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SANTA TERESA, MAESTRA DE ORACIÓN

CAMINO DE PERFECCIÓN Y LAS MORADAS O CASTILLO INTERIOR, DOS OBRAS MAESTRAS PARA APRENDER A AMAR POR MEDIO DE LA ORACIÓN

Tampoco estas dos obras son un tratado usual de oración, y menos en el lenguaje habitual de la Teología mística. Nacen de su experiencia íntima, por eso pasa tantos desvelos para ocultar su identidad. Le consuela, como dice en Las moradas VII, que se conocerán después de su muerte. También forman parte de su Vida, son la biografía espiritual de la Santa. Sin olvidar nunca que la única razón de todo –vida, reforma, fundaciones y escritos- es cantar las maravillas de un Dios que quiere vecindad e intimidad con los hombres.

Todas las obras de la Santa incluyen capítulos dedicados a la Oración. Recordamos que los capítulos 11 a 23 de El Libro de la Vida constituyen un tratado abreviado, para enseñar a sus hijas su camino de Oración. En estos capítulos explica los cuatro modos de oración mediante la imagen de cuatro modalidades de riego en las huertas (1. Riego acarreando el agua con cubos desde un pozo. 2. Riego trasegándola con una noria. 3. Riego con canales desde una acequia. 4. Riego con la lluvia que viene del cielo). Y en él nos ofrece la definición más difundida de oración y que una y otra vez repito: “que no es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama.” (Vida 8,5).

Lo mismo sucede con el Libro de las Fundaciones. Sin duda nos refleja la lucha dramática de la Santa por sacar adelante sus monasterios contra los obstáculos de la naturaleza y contra las argucias del diablo y de quienes, consciente o inconscientemente, se convierten en sus colaboradores. Pero en su vivir todo se aúna: la narración de las peripecias, el retrato interior de las personas, el drama de la resistencia a que el bien de Dios triunfe, su oración personal en la aventura y su enseñanza a sus hijas que han de venir, para ellas escribe. Miscelánea entretenida por su variedad. En el libro de las Fundaciones dedica capítulos enteros a profundizar en la oración, (los capítulos 4,5,6,7) de gran valor para el discernimiento de espíritus.

Si en la gracia mística de la transverberación, pudimos admirar un hecho excepcional en cuanto que un querubín le atraviese el corazón con un dardo del fuego del mismo Dios, no es tan excepcional la etapa unitiva, por la que tantas almas fieles caminan hacia la plenitud de unión mística con el mismo Señor, aunque a los ojos de los demás pasen inadvertidas

Dios lleva a cada uno por el camino que le conviene más. ¿Os imagináis el disparate que sería que alguien dijera: yo ya estoy en la cuarta morada. O aún peor: Y tú ¿has salido de la primera? Santa Teresa después de sospechar que algo andaría mal en esa cabecita le recordaría: “importa mucho entender que no a todos lleva Dios por un camino; y, por ventura, el que le pareciere va por muy más bajo está más alto…”

En Camino de Perfección se reducen a cuatro las etapas del itinerario espiritual, frente a los siete de Las moradas. Dicen los expertos que trata predominantemente de la etapa ascética. Digno de leerse con atención y aprovechamiento son los capítulos que dedica a comentar el padrenuestro.

 En este comentario, os ofrezco su reflexión sobre el cielo. Una vez más, ejemplo de su realismo y del don de discernimiento. Para mí lo tengo como una joya. Es una invitación a todas sus hijas para entrar en oración, y que por lógica se hace extensiva para cualquier creyente.

Si Dios habita en nuestro interior, por bajito –paso- que le hablemos nos ha de escuchar. No es necesario que vayamos al cielo para hablar con Él. Fuera falsas humildades. Por Emperador y más que sea viene a nuestra morada para holgarse con nosotros. Si es Padre, hablémosle como a padre; si hermano, como a hermano y amigo; si Señor, como a Señor; si Esposo, como a Esposo. Humildad siempre pero no “encogimientos” y falsas humildades. Y ¿qué le vamos a decir? “hablarle como a padre, pedirle como a padre, contarle sus trabajos, pedirle remedio para ellos”

“2. Ya sabéis que Dios está en todas partes. Pues claro está que adonde está el rey, allí dicen está la corte. En fin, que adonde está Dios, es el cielo. Sin duda lo podéis creer que adonde está Su Majestad está toda la gloria. Pues mirad que dice San Agustín que le buscaba en muchas partes y que le vino a hallar dentro de sí mismo. ¿Pensáis que importa poco para un alma derramada entender esta verdad y ver que no ha menester para hablar con su Padre Eterno ir al cielo, ni para regalarse con El, ni ha menester hablar a voces? Por paso que hable, está tan cerca que nos oirá. Ni ha menester alas para ir a buscarle , sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí y no extrañarse de tan buen huésped; sino con gran humildad hablarle como a padre, pedirle como a padre, contarle sus trabajos, pedirle remedio para ellos, entendiendo que no es digna de ser su hija.

