¿Un “mundo feliz”?
Memoria de dos civilizaciones
Creo que lo que se nos está planteando es si el modelo de ciudad por el que ha optado la modernidad es el espacio adecuado para sacar adelante la vida humana.
Y si responde a las necesidades profundas del ser humano. Siempre es igual: ante la muerte qué sentido tiene la vida, qué estoy haciendo con mi vida.
“La aurora de Nueva York tiene cuatro columnas de cieno y un huracán de negras palomas que chapotean las aguas podridas.
La aurora de Nueva York gime por las inmensas escaleras buscando entre las aristas nardos de angustia dibujada.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca porque allí no hay mañana ni esperanza posible. A veces las monedas en enjambres furiosos taladran y devoran abandonados niños.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos que no habrá paraíso ni amores deshojados; saben que van al cieno de números y leyes, a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos en impúdico reto de ciencia sin raíces. Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes como recién salidas de un naufragio de sangre.”
“Encontrada de nuevo en un volumen de la correspondencia de Flaubert, releída y subrayada por mí hacia 1927, la frase inolvidable: «Cuando los dioses ya no existían y Cristo no había aparecido aún, hubo un momento único, desde Cicerón hasta Marco Aurelio, en que sólo estuvo el hombre». (Memorias de Adriano)
EL HOMBRE SOLO, SIN DIOS: ¿NOS HA TRAÍDO EL MUNDO FELIZ?
O SI PREFIERES:
- DIME COMO VIVES Y TE DIRÉ A QUE TIPO DE CIUDAD Y DE CIVILIZACIÓN PERTENECES
1.- LA CIUDAD, LA REVOLUCIÓN SOCIAL Y POLÍTICA MÁS GRANDE DE LA HUMANIDAD:
- La Historia de la Humanidad comienza propiamente cuando los seres humanos abandonan su estilo de vida errante, nómada, y se asientan en un lugar de manera duradera y estable.
- Surgen nuevas necesidades que la tribu ignoraba.
- Necesita especialización.
- Demanda diversidad de oficios y funciones: artesanos, labradores, defensores.
- Ingeniosamente, V. Pradera las resumía en las “tres P”: Productores, Protectores y Perfeccionadores.
- Pronto la ciudad se convierte en un ideal de vida. Vivir en la ciudad se transforma en una aspiración
- En el proceso de la Historia los estilos de vida van elevando a símbolos los nombres de las ciudades más prestigiosas.
- Babilonia es, por antonomasia, la ciudad del lujo y del placer; Jerusalén, la ciudad santa;
- Atenas, cuna de la belleza y de la razón;
- Alejandría, encuentro del saber y de las culturas:
- Esparta, la ciudad de la guerra.
- Y ¿Roma? La ciudad eterna, urbs y cívitas. Que el Imperio consideró inmortal.
2.- LA “CIVILIZACIÓN CRISTIANA”.
- La civilización que supo transformar la urbs romana, la cívitas romana, en la ciudad cristiana, en un largo proceso de más de mil años y cuya plenitud se alcanza en los siglos XI, XII, XIII y XIV
- Que tiene como clave la concepción del hombre como persona, como vecino de una comunidad,
- Que tiene muy en cuenta la tierra, pero no pierde de vista que su destino es el cielo.
- En el origen aparece La ciudad de Dios de San Agustín.
“Dentro de la ciudad medieval, el fenómeno social básico para comprender el arte gótico y el más característico de la vida europea en los siglos XlII-XlV es el del asociacionismo, la tendencia a agruparse, a trabajar codo con codo, con la conciencia de que el individuo tenía unos deberes con la sociedad, y que su propio destino dependía de la suerte de la sociedad entera.
El trabajo era una virtud cristiana, y la organización misma del trabajo tenía algo de sagrado. Por eso nacieron las cofradías, fundadas con objetivos religiosos, y las corporaciones o gremios, asociaciones con fines más propiamente sociolaborales, que se fueron fundiendo con aquéllas, y cuya estructura estaba jerarquizada en un triple estadio de maestros, compañeros y aprendices; que tenían sus patronos, celebraban sus fiestas religiosas anualmente, se regían autónomamente conforme a una serie de usos y costumbres que empezaron a codificarse en la segunda mitad del siglo XIII.
