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Técnicas de envilecimiento en la sociedad de las redes sociales

JOSÉ JOAQUÍN CASTELLÓN
Profesor de Ética de la F. de Teología San Isidoro de Sevilla
(Rev. Acontecimiento, Nº 140)

Selección de textos

Nuestra sociedad es una sociedad estructurada tecnológicamente. Es lugar común y una idea que impera en todos los órdenes de la sociedad que la técnica tiene poder y capacidad para salvarnos de todos los males. Los problemas que causa una tecnología será la tecnología la que los solucione. Los nuevos sacerdotes de la humanidad, ellos nos intermedian la salvación. Más de un siglo llevamos con esta mentalidad tecnocéntrica. Las nuevas técnicas que están mostrando un poder económico y social imponente son las redes sociales. La capacidad de vincular y unir a la sociedad está fuera de dudas. Prueba de ello es que las dictaduras lo primero que hacer para sofocar revueltas y protestas es controlar y si lo ven necesario cortar el acceso a las redes.

Las redes copan nuestro tiempo más «creativo», con todas las comillas o interrogaciones que podemos ponerle a ese calificativo. En ellas expresamos lo que sentimos, mostramos quiénes somos o quiénes queremos ser, le damos forma a nuestros pensamientos sociales y políticos. Las redes son la técnica de lo humano de la vida, de nuestro tiempo de libertad. Están modelando nuestra manera de ser persona: esa es su virtualidad y su peligro.

Hannah Arendt señala que la propaganda nos hace vivir en una pseudo-realidad, y todos nuestros pensamientos son como la imagen de los espejos de- formantes. Cuando otros manipulan nuestra conciencia, nos impiden hacernos cargo de la realidad y desencadenan procesos de deshumanización. Así mismo, el terror nos deshumaniza y afecta a nuestra conciencia, aunque por otros caminos. Tanto la propaganda como el terror persiguen anular la capacidad de pensar críticamente. La propaganda siempre tiende a cosificar a su destinatario. No apela a la razón y a la verdad para hacer crecer a la persona, sino a instancias inconscientes o a la mentira para manipularla. “La propaganda -apunta Gabriel Marcel- es el desconocimiento cínico de esa ordenación de las conciencias a la verdad”. Sin el horizonte de la verdad, nada en la persona puede ser verdaderamente humano.

Las técnicas por las que se desposee al otro de su rostro humano se han generalizado en muchos ámbitos. (…) Hay varias técnicas que provocan la cosificación del otro y, por ende, de la propia persona. Son conocidas por todos, y se están viviendo sobre todo en el ámbito político y social:

• La técnica del chivo expiatorio: Puede llamarse gitano, inmigrante, facha, católico o comunista; muchas son las características que pueden definir a quien de todo tiene la culpa y cuya desaparición social e incluso física sería una buena noticia.

• El despojo de la propia historia y cultura: Para conseguir que el otro sea un pelele al que poder rechazar, se tiene que simplificar hasta la caricatura la historia y cultura compartida. La realidad es siempre más compleja y rica que nuestras ideologías, y un acercamiento verdadero a la propia historia muestra los nexos y las relaciones que forman pueblo y dan marco a nuestra personalidad. El proceso de envilecimiento que conlleva la negación del otro, se basa en el olvido de la riqueza que somos. Sin historia la persona pierde profundidad y trascendencia.

• La polarización de la sociedad: Cuando se ha conseguido simplificar la realidad, reducirla a unos parámetros ideológicos interesados, se dibuja la sociedad en blanco y negro donde el objetivo natural tiene que ser vencer al otro; esta prioridad de anular a quién es responsable de todos los males hace que no se busque de manera directa una mayor justicia y equidad social, conseguir un desarrollo adecuado y sostenible, o la eliminación de las limitaciones para el desarrollo de todas las personas en armonía con sus capacidades personales. Todo se convierte y se utiliza como un motivo de demonización del adversario.

