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Neurociencia y fe: El sistema de creencias como lugar de encuentro interdisciplinar

INTRODUCCIÓN DEL ARTÍCULO

Profesor José Víctor Orón

José Víctor Orón
Grupo mente-cerebro (ICS). UNAV

1. INTRODUCCIÓN.

A. ¿Tiene sentido plantear el binomio neurociencia-fe?

¿Tiene sentido plantear esto? Recientemente observamos que en muchos campos se pregunta si la “neuro-algo” puede decir “algo” al campo respectivo. Así aparece la “neuro-economía”, “neuro-ley”... Todas estas disciplinas deben su existencia a que no puede plantearse ninguna acción humana desconectada de los procesos neurológicos. El cerebro interviene en todo, aunque todo no lo hace el cerebro. No es el cerebro el que piensa, sino la persona es la que piensa y piensa con su cerebro. Si pensara que es mi cerebro quien hace las cosas estaría diciendo un sin sentido. Cuándo un perro corre ¿Quién corre? ¿Sus patas corren?, ¿su cerebro corre? O ¿es el perro el que corre? Por eso no es mi cerebro el que piensa. El que piensa soy yo y para pensar mi cerebro es fundamental. Toda acción humana requiere de la intervención del cerebro. Desde esta perspectiva tiene sentido preguntarse por la neurociencia y la fe. Pues el que vive la fe es la persona y para vivir la fe, como para vivir cualquier realidad humana, el cerebro entra en juego.

La comunicación humana es un proceso global del ser humano muy complicado. No hay forma de “hincarle el diente” desde la neurociencia a un fenómeno tan global. ¿Qué hace pues el neurocientífico? Sin entrar a definir lo que es la comunicación oral humana, examina una tarea simple que todo el mundo pueda dar por hecho que tiene que ver con la comunicación humana

La neurociencia nos puede ayudar a comprendernos mejor a nosotros mismos, pero nunca va ser la instancia que nos diga lo que tenemos que hacer o quiénes somos. El debate sobre esto es un tema muy actual y delicado. El estudio sobre la libertad humana o sobre la conciencia se da hoy en día con mucha fuerza en la neurociencia y se pueden encontrar todas las tendencias que uno se pueda imaginar.

B. ¿Dónde está la fe en el cerebro?

Una pregunta así no creo que ningún neurocientífico la respondiera. Entre otras cosas porque los procesos humanos (y la fe es uno porque quienes tienen fe son los humanos), no "están" en el cerebro, sino que se "dan" en él. Y ¿qué tipo de proceso humano es la fe? Antes de responder a esta pregunta hay que tener presente cómo la neurociencia evalúa los procesos. Por ejemplo si se quiere examinar una habilidad humana como es la comunicación verbal. La neurociencia lo hace de la siguiente forma. La comunicación humana es un proceso global del ser humano muy complicado. No hay forma de “hincarle el diente” desde la neurociencia a un fenómeno tan global. ¿Qué hace pues el neurocientífico? Sin entrar a definir lo que es la comunicación oral humana, examina una tarea simple que todo el mundo pueda dar por hecho que tiene que ver con la comunicación humana. Por ejemplo, examina cómo hacemos familias de palabras y ve qué parte del cerebro se activa si la palabra que se le da es de muchas o pocas alternativas. No es lo mismo que pidan decir palabras que empiezan por “a” que por “y”. Y todo el mundo estaría de acuerdo en que tener un buen vocabulario es una riqueza para la comunicación humana. Hacen la experiencia y sacan resultados. ¿Puede hacer afirmaciones sobre la comunicación humana? No, sino de cosas que parcialmente tienen que ver con ella. Pues se ha reducido el acontecimiento humano a una tarea más o menos significativa.

