos…
En tu obra no hay nada ni de más ni de menos…

Ningún poema más apropiado para expresar la concepción cristiana de que todo ser humano, por desvalido y poca cosa que parezcamos ser, viene a llenar un vacío irremplazable, tiene un destino, un objetivo y una misión. En el tono confiado y humilde de una oración, Dulce Mª. le pregunta a Dios por el objetivo o fin de su existencia “¿Para qué habré nacido?" Se siente tan poquita cosa (triste, inútil, débil, cansada) que ni puede imaginar que alguien la pueda necesitar. Por no ser, no se siente ni buena, pues sus buenas acciones más que fruto meritorio, son producto de “la obediencia fácil a un instinto oportuno”.

Ghirlandaio

4) Ghirlandaio

Maravilloso retrato de Giovana Tornabuoni. La hermosa joven, recientemente fallecida, aparece delante de varios objetos que simbolizan su tenor de vida.

Junto a ellos aparece, en un cartellino, un fragmento de un epigrama de Marcial (XXXII) titulado A un retrato de Antonio Primo y que, junto con la fecha en números romanos, dice: «¡Ojalá pudiera el arte reproducir el carácter y el espíritu! En toda la tierra se encontraría un cuadro más hermoso»









5) Isabel Guerra

Isabel Guerra

9.-EDUCAR AL HOMBRE

En el capítulo XXV de La ciudadela, Antoine de Saint Exùpery nos presenta con su lenguaje sentencioso, como el de los libros sapienciales, y poético, por el lenguaje figurado en el que se expresa, el meollo del fin y naturaleza de la educación.

“Por esto hice venir a los educadores y les dije:

- No estáis encargados de matar al hombre en los pequeños, ni de transformarlos en hormigas para la vida en el hormiguero. Porque poco me importa que el hombre esté más o menos colmado. Lo que me importa es que sea más o menos hombre. No pregunto primero si el hombre será o no feliz, sino qué hombre será feliz. Y poco me importa la opulencia de los sedentarios saciados, como del ganado en el establo.

No lo colmaréis de fórmulas vacías; sino de imágenes cargadas de estructuras.

No los llenaréis de conocimientos muertos. Sino que les forjaréis un estilo para que puedan asir.

No juzgaréis de sus aptitudes por su aparente facilidad tal o cual sentido. Porque quien va más lejos y logra mayor éxito es el que más ha trabajado en contra de sí mismo. En primer lugar, pues, tendréis en cuenta el amor.

No insistiréis sobre el uso. Sino sobre la creación del hombre, a fin que éste cepille su tabla en la fidelidad y el honor, y la pulirá mejor.”

10.- CIERRO CON DON QUIJOTE

Si tuviese que elegir un único pasaje como paradigma de la magnanimidad y grandeza de nuestro inmortal caballero me quedaría con el fragmento que escribe Cervantes tras ser derribado de Rocinante en las playas de Barcelona.

Lo sublime aparece en el momento en que, debiendo cumplir las condiciones acordadas, debiendo proclamar todo lo asumido antes del combate, se niega a dar cumplimiento, tras la derrota. La fuerza dramática de la escena no puede ser más sobrecogedora. Don Quijote, el caballero que sabe lo que significa la palabra dada, no la cumple.

“Fue luego sobre él, y poniéndole la lanza sobre la visera, le dijo.

- Vencido sois, caballero, y aun muerto, si no confesáis las condiciones de nuestro desafío.”

El estado físico de nuestro héroe es deplorable y hasta lastimoso.

“Don Quijote, molido y aturdido, sin alzarse la visera, como si hablara dentro de una tumba, con voz debilitada y enferma,”. Nuestro héroe se encuentra en el más deplorable estado físico. Precisamente por eso su mensaje y lección es más conmovedora y universal

Don Quijote proclamó:

“- Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo, y yo el más desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta, caballero, la lanza, y quítame la vida, pues me has quitado la honra”. Nunca nuestras flaquezas pueden ir en detrimento de la verdad, en todo caso se pondrá en juego nuestra vida, pues se ha puesto en entredicho nuestra honra.

No hay excusa posible. Don Miguel, que harto sabía de ello, para levantar ánimos abatidos, sentimientos de pequeñez y fragilidad frente a la grandeza de vocaciones y compromisos superiores a nuestras fuerzas, para que nadie pueda no tener modelo ni quedar excusado puso en boca del sublime caballero: “- Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo, y yo el más desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad.”

Aquí ya no hay juego. Por encima de las convenciones, la verdad. Don Quijote deja de cumplir las reglas del Caballero Andante, pero se transforma en el Caballero del Honor, en el Caballero de la Verdad. Con sola la frase “y no es bien que mi flaqueza defraude la verdad” se alza en paradigma de humanidad y señorío. Por algo será que Don Quijote es nuestra obra universal.

El caballero de la blanca luna

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