• La inutilidad de la verdad: La primera víctima de todas las guerras es la verdad. Y es que en la disyuntiva de ser destruido o destruir, la verdad de la dignidad del otro y de la propia dignidad se convierte en algo peligroso. Y junto con la dignidad todo lo que la encarna y la sostiene: ser hijo o padre, ser esposo o amigo, ser portador de tal o cual tradición. En la cosificación del otro la verdad se hace innecesaria.

• El vaciamiento de toda autoridad moral: Los valores, para que sean relevantes y no se queden en palabras vacías, han de encarnarse en personas que los sostengan y que sean testimonios de una vida verdaderamente humana, en la complejidad y la problematicidad de lo real. La cosificación de la persona, y la simplificación de la realidad necesita que los intereses y las ideas abstractas sustituyan a las referencias morales personales concretas. Los testimonios de vida con autoridad moral siempre muestran la riqueza de lo personal y lo social.

Una sociedad que sufre estos procesos de envilecimiento tiene profundas dificultades para conformar una ciudadanía que sostenga la estructura social de una democracia avanzada.

LOS PROCESOS DE ENVILECIMIENTO SOCIAL DESDE LAS REDES SOCIALES

[Para este apartado es muy interesante el documental El dilema de las redes sociales, producido por Jeff Orlowski y disponible en Netflix]

Las redes sociales, como toda tecnología, cuando no se usan desde la creatividad y el desarrollo de la propia persona, acaban envileciendo a la persona. Esta tecnología por ir directa al tiempo más creativo que podemos tener y ocuparse del ámbito más personal, como son las relaciones humanas, tiene tanta más capacidad de recrearnos o de destruirnos. Estos son los mecanismos que usan para convertir nuestro tiempo y deseo en mercancía:

• Capacidad de acaparar el tiempo: El primero de los procesos perniciosos de las redes sociales es la capacidad de acaparar tiempo e interés que tienen; es decir, su poder adictivo, que aleja a quienes se involucran en ellas de la vida cotidiana, de las relaciones personales verdaderas. Están diseñadas para que no haya lugar para retirarse sin esfuerzo y sin renunciar a ver algo que ya está iniciándose en la pantalla: la reproducción continua de vídeos, las llamadas a conectarte en cuando alguien te «etiqueta» en alguna foto, las llamadas de atención diarias si no te conectas, etc. Una capacidad adictiva por la que a las redes sociales se les sacrifica todo: el tiempo, el sueño, las relaciones humanas, incluidas las sexuales, nuestra propia intimidad.

• La frustración con la cotidianidad de la vida: Otro proceso negativo, sobre todo en los adolescentes y en adultos inmaduros, es la necesidad de crear un perfil icónico atractivo y sugerente de uno mismo, basado en fotos y en los eventos que se comparten. Estos perfiles son normalmente ficticios, porque solo vemos lo que los demás hacen de extraordinario, cuando nuestra vida es ordinariamente muy ordinaria. Esta situación genera una frustración profunda.

• El estrechamiento del mundo al que accedemos: Las redes sociales influyen en la imagen del mundo que tenemos, y cómo desencadenan dos procesos muy perniciosos en la manera que tenemos de comprender nuestra realidad social. En primer lugar, como las aplicaciones buscan lo que a cada usuario puede interesarle más, le ofrecen solo las informaciones y los productos audiovisuales coherentes con su historial de búsquedas. De tal manera que dos personas que viven una misma realidad social pueden no compartir en absoluto la realidad virtual que viven. Hasta llegar a tener una imagen del mundo completamente distinta, de manera inconsciente, por la selección de información que hacen para su perfil de usuario cada red social. Vivimos, por tanto, una situación en la que no hay una percepción compartida o común del mundo. En vez de compartir un mundo en el que cada uno tiene su propia opinión de las mismas cosas, las nuevas tecnologías hacen que cada uno tenga su mundo donde es posible que las realidades que preocupan o interesan a los demás simplemente no existen, o se hacen incomprensibles y absurdas.