Allí están los zapateros, los carniceros, los peleteros, los panaderos, los tejedores, los carpinteros, los herreros, los orfebres, y los mercaderes de vario tipo: tenderos ante su mostrador, comerciantes de carnes o de pescados, de telas o de joyas, y hasta los banqueros y los cambistas. Todos, caballeros y damas nobles, labradores o artesanos, todos son representados al mismo nivel, puesto que allí sólo hay una autoridad que se impone a todos y centra la devoción y la adoración de todos: Nuestra Señora la Virgen María”.
El municipio fue alejándose de la organización feudal o señorial de villas y aldeas unidas mediante el vasallaje por la necesidad de defensa, hasta convertirse en agrupamientos humanos en la que desde una naciente organización municipal se cuidaban de todas las necesidades básicas de la población, impuestos, justicia, administración de comunales , higiene, pesas y medidas, valor del pan, etc.
- La ciudad significa libertad y franquicias, y, sobre todo, capacidad de asociación para el trabajo.
- En ella surgen talleres donde los artesanos y artistas trabajan y enseñan la profesión; se asocian por gremios y por logias (sindicatos horizontales y verticales) que permiten una eficaz organización del trabajo.
- Los mercados y ferias facilitan el intercambio regional o internacional. La artesanía se enriquece y se perfecciona; y se inventan nuevas técnicas. Se crean las universidades para que el saber sirviera a los hombres.
- Todos los habitantes eran parte activa de la ciudad y todos necesarios.
- Plasmación en piedra del Universo creado
- Plenitud de la ciudad, espacio material y espiritual del hombre.
- Síntesis de todos los saberes.
- Las campanas anuncian las celebraciones litúrgicas y los sucesos de la ciudad
- Soberanía de Dios y autonomía temporal
- Ascensión y verticalidad
- Ley 1: Cuidan algunos hombres que pueblo se llama a la gente menuda, así como menestrales y labradores,
- mas esto no es así, y antiguamente en Babilonia y en Troya, que fueron lugares muy señalados y ordenaron todas las cosas con razón y pusieron nombre a cada una según convenía,
- pueblo llamaron al ayuntamiento de todos los hombres comunalmente: de los mayores y de los menores y de los medianos, pues todos estos son menester y no se pueden excusar, porque se han de ayudar unos a otros para poder bien vivir y ser guardados y mantenidos.
3.- EL TRIUNFO DE LA ERA BURGUESA:
- Inmersa en la civilización cristiana.
- El lento proceso que se inicia aproximadamente en el siglo XV, o hasta alcanzar el esplendor, tras su implantación revolucionaria en el siglo XIX y su ocaso hasta nuestros días
- y secuelas revolucionarias contra el ser humano.
“LA SOCIEDAD HA DEJADO DE SER COMUNIDAD”
En la Edad Media el poder político, consagrado por la religión, gozaba de primacía, ahora el predominio es del poder económico, justificado con motivos intelectuales. La religión y la política son simples medios.
En esta nueva sociedad todo lo rige el estar al servicio de los intereses. La virtú, que prepara para el éxito a toda costa, nuevo tipo de hombre que sólo podía ser grande pisoteando, audaz, los cadáveres de la tradición moral y religiosa y que gozaba, soberbio, de un sentimiento de superioridad desprecia a la virtud cristiana que busca la perfección personal y enseña a ser dueño de uno mismo para poder en verdad servir a los demás. Servir es reinar. Por ello Von Martin insiste en resaltar la ruptura con la civilización cristiana:
El vínculo social no está ya constituido por un sentimiento orgánico de comunidad (de sangre, de vecindad o servicio) sino por una organización artificial y mecánica desligada de las antiguas fuerzas de la moral y de la religión, y que con la ratio status, proclama el laicismo y la autonomía del estado.
El cambio social es radical, aunque su plasmación en Europa, tenga que esperar al proceso de los próximos siglos hasta nuestros días. Comienza la era de las revoluciones.
Una nueva mentalidad rige los acontecimientos: la propiedad de la tierra se sustituye por la posesión del dinero, como clave del poder; nace el capitalismo como modo de producción y de riqueza.
Una segunda fuerza complementaria aparece en el escenario: el Humanismo renacentista se transforma en el referente intelectual, con el aval de la Antigüedad clásica, que intenta desplazar a la Iglesia como maestra de la nueva sociedad. El Humanismo se convierte en la fuerza espiritual que ennoblece el egoísmo capitalista.