3. Se deje de unos encogimientos que tienen algunas personas y piensan es humildad. Sí, que no está la humildad en que si el rey os hace una merced no la toméis, sino tomarla y entender cuán sobrada os viene y holgaros con ella. ¡Donosa humildad, que me tenga yo al Emperador del cielo y de la tierra en mi casa, que se viene a ella por hacerme merced y por holgarse conmigo, y que por humildad ni le quiera responder ni estarme con Él ni tomar lo que me da, sino que le deje solo. Y que estándome diciendo y rogando le pida, por humildad me quede pobre, y aun le deje ir, de que ve que no acabo de determinarme!

No os curéis, hijas, de estas humildades, sino tratad con El como con padre y como con hermano y como con señor y como con esposo; a veces de una manera, a veces de otra, que El os enseñará lo que habéis de hacer para contentarle. Dejaos de ser bobas; pedidle la palabra, que vuestro Esposo es, que os trate como a tal” (Camino de Perfección 28, puntos 2 y 3)

LAS MORADAS O CASTILLO INTERIOR

Las Moradas son reconocidas unánimemente como su obra cumbre, literaria y mística. No se trata de un tratado de Teología mística, sino de la narración explicativa para sus hijas del proceso espiritual que Teresa ha experimentado hasta quedar transformada en Santa Teresa de Jesús.

 Se suele enseñar que las tres primeras moradas tratan principalmente de la etapa, comúnmente denominada purgativa o ascética. Desde la cuarta a la sexta, se nos presenta el proceso que de la fase iluminativa a la unitiva, acompañadas, a veces, de fenómenos extraordinarios que, a veces –repito- le acompañan. Los fenómenos concomitantes no son propiamente la esencia de la mística; la esencia es el amor a Dios ante la evidencia del amor, cercanía y presencia de Dios en y por sus criaturas.

Desde la cuarta morada o estancia comienza la manifestación de su ascensión mística que culmina, en la sexta morada en el desposorio espiritual. La morada séptima expone una unión todavía más íntima que sólo puede la santa explicarla mediante el matrimonio espiritual. Algo sabía San Pablo cuando nos decía que no soy yo, es Cristo quien vive en mí. Los dos símbolos están sacados del modelo matrimonial del pueblo judío en el Antiguo Testamento y que se nos ejemplifica en los desposorios, primero, y el matrimonio posterior de María y José. Son dos imágenes para dar a entender por analogía la sublimidad de la vocación del ser humano de alcanzar sus anhelos de infinito, no como deseos frustrantes, sino como respuesta hecha vida, existencia real, en este caso en Teresa de Cépeda y Ahumada, una historia sublime de amor.

No es de extrañar que al inicio de la morada IV escriba la Santa:

“Para comenzar a hablar de las cuartas moradas, bien he menester lo que he hecho, que es encomendarme al Espíritu Santo y suplicarle de aquí adelante hable por mí..." (IV, 1,1). Y antes de comenzar las sextas: "Si Su Majestad y el Espíritu Santo no menea la pluma, bien sé que será imposible... que acierte yo a declarar algo..." (V, 4,11).

Y al inicio de las séptimas:

“¡Oh gran Dios!, Será mejor acabar con pocas palabras esta morada...; háceme grandísima vergüenza...; es terrible cosa" (VII, 1,2).

No es retórica, sino verdad.

