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Ser o no ser

Ser o no ser
La ideología de género nos exige descubrir la razón profunda del más radical y antihumano de los modos de confrontación propios de la dialéctica marxista. Destruir el “Dios los creó hombre y mujer”. La oposición entre hombre y mujer como opresores y oprimidos, amos y esclavos, explotadores y explotados, capitalistas y obreros, etc. pone en el punto de mira la vocación suprema del ser humano al amor y la continuidad de la especie, en el cobijo natural de la familia.

La llamada ideología de género constituye una de las amenazas más demoledoras que están socavando los cimientos de la sociedad humana. Incita a una rebelión entre el hombre y la mujer que dificulta, si no imposibilita, la configuración estable y firme de un amor que se alce por encima de las veleidades del deseo, de la atracción efímera, o sea, de un amor que venza la fragilidad del tiempo y de la vida misma y lo convierta en “para siempre”.

 Lleva a consecuencias insospechadas un individualismo desvinculado de cualquier lazo natural, incluso del que constituye nuestra realidad corporal, de ser hombre o ser mujer según el código genético originario. Ser hombre o ser mujer, no es sólo una consecuencia de la cultura o de una libertad ajena a la naturaleza y a la historia. ¿No nos enseñan nada las dos guerras mundiales ni sus horrores que cimientan su rencor en la imposición ideológica de un modelo nuevo de hombre y sociedad que por fin hará felices a los seres humanos, sin contar para nada con Dios? En medio de un capitalismo radical, en el que cada cual va a lo suyo, la ideología de género empieza a dejar en evidencia los horrores que esperan a nuestra aldea global. Cuántas veces me pregunto ¿si no hubiera existido el Carlismo, ni hubiera tenido lugar la guerra de 1936-39, ¿cuánto hubiera tardado España en padecer los dolores y desorientaciones que estamos viviendo en nuestros días?  El miedo a los levantamientos carlistas frenó el proceso revolucionario y logró que perduraran los valores espirituales y morales en muchos pueblos hasta hoy.

La ideología de género nos exige descubrir la razón profunda del más radical y antihumano de los modos de confrontación propios de la dialéctica marxista. Destruir el “Dios los creó hombre y mujer”. La oposición entre hombre y mujer como opresores y oprimidos, amos y esclavos, explotadores y explotados, capitalistas y obreros, etc. pone en el punto de mira la vocación suprema del ser humano al amor y la continuidad de la especie, en el cobijo natural de la familia. Sólo desde un odio misterioso al ser humano puede explicarse la locura colectiva que propicia la destrucción de la vida humana prefigurada en el grito de Don Álvaro (Duque de Rivas) “Perezca la raza humana” o el de Vicente Aleixandre “Humano no nazcas”.

Buscando esas claves misteriosas recuerdo la obra teatral “Calígula” de Albert Camus. Sabemos que se trata del escritor prototipo de un existencialismo ateo y desesperado, amargo hasta negar el sentido de la existencia, aun de la más evidente realidad y proclive a dejar al hombre abocado a la desesperación sin otra salida, en su lucidez, que la de la muerte o la de la crueldad.

Escrita en 1937, fue estrenada en 1945 en el Teatro Hébertot en París. Aunque su versión definitiva apareció en 1957. Sorprende que aun humeante el mundo por la tragedia de la Segunda Guerra Mundial, ofrezca el autor como clave de las locuras recientes, la presentación de un antiguo tirano, el emperador Calígula, que acaba de descubrir el sinsentido de una existencia en el que ni el amor, ni la belleza ni la transcendencia de los cielos, no sirven ya ni de consuelo. Aspirar a lo imposible es la clave de la vida, simbolizada en “traedme la luna” que reclama el Emperador. ¿Qué le falta al hombre moderno para que se haya atrevido a todo? Probablemente, una vez proclamada la muerte de Dios, destruir cualquier cosa que recuerde su imagen, por ejemplo el amor entre un hombre y una mujer, en el cobijo sagrado de la familia.

Recomiendo que leáis la escena XII del Acto primero. Cesonia es la vieja amante, contrapunto de un mínimo de cordura y sensatez. Oigamos:

“CALÍGULA. … ¿de qué me sirve este asombroso poder si no puedo cambiar el orden de las cosas, si no puedo hacer que el sol se ponga por el este, que el sufrimiento decrezca y que los que nacen no mueran…. si no tengo influencia sobre el orden de este mundo?

CESONIA. Pero eso es querer igualarse a los dioses.

 CALÍGULA., ¿qué es un dios para que yo desee igualarme a él? Lo que deseo hoy con todas mis fuerzas está por encima de los dioses. Tomo a mi cargo un reino donde lo imposible es rey.

CESONIA. No podrás hacer que el cielo no sea cielo, que un rostro hermoso se vuelva feo, un corazón humano, insensible.

CALÍGULA (con exaltación creciente). Quiero mezclar el cielo con el mar, confundir fealdad y belleza, hacer brotar la risa del sufrimiento.

CESONIA (erguida delante de él y suplicante). Hay lo bueno y lo malo, lo grande y lo bajo, lo justo y lo injusto. Te aseguro que todo esto no cambiará.

CALÍGULA (en el mismo tono). Mi voluntad es cambiarlo. Haré a este siglo el don de la igualdad. Y cuando todo esté nivelado, lo imposible al fin en la tierra, la luna en mis manos, entonces quizá yo mismo esté transformado y el mundo conmigo; entonces, al fin, los hombres no morirán y serán dichosos.”

            Yo levanto en esta página la bandera del amor como razón de ser y de vivir. Hemos venido a este mundo para amar. Perder la oportunidad es dejarnos tirados en la cuneta de la vida, estériles, infecundos y corroídos por la tristeza.  Pido para los seres humanos un amor que transcienda el tiempo y tenga el marchamo de eternidad. Ser o no ser, esta es la cuestión.


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