El hombre no necesita ni de Dios ni de la Iglesia para ser la medida de todas las cosas. La voluntad sustituye a la razón y la pone a su servicio. El Hombre puede convertirse en lo que quiera ser. El tiempo es oro. La prisa construye las ciudades, el lujo y belleza de los edificios, como en la antigua Roma y el arte se convierte en el reflejo de la dignidad autónoma del hombre. Frente a la Europa de la Cristiandad, se alza la Europa de la soberanía del Hombre, autosuficiente y ajeno a todo compromiso moral, político y social.
El individualismo, egocéntrico, ególatra y egoísta se levanta en detrimento de la concepción del hombre como persona. La caja de Pandora se ha abierto y los vientos se han escapado. Cinco siglos después, contemplando el curso de la Historia, podemos comprender su efecto devastador: ha sido el hombre concreto, el hombre de carne y hueso el que ha padecido sus consecuencias. El esplendor del desarrollo técnico se ha convertido en amenaza para el mismo hombre. El hombre renacentista rechazó la condición de haber quedado herido por el pecado y la vieja consigna pagana se ha impuesto entre nosotros: el hombre es lobo para el hombre. Lo demás, desconfianza, recelo y lucha por la vida para sobrevivir. Es en esa encrucijada cuando se inicia la contienda irreconciliable entre las dos civilizaciones: la de la Europa de la Cristiandad, frente a la Europa de la Modernidad.
“Pareciome que en aquel instante desperté de la simpleza en que, como niño, dormido estaba. Dije entre mí: «Verdad dice éste, que me cumple avivar el ojo y avisar, pues solo soy, y pensar cómo me sepa valer».”
(LAZARILLO DE TORMES)
ELOGIO DE ALDEA Y MENOSPRECIO DE CORTE:
“Es privilegio de aldea que para todas las cosas haya en ella tiempo cuando el tiempo es bien repartido; y parece ser esto verdad en que hay tiempo para leer en un libro, para rezar en unas horas, para oír misa en la iglesia, para ir a visitar los enfermos, para irse a caza a los campos, para holgarse con los amigos, para pasearse por las eras, para ir a ver el ganado, para comer si quisieren temprano, para jugar un rato al triunfo, para dormir la siesta y aun para jugar a la ballesta.
No gozan de este privilegio los que en las cortes andan y en los grandes pueblos viven, porque allí lo más del tiempo se les pasa en visitar, en pleitear, en negociar, en trampear y aun a las veces en suspirar.”
LUIS MARTÍN SANTOS: Tiempo de silencio.
“El hombre nunca está perdido porque para eso está la ciudad (para que el hombre no esté nunca perdido), que el hombre puede sufrir o morir pero no perderse en esta ciudad, cada uno de cuyos rincones es un recogeperdidos perfeccionado, donde el hombre no puede perderse aunque lo quiera.
Porque mil, diez mil, cien mil pares de ojos lo clasifican y disponen, lo reconocen y abrazan, lo identifican y salvan, le permiten encontrarse cuando más perdido se creía en su lugar natural: en la cárcel, en el orfelinato, en la comisaría, en el manicomio, en el quirófano de urgencia, que el hombre —aquí— ya no es de pueblo, que ya no pareces de pueblo, hombre, que cualquiera diría que eres de pueblo y que más valía que nunca hubieras venido del pueblo porque eres como de pueblo, hombre. (…)
¿Hombre o lobo? ¿El hombrelobo? ¿El lobo que era hombre durante las noches de luna llena? ¿El lobo feroz cuya boca es cuatro veces más ancha que la de un hombre? ¿El hombre lobo para el hombre? ¿La batida contra las alimañas dañinas que descienden al valle y estragan los rebaños? El hombre es la medida de todas las cosas: Mídase la boca de un lobo con la boca de un hombre y se hallará que es cuatro veces más grande y que la parte de paladar, tan tierna y sonrosada en la boca del hombre (y de la mujer) cuya zona posterior especialmente delicada— suele ser llamada velo (en ambos sexos) a causa de su blandura y de sus aptitudes para la ocultación, es en el lobo, por el contrario, de un alarmante colorido negruzco.”
EL CONTEMPLADO - Parte segunda
CIVITAS DEI - PEDRO SALINAS
1943-5
No hay nadie, allí, que mire; están los ojos
a sueldo, en oficinas.
Vacío abajo corren ascensores,
corren vacío arriba,
transportan a fantasmas impacientes:
la nada tiene prisa.
Si se aprieta un botón se aclara el mundo,
la duda se disipa.