En el doble título del libro aparecen las dos comparaciones que estructuran toda la obra. El alma humana es semejante a un castillo y el alma humana en su interior posee una diversidad de aposentos o habitaciones, en cuyo centro se encuentra la más deslumbrante y maravillosa donde habita Dios. Así comienza el capítulo primero de Las Moradas:

“Estando hoy suplicando a nuestro Señor hablase por mí, porque yo no atinaba a cosa que decir ni cómo comenzar a cumplir esta obediencia, se me ofreció lo que ahora diré, para comenzar con algún fundamento: que es considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas. Que si bien lo consideramos, hermanas, no es otra cosa el alma del justo sino un paraíso adonde dice El tiene sus deleites. Pues ¿qué tal os parece que será el aposento adonde un Rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes se deleita? No hallo yo cosa con que comparar la gran hermosura de un alma y la gran capacidad;” (M. cap 1, 1)

“…la puerta para entrar en este castillo es la oración y consideración, no digo más mental que vocal, que como sea oración ha de ser con consideración; porque la que no advierte con quién habla y lo que pide y quién es quien pide y a quién, no la llamo yo oración, aunque mucho menee los labios; porque aunque algunas veces sí será, aunque no lleve este cuidado, mas es habiéndole llevado otras. Mas quien tuviese de costumbre hablar con la majestad de Dios como hablaría con su esclavo, que ni mira si dice mal, sino lo que se le viene a la boca y tiene deprendido por hacerlo otras veces, no la tengo por oración, ni plega a Dios que ningún cristiano la tenga de esta suerte;”(M. 1.7)

Dos axiomas recorren la obra. Dos pilares sobre los que se sustenta la concepción antropológica de Teresa de Jesús: el hombre posee un alma capaz de Dios, y el hombre ha recibido como inmenso y misterioso don la capacidad de comunicarse con la divinidad que habita en su interior. Y sabe de un único fin: la vocación suprema del ser humano es el Amor. Hemos venido a este mundo para aprender a amar, de lo contrario el ser humano se convierte en un misterio para el propio hombre (San Juan Pablo II) Una gracia que supera todos los hallazgos de interiorización que hemos visto en la poesía petrarquista y neoplatónica, pues, mediante la inmersión en el misterio trascendente de Dios, halla respuesta a la búsqueda de Dios dentro de sí de estirpe agustiniana.

Primera certeza: tenemos un alma inmortal. Segunda certeza: Dios habita en su interior. Tercera certeza Dios quiere comunicarse con los humanos. Cuarta certeza: solo el amor puede alcanzarlo. Quinta certeza: No hay otro camino que la oración.

Nos advierte al iniciar la obra:

“No es pequeña lástima y confusión, que por nuestra culpa no nos entendamos a nosotros mismos, ni sepamos quienes somos. ¿No sería gran ignorancia, hijas mías, que preguntasen a uno quién es, y no se conociese, ni supiese quién fue su padre, ni su madre, ni de qué tierra? Pues si esto sería gran bestialidad, sin comparación es mayor la que hay en nosotras, cuando no procuramos saber qué cosa somos, sino que nos detenemos en estos cuerpos, y ansí a bulto, porque lo hemos oído y porque nos lo dice la fe, sabemos que tenemos almas; mas qué bienes puede haber en esta alma, u quién está dentro de esta alma, u el gran valor de ella, pocas veces lo consideramos, y ansí se tiene en tan poco procurar con todo cuidado conservar su hermosura. Todo se nos va en la grosería del engaste u cerca de este Castillo, que son estos cuerpos.” (M. cap. 1,2)

EL GUSANO DE SEDA, ALEGORÍA Y SÍMBOLO DE LA ORACIÓN DE UNIÓN

“2. Ya habréis oído sus maravillas en cómo se cría la seda, que sólo El pudo hacer semejante invención, y cómo de una simiente, que dicen que es a manera de granos de pimienta pequeños (que yo nunca la he visto, sino oído, y así si algo fuere torcido no es mía la culpa) , con el calor, en comenzando a haber hoja en los morales, comienza esta simiente a vivir; que hasta que hay este mantenimiento de que se sustentan, se está muerta; y con hojas de moral se crían, hasta que, después de grandes, les ponen unas ramillas y allí con las boquillas van de sí mismos hilando la seda y hacen unos capuchillos muy apretados adonde se encierran; y acaba este gusano que es grande y feo, y sale del mismo capucho una mariposica blanca, muy graciosa. Mas si esto no se viese, sino que nos lo contaran de otros tiempos, ¿quién lo pudiera creer? ¿Ni con qué razones pudiéramos sacar que una cosa tan sin razón como es un gusano y una abeja, sean tan diligentes en trabajar para nuestro provecho y con tanta industria, y el pobre gusanillo pierda la vida en la demanda? Para un rato de meditación basta esto, hermanas, aunque no os diga más, que en ello podéis considerar las maravillas y sabiduría de nuestro Dios. Pues ¿qué será si supiésemos la propiedad de todas las cosas? De gran provecho es ocuparnos en pensar estas grandezas y regalarnos en ser esposas de Rey tan sabio y poderoso.” (Moradas V, capítulo 2. Punto 2.)