Clarificada esta forma de proceder del neurocientífico toca preguntarse cómo se examinaría la fe. También la fe es un fenómeno humano global y la neurociencia ni de lejos pretende definirla [La ciencia huye de dar definiciones rápidas y no las necesita para empezar a trabajar. Por ejemplo Pessoa dice que no hace falta definir lo que es emoción y cognición para estudiarlas. "No pienso que necesitemos definirlas en orden a estudiarlas" (Pessoa 2013, 4). Y sigue comentando como la física ha trabajado en la misma línea y sugiere que la mejor definición de una cosa es explicar como funciona.]. Así pues se busca algo que tenga que ver con ella. En este caso la propuesta es el mundo de las creencias. El mundo de creencias se compone de todas las concepciones de lo que es el mundo, lo que soy yo, lo que son mis relaciones con los demás, lo que son mis propias posibilidades de crecimiento… Esto no es la fe, pero sí que guarda relación con ella. Un hecho sorprendente que deberá ser estudiado (pero no creo que desde la neurociencia) es el hecho de que la misma postura de fe, ser cristiano por ejemplo, puede darse con creencias muy distintas entre sí. Por ejemplo, creer que mis capacidades son limitadas o que mis capacidades pueden cambiarse con mi participación y esfuerzo. Son dos posturas existenciales bien distintas: en una la suerte está echada, hay lo que hay, y en otra la puerta al cambio está abierta con trabajo, método...

Esto plantea preguntas como ¿qué imagen de Dios se tiene que lleva a creer cosas distintas? Hay gente que cree en Dios, pero piensa que no tiene nada que hacer con su propia vida. Limitarse a aceptar lo que le toca vivir. Hay lo que hay. En cambio hay otros que también creen en Dios pero creen que, con la gracia de Dios, pueden mejorar y que la última palabra sobre ellos no está dicha. La teología tendrá que reflexionar para saber si todo tipo de creencias son compatibles con una imagen de Dios dada.

Para el presente trabajo, damos por supuesto que la teología resuelve el problema sobre cómo se relacionan la fe en un Dios determinado y el mundo de creencias. Nosotros asumimos que sí hay una relación y ahora nos dedicamos a trabajar con el "sistema de creencias". Así pues, hemos hecho una traslación de un evento humano (la experiencia de fe) a otro evento humano (las creencias personales).

C. ¿Y cómo interpretamos las tareas que tengan que ver con el mundo de creencias?

Para la neurociencia el "sistema de creencias" sigue siendo demasiado grande para "hincarle el diente". Hay que reducir más. Como he dicho, en neurociencia se trabaja con tareas, no con procesos. Se puede pedir a un sujeto que realice una tarea donde ponga en juego su mundo de creencias y ver qué actividad cerebral implica ello. El resultado será una serie de datos que el investigador tendrá que interpretar. Por otro lado si hacemos una revisión y estudiamos diversos artículos donde cada uno estudia diversas tareas, ¿cómo interpretamos los resultados de forma unificada? Buscamos la unidad porque la presuponemos. Si el ser humano es el que se comunica, todas las tareas de la comunicación deberán estar, al menos, relacionadas, pues solo se da un hecho, que es la comunicación. Con el mundo de creencias ocurre igual. Sería difícil pensar que el sistema de creencias cambiara de una tarea a otra, salvo que aceptáramos la “esquizofrenia” como un estado deseable [Más adelante hablaré de la "disonancia cognitiva" y volveré sobre el tema.].

El problema está en que al neurocientífico, para hacer esta lectura unificada, le faltan recursos, pues la ciencia no se los da. Le queda la posibilidad de formular una hipótesis. Una afirmación plausible que necesita una posterior verificación. Pero cuando se formulan hipótesis se están usando métodos de conocimientos, en principio, no científicos. Se trata muchas veces más de posturas filosóficas: concepciones generales. Siendo honrado, el neurocientífico debería decir desde que presupuestos filosóficos hace sus afirmaciones. En el presente trabajo, la postura personal que se tiene para hacer la lectura unificada será la visión del hombre de Leonardo Polo como un ser humano, abierto, irrestricto, en una dinámica siempre creciente, relacional e integradora (Polo 2007). Para no alargar el artículo no haré referencias a ello, pero quede aquí indicado.


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