Instantánea es la aurora; ya no pierde
en fiestas nacarinas,
en rosas, en albores, en celajes,
el tiempo que perdía.
Aquel aire infinito lo han contado;
números se respiran.
El tiempo ya no es tiempo, el tiempo es oro,
florecen compañías
para vender a plazos los veranos,
las horas y los días.
Luchan las cantidades con los pájaros,
los nombres con las cifras:
trescientos, mil, seiscientos, veinticuatro,
Julieta, Laura, Elisa.
Lo exacto triunfa de lo incalculable,
las palabras vencidas
se van al camposanto y en las lápidas
esperan elegías.
¡Clarísimo el futuro, ya aritmético
mañana sin neblinas!
Expulsan el azar y sus misterios
astrales estadísticas.
Lo que el sueño no dio lo dará el cálculo;
unos novios perfilan presupuestos en tardes otoñales:
el costo de su dicha.
Sin alas, silenciosas por los aires,
van aves ligerísimas,
eléctricas bandadas agoreras,
cantores de noticias,
que desdeñan las frondas verdecientes
y en las radios anidan.
A su paso se mueren -ya no vuelven-
oscuras golondrinas.
Dos amantes se matan por un hilo
-ruptura a dos mil millas-;
sin que pueda salvarle una mirada
un amor agoniza,
y hundiéndose el teléfono en el pecho
la enamorada expira.
Los maniquíes su lección ofrecen,
moral desde vitrinas:
ni sufrir ni gozar, ni bien ni mal,
perfección de la línea.
Por ser tan felices las doncellas
poco a poco se quitan
viejos estorbos, vagos corazones
que apenas si latían.
ERNESTINA DE CHAMPOURCIN
CIUDAD DESIERTA
Aquí no hay nada, nadie.
Entre tanto gentío
Nadie va, nadie viene.
Solo se toca el aire,
Silencio en el bullicio,
Vacío en la palabra,
Oquedad en movimiento,
Presencia sin personas.
Qué enredo de países,
De adverbios, de niveles,
Qué maraña de puertas,
De nombres, de caminos.
¿Aquí, allí, adónde?
Hay letras encendidas
Que duelen como llagas.
Es forzoso salir:
Buscar alguna parte,
¿Buscar qué? Un orificio
Entre la masa amorfa,
Un huequecillo tenue
Con temblor de caricia,
Una esquina con flores.
La mujer y los niños
Miran hacia delante
Y sonríen por algo
Que no se les alcanza.
Decirles “aquí estoy”
Decir “venid conmigo”
Pero ¿a dónde llevarlos
Si no nos lleva nadie?
MOSKO STROM
Mosko-Strom hace referencia al célebre Maelström, gigantesco remolino que se produce en las costas del archipiélago noruego de las islas Lofoten.
Este fenómeno es una alegoría de Cosmópolis, la gran ciudad que succiona y atrae todo lo que encuentra en su alrededor para expulsarlo después, destrozado y sin vida, a gran distancia fuera de sus límites.
En la Odisea está míticamente simbolizado en ESCILA Y CARIBDIS.
Max encarna el triunfador de este modelo de sociedad. No proviene de linajes cultivados ni de riquezas heredadas. Por méritos propios llegó a la universidad, consciente de que solo la eficacia de su trabajo y preparación le podrían ascender a las cimas de los triunfadores. Está convencido de que encarna al hombre que se ha hecho a sí mismo, sin necesitar a los demás. Unas palabras certeras de la narradora nos hacen la radiografía de su alma. Realmente son paradigmáticas del prototipo universal.
“Una Religión –él que no tenía ninguna--, un Amor –él que no había conocido ninguno—un inmenso vacío espiritual: la Religión de la Ciencia; el Amor del progreso humano. Ciencia y Progreso, que para el estudiante de ingeniero Max Walker, cobraban formas tangibles en las exactitudes de la Técnica, en los adelantos e inventos que, esclavizando a voluntad las fuerzas ignotas y elementales del Cosmos, convertían al hombre moderno en un auténtico semidios.”
Allí no había más que el lenguaje del cálculo, el idioma de la exactitud y de la rapidez. Números de talleres, números de máquinas, números de hombres…
Los ojos del ingeniero Max Walker saltaban desde los papeles donde estampaba su firma a la esfera del reloj…Ansiosamente medía el tiempo. Tiempo, tiempo. ¡Ah, no poseer el don de la ubicuidad!