• La polarización de los extremos: Siempre lo más extremo, lo más radical, lo más extravagante llama más la atención, y en las redes sociales es lo más curioseado, lo más visto, lo más reproducido y compartido; de tal manera que la reducción de nuestro mundo mediático, que antes mencionábamos, se hace con una fuerte tendencia a los extremos. Quien se informa de lo que ocurre en el mundo por las redes sociales se ve sometido a una constante tensión a la polarización y al extremismo. «Prima la costumbre de descalificar rápidamente al adversario, aplicándole epítetos humillantes, en lugar de enfrentar un diálogo abierto y respetuoso, donde se busque alcanzar una síntesis superadora. Lo peor es que este lenguaje, habitual en el contexto mediático de una campaña política, se ha generalizado de tal manera que todos lo utilizan cotidianamente» (Fratelli tutti, n. 201).

• El dominio del algoritmo: Pero lo más terrible es que la causa de todo esto no es una opción moral de los dueños de las distintas redes sociales, por lo menos en un primer momento. El agente directo es el algoritmo que controla nuestras búsquedas y nuestro historial de conectividad; que nos ofrece lo que predice que va a captar nuestra atención. Es un algoritmo diseñado para que consumamos tiempo en las redes, para absorber nuestra atención y nuestro interés; ese es el negocio de las redes. Los clientes de las redes sociales son sus anunciantes; ellos son los que ponen dinero y compran participaciones de las distintas aplicaciones. Para nosotros, esas aplicaciones son gratuitas, los usuarios no ponemos dinero, por lo que no somos ni vendedores ni clientes; somos el producto que se negocia, es nuestro tiempo, nuestra imagen del mundo, nuestros deseos lo que se comercia en las redes sociales.

Técnicas de envilecimiento en la sociedad de las redes sociales

DINAMISMOS QUE DOTAN DE SENTIDO Y HUMANIDAD A LA PERSONA

Las redes sociales se nutren de nuestras pasiones más básicas y simples, los miedos y los deseos más instintivos. La respuesta tiene que ser esforzarnos por usar las posibilidades que nos facilitan los me- dios de comunicación actuales desde el sentido crítico y reflexivo, y desde una dimensión de profundidad de la propia vida.

Gabriel Marcel describe certeramente el centro del problema: «lo que está envilecido es la noción misma de vida, y lo demás viene por añadidura». La vida no es mera vida biológica, ni siquiera mera vida con capacidades humanas, entendidas estas como capacidades racionales y volitivas, sino que se perfila desde un horizonte de profundidad manifestado en su disposición al servicio. Cuando la persona abandona el horizonte de «ponerse a disposición de la vida» para simplemente «vivir su vida», se ha perdido la profundidad de la existencia, y esto ocurre «en la medida en que afirma el primado de la técnica y de la inteligencia técnica».

Recuperar la categoría de verdad y la honradez intelectual a la hora de analizar y valorar la realidad desmantela todas las técnicas de cosificación del otro. Comprender al otro en su verdad y comprendernos a nosotros mismos en nuestra verdad, completa y dinámica, son los mejores antídotos ante el envilecimiento de la técnica. Cuando la pretensión de verdad se relega ante otros intereses prácticos estamos ante el precipicio de la cosificación del otro y avanzando a él por el camino de envilecerlo. Toda filosofía que mire con afecto al relativismo, o que confunda la humildad intelectual con un pensamiento débil, acaba renunciando a defender lo verdaderamente humano de la persona. «Para que una sociedad tenga futuro es necesario que haya asumido un sentido respeto hacia la verdad de la dignidad humana, a la que nos sometemos» (Fratelli tutti, 207).

La técnica nos crea la ilusión de no depender de otra cosa que no sea la técnica misma, que cada día nos «salva» y cada día nos hace la vida más agradable. Recaemos, así, en una ideología de desvinculación egolátrica. Sentencia Gabriel Marcel: “¿A qué le presta atención ese hombre? Lo diré con crudeza: a sí mismo.”


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