El objetivo final del camino de perfección teresiano es la unión en amor con el mismo Dios. Dos maravillas complementarias protagonizan la ascensión a la cumbre, o mejor dicho, la inmersión hacia el hondón del alma: una, el misterio de la inhabitación trinitaria; la otra, Cristo, como Verbo encarnado representado en un Corazón que tanto nos ama.

Hoy que vivimos de espaldas a Dios, se me despierta un sentimiento de melancolía al ver el estado del mundo y lo alejado del único remedio para el ansia de felicidad que la humanidad entera manifiesta paradójicamente. Cristo es la respuesta.

Cada vocación específica tiene su camino de perfección, pero todos tienen el mismo agente, Cristo Jesús: nuestro camino, verdad y vida, en el silencio del claustro o en medio de la más afanosa cotidianidad, perfeccionando la Creación y sabiendo que también entre “los pucheros anda Dios”. ¿Hemos olvidado que somos hijos de Dios y herederos del cielo? Santa Teresa sabe que ha venido a este mundo para amar. Con qué frescura llega al final de su vida cantando a su Amado. Ha vivido para amar y morirá amando. 

Desde una perspectiva literaria sabemos que cuatro grandes símbolos sustentan Las Moradas: primero el castillo y sus dependencias que estructuran toda la obra; los tres restantes aparecen en el camino creciente de unión con Dios: las dos fuentes, el gusano de seda y el referente nupcial. Tres grandes símbolos que le ayudan a la Santa a explicar lo inefable. Son símbolos por el significado universal que encierran; pero en el proceso de la escritura, actúan como una comparación que se convierte en alegoría, o metáfora continuada que, al final, se eleva a símbolo. Tal el gusano de seda y la mariposilla blanca.

Santa Teresa se ha quedado prendada de la existencia de unos gusanos feísimos que, en un lento proceso, se metamorfosean en una delicada mariposilla blanca. La perspicacia de Teresa no lo duda: es la historia del alma humana, que ha de pasar de arrastrarse como gusano a volar como mariposa. Pero ve más: cae en cuenta de que esa alma que ha ido alejándose del gusto por lo mundano y terrenal, tiene que perder la vida para encontrarla en plenitud, tiene que encerrarse en el “capullito” que ella misma ha tejido para convertirse en mariposilla blanca. Libre de arrastrase por el suelo, revoloteará hasta quedar consumida en la llama de amor que anhela.

Asombrada se queda Teresa ante el insólito fenómeno de la naturaleza, muestra del poder de nuestro Dios. Materia suficiente para pasar largas horas de contemplación. Una reflexión de plena actualidad: si conociéramos cada cosa, admiraríamos al Creador y lo amaríamos. Qué invitación al estudio y conocimiento de toda realidad.

Ella ahora está por otra labor. De la oración de quietud, pasa a la de unión. El gusano transformado en mariposa le viene al pelo. La analogía le encaja. Escribe en el punto 3 de las Moradas V, cap. 2:

1ª comparación.

“Entonces comienza a tener vida este gusano, cuando con el calor del Espíritu Santo se comienza a aprovechar del auxilio general que a todos nos da Dios y cuando comienza a aprovecharse de los remedios que dejó en su Iglesia.”

2ª comparación. En el punto 4 continúa:

“Pues crecido este gusano que es lo que en los principios queda dicho de esto que he escrito, comienza a labrar la seda y edificar la casa adonde ha de morir. Esta casa querría dar a entender aquí, que es Cristo.”

3ª comparación. En el punto 5 precisa:

“Él es la morada y la podemos nosotras fabricar para meternos en ella. Y ¡cómo si podemos!, no quitar de Dios ni poner, sino quitar de nosotros y poner, como hacen estos gusanitos”.

4ª comparación. El gusano tiene que morir como nosotros al hombre viejo. La experiencia mística nueva se manifiesta como en el suceso narrado. La metáfora continuada del admirable fenómeno natural le prepara el desenlace. Nos comenta en el punto 7:

“Pues veamos qué se hace este gusano, que es para lo que he dicho todo lo demás, que cuando está en esta oración bien muerto está al mundo: sale una mariposita blanca. ¡Oh grandeza de Dios, y cuál sale una alma de aquí, de haber estado un poquito metida en la grandeza de Dios y tan junta con El; …Yo os digo de verdad que la misma alma no se conoce a sí; porque, mirad la diferencia que hay de un gusano feo a una mariposica blanca, que la misma hay acá.”


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