Abajo, en la explanada, en las naves de los talleres, la rueda giratoria seguía su vertiginoso ritmo invariable. Y los hombres invariablemente también, cebando sin cesar aquellas mandíbulas de Gargantúa. “Chas, chas, chas, arriba, abajo; arriba, abajo.” Incansablemente, isócronamente, como las olas del mar, como el ritmo cardíaco, como el tic-tac del reloj”.
“Y del choque de todas esas corrientes del egoísmo , de la voracidad y de la ambición, surge el ingente remolino, la gran tromba aspirante, el formidable Maelstrom que atrae, absorbe, barandea y tira después al hombre a las riberas heladas y desérticas de las nieves polares de la vejez y de la muerte….
Walker le pregunta: Jackie ¿qué es ese Maelstrom de que hablas?
Eso, Cosmópolis –y apuntó con el dedo hacia el fondo de la calle, por cuyo asfalto brillante se deslizaban ahora los rebaños de automóviles, de tranvías, de trenes aéreos en el máximo de trepidación y de vértigo-.
Era la hora de la salida de cines y teatros y las avalanchas humanas, para preservarse de la lluvia, se lanzaban al asalto de los vehículos, mezclando sus intensos rumores de colmena con los agudos chirridos de los trenes, con los estridentes bocinazos de los automóviles, con el persistente tintineo de los tranvías. Se les veía desde allí apretujarse junto a los autobuses, saltar a las plataformas, abrirse paso a codazos y empellones, disputarse, en fin, una pulgada de suelo, un asiento, un hueco libre, sin preocupación alguna por el vecino, por el rezagado, por el caído.
Ese es el verdadero Maelstrom”
Pero todo se le ha de venir abajo. Isabel su mujer, una mariposa hueca, vacía y sin claves de la vida le pide el divorcio. El encuentro con la muerte del viejo Stánley y el descubrimiento del sentido profundo que escondían las reflexiones de su idealista Jackie Okfurt le hacen descubrir el fracaso existencial de su vida y la huida de esa vorágine hacia un nuevo estilo de vida donde todo ofrezca paz y sentido.
Uno de los momentos más inesperados en la lógica de la narración aparece cuando Jackie, mientras esperan al desaparecido Stánley, entre iluminado por el alcohol “sobre la calma de un fatídico silencio, la vaciedad absoluta de su interior playa desértica:
Escúchame, Walker: nos hace falta un Dios. Nos hace falta poner nuestra meta más allá de una tumba. Cosmópolis clamará un día al cielo pidiendo….
No pudo continuar. Su frase quedó estrangulada, rota, sumergida en ese abismo donde se hunden las ideas que jamás han de volver a surgir.” (Cap. III,2)
Ciudadela
“Morada de los hombres: Eres y no eres. Estás hecha de materiales dispares; pero es preciso inventarte para comprenderte.
Así ocurre con aquél que destruye su casa con la pretensión de conocerla; sólo posee un montón de piedras, de ladrillos y tejas, y no sabe qué servicio esperar de ese montón de ladrillos, de piedras y de tejas, pues les falta la invención que los domina, el alma y el corazón del arquitecto. Porque faltan a la piedra el alma y el corazón del hombre... que posee el poder de cambiar la piedra en silencio.
Hice comparecer a los arquitectos y les dije:
» -De vosotros depende la ciudad futura, no en su significación espiritual, sino en el rostro que mostrará y que le dará su expresión. Y estoy de acuerdo con vosotros en que se trata de instalar felizmente a los hombres. A fin de que disfruten de las comodidades de la ciudad y no malgasten sus esfuerzos en vanas contemplaciones y en derroches estériles. Pero siempre he sabido distinguir lo importante de lo urgente. Porque, por cierto, es urgente que el hombre coma, porque si no se nutre no es hombre y no se plantea ningún problema. Pero el amor y el sentido de la vida y el gusto de Dios son más importantes. Y no me interesa una especie que engorda. El interrogante que me propongo no es saber si el hombre será o no feliz, próspero, y cómodamente abrigado. Me pregunto qué hombre se verá prospero, abrigado y feliz. Porque, a mis boticarios enriquecidos que hincha la seguridad, yo prefiero el nómada que huye eternamente y persigue el viento porque embellece cada día servir a tan magno señor. Si obligado a escoger, se me informara que Dios niega al primero su grandeza y la concede al segundo, hundiría a mi pueblo en el desierto. Porque me gusta que el hombre dé su luz. Y poco me importa el cirio grande. Sólo por su llama mido su calidad.
