"Ejército de paz"
2001
Año Internacional del Voluntariado
Juan Pablo II
Sea actuando individualmente, sea agrupados en asociaciones específicas, representáis para niños, ancianos, enfermos, gente en dificultad, refugiados y perseguidos, un rayo de esperanza que disipa las tinieblas de la soledad y anima a vencer la tentación de la violencia y del egoísmo.
¿Qué impulsa a un voluntario a dedicar su vida a los demás? Ante todo, el ímpetu innato del corazón, que estimula a todo ser humano a ayudar a sus semejantes. Se trata casi de una ley de la existencia. El voluntario siente una alegría, que va más allá de la acción realizada, cuando logra dar gratuitamente algo de sí a los demás.
Precisamente por eso, el voluntariado constituye un factor peculiar de humanización: gracias a las diversas formas de solidaridad y servicio que promueve y concreta, hace que la sociedad esté más atenta a la dignidad del hombre y a sus múltiples expectativas. A través de la actividad que lleva a cabo, el voluntariado llega a experimentar que la criatura humana sólo se realiza plenamente a sí misma si ama y se entrega a los demás.
(...) No se trata de satisfacer únicamente las necesidades materiales del prójimo, como el hambre, la sed, la carencia de vivienda y la asistencia médica, sino de llevarlo a experimentar de modo personal el amor, la caridad.
No basta salir al encuentro de quien se halla en dificultades materiales; es preciso satisfacer al mismo tiempo su sed de valores y de respuestas profundas. Es importante el tipo de ayuda que se ofrece, pero mucho más aún el corazón con el que se brinda. Ya se trate de microproyectos o de grandes realizaciones, el voluntariado está llamado a ser en todo caso escuela de vida, especialmente para los jóvenes, contribuyendo a educarlos en una cultura de solidaridad y acogida, abierta a la entrega gratuita de sí.
A menudo los voluntarios suplen y anticipan las intervenciones de las instituciones públicas, a las que corresponde reconocer adecuadamente las obras nacidas gracias a su valentía y favorecerlas sin extinguir su espíritu originario.
Queridos hermanos y hermanas que constituís este "ejército" de paz difundido en todas las partes de la tierra, sois un signo de esperanza para nuestros tiempos. Donde surgen situaciones de dificultad y sufrimiento, hacéis fructificar los insospechables recursos de entrega, bondad e incluso heroísmo, que están en el corazón del hombre.
Haciéndome portavoz de los pobres de todo el mundo, quiero daros las gracias por vuestro compromiso incesante. Proseguid con valentía vuestro camino; que las dificultades nos os detengan jamás. Que Cristo, el buen samaritano (cf. Lc 10, 30-37), sea el modelo excelso de referencia de todo voluntario.