» Pero no he observado que el príncipe sea inferior al que descarga leña, ni el general al sargento, ni el jefe a los obreros aunque sea más amplio el uso de sus bienes. Y los que construyen murallas de bronce no son inferiores a los que delinean los muros de barro. No rehúso la escalera de las conquistas que permite al hombre subir más alto. Pero no confundo al medio del fin, la escalera y el templo. Es urgente que una escalera permita el acceso al templo, sino permanecerá desierto. Pero solamente el templo es importante. Es urgente que el hombre subsista y halle a su alrededor los medios para crecer. Pero esto es sólo la escalera que conduce al hombre. El alma que le construiré será basílica pues ella sola será importante.
» Así pues, yo os condeno no por favorecer lo cotidiano, sino por tomarlo como fin. Porque si, por cierto, las cocinas del palacio son importantes al fin de cuentas, al palacio sólo le importa que las cocinas sirvan. Y Yo os convoco para preguntaros:
» ”Mostradme la parte importante de vuestro trabajo” Y permanecéis mudos ante mí.
» Y vosotros me decís: “Respondemos a las necesidades de los hombres. Les cobijamos”. Sí. Como se responde a las necesidades del ganado que se instala en los establos sobre el pajar. Y el hombre, ciertamente, tiene necesidad de muros para enterrarse y trasformarse como la simiente. Pero tiene necesidad también de la gran vía láctea y de la vastedad del mar, a pesar de que ni el mar ni las constelaciones le sirvan de nada en el instante. Porque ¿qué es servir? Y conozco a algunos que larga y duramente han escalado la montaña, desollándose las rodillas y las manos, desgastándose en su ascensión para ganar la cima antes del alba y abrevar en la profundidad de la llanura todavía azul, como se busca el agua de un lago para beber. Y se sientan y miran, una vez allí, y respiran. Y el corazón les late jubilosamente, y hallan un remedio soberano para sus desganas.
» Y conozco a los que buscan el mar al paso lento de sus caravanas y tienen necesidad del mar. Y que cuando llegan a lo alto del promontorio y dominan esa extensión plena de silencio y densidad y que oculta a sus miradas su provisión de algas o de corales, respiran la acritud del suelo y se maravillan de un espectáculo que de nada les sirve en el instante; porque no se aprisiona al mar. Pero su corazón se lava de la esclavitud de las pequeñas cosas. Quizá asistían con descorazonamiento, como desde detrás de los barrotes de una prisión, al hervor de los utensilios de menaje, a las quejas de sus mujeres, a la ganga jornalera, que puede ser rostro pleno y sentido de las cosas, pero a veces convertirse en tumba y espesarse y encerrar.
» Entonces cogen provisiones de extensión y llevan a sus casas la beatitud que han hallado en ella. Y la casa cambia porque en alguna parte existe la llanura al alzase el día, y el mar. Porque todo se abre sobre algo más vasto que une. Todo se trasforma en camino, ruta y ventana sobre otra cosa distinta a uno mismo.
» Entonces no me digáis que vuestros muros cotidianos les bastan; porque si el hombre no hubiera visto nunca las estrellas y si estuviera en vuestro poder construirle una vía láctea de bóvedas gigantes a condición de gastar una fortuna en la erección de semejante cúpula, ¿me dirías que esa fortuna se desperdiciaría?
» Y por esto os digo: Si construís el templo inútil, dado que no sirve para cocinar, ni para reposar, ni para la asamblea de los notables, ni para las reservas de agua, sino simplemente para el engrandecimiento del corazón del hombre, y para calmar los sentidos y para el tiempo que madura, pues es en todo semejante a una bodega del corazón donde uno se instala para bañarse unas pocas horas en la paz equitativa y en el aquietamiento de las pasiones y la justicia no desheredada; si construís un templo donde el dolor de las úlceras se transforma en cántico y ofrenda, donde la amenaza de la muerte se transforma en puerto entrevisto con aguas por fin tranquilas, ¿Creeríais haber malgastado vuestros esfuerzos?
» Si a aquellos que se desgarran las manos al maniobrar las velas los días de tempestad, y que se zarandean duramente la noche y día y son carne viva duramente raspada por la sal, fuera posible recibirlos de tiempo en tiempo en las aguas serenas y luminosas de un puerto, donde no hay ya movimiento, ni hora, ni esfuerzo, ni aspereza del combate, sino silencio de las aguas que roza apenas la llegada, cuando el gran navío parece minúsculo sobre su área, ¿Creerías haber malgastado tu trabajo? Porque le es dulce esta agua de cisterna, después de todas esas cabelleras que corren sobre el petral de las olas, de todas esas crines de la mar.
» Y he aquí lo que te es posible ofrecer al hombre y que depende únicamente de tu ingenio. Porque con el solo arreglo de tus piedras, construyes el sabor del agua del puerto y del silencio, y esperanzas maravillosas.
» De esta manera tu templo los solicita y van a sentarse en su silencio. Y allí se descubren. Porque de otro modo sólo los solicitarían las tiendas. Ninguna respuesta nacería en ellos sino la del comprador a los mercaderes. Y no nacerían en toda su grandeza. Y no conocerían su propia amplitud.
» Ciertamente, me dirás tú, esos comerciantes gordos están colmados y no piden nada más. Pero es fácil de colmar el que no tiene espacio en el corazón.
» Y por cierto, un estúpido lenguaje presenta vuestros trabajos como útiles. Pero el comportamiento de los hombres desmiente con firmeza esos razonamientos. Pues veis a los hombres de todas las comarcas de la tierra, correr en la busca de esa afirmación en piedra que vosotros no fabricáis. Esos graneros para el alma y el corazón. ¿Dónde habéis visto al hombre experimentar el deseo de correr mundo para visitar almacenes? El hombre usa, cierto, mercaderías; pero usa de ellas para subsistir y se equivoca si cree que las desea antes que nada. Porque sus viajes tienen otros fines. Has visto desplazarse a los hombres. ¿Has considerado sus fines? Sin duda una bahía bienaventurada, o alguna montaña vestida de nieve, o ese volcán que engorda con su fiemo; pero principalmente esos navíos amortajados que son los únicos que conducen a alguna parte.
» Emprenden giras y hacen visitas soñando, sin saberlo, con embarcarse. Porque no se dirigen a ninguna parte. Y esos templos no reciben ya a las multitudes, y no las transportan ya y no las cambian en razas más nobles, como una crisálida. Todos esos emigrantes carecen de navío y no pueden partir, y convertirse, en el curso de esa travesía a bordo de navíos de piedra, de almas en un principio pobres y débiles, en almas ricas y generosas. Por eso es que todos esos visitantes giran alrededor del templo sepultado, y visitan, y buscan, y marchan sobre las grandes lajas radiantes que los pasos han lustrado, oyendo resonar sus solitarias voces en el silencio monumental, perdidos en la selva de pilares de granito y creyendo simplemente, como historiadores, instruirse, cuando en los fundamentos de sus corazones podrían comprender que, de pilar en pilar, de sala en sala, de nave en nave, lo que buscan es al capitán y que todos están allí tiritando en el corazón pero sin conocerlo, pidiendo una ayuda que no llega, aguardando una muda que se resiste, hundidos en sí mismos, pues no hay más que templos muertos, a medio ensamblar, porque sólo hay navíos encallados cuya provisión de silencio y de sombra está mal protegida y que hacen agua por todas partes, con grandes bóvedas de cielo azul que se muestran a través de cúpulas derrumbadas o con esa granizada de arena a través de las brechas de los muros. Y tienen hambre de un hambre que no será satisfecha...
» Así yo os lo digo, construiréis porque la selva profunda es buena para el hombre; y la vía láctea, y la llanura azul dominada desde lo alto de las montañas. Pero ¿qué es la extensión de la vía láctea y de las llanuras azules y del mar en comparación con la que ofrece la noche en el corazón de las piedras, cuando el arquitecto ha sabido llenarlas de silencio? Y vosotros mismos, vosotros los arquitectos, os engrandeceréis al perder el sabor de lo común. Naceréis de la obra verdadera por realizar porque ella os drenará; puesto que no os servirá, si no que os obligará a servirla. Y os arrojará fuera de vosotros mismos. Porque ¿cómo podrían nacer grandes arquitectos de obras sin grandeza?
Seréis grandes sólo en el caso de que las piedras que pretendéis cargar de poder no sean objetos de concursos, asilos para la comodidad o de destino común y verificables, sino pedestales y escaleras y navíos que conduzcan a Dios.»
A. de SAINT EXUPÈRY: Ciudadela, XIX.