Retorno al pudor
Wendy Shalit
Antes, un hombre que se impacientara con las mujeres, con sus “complejos” o su inexperiencia, y que quisiera ir directamente al grano, buscaba una prostituta. O por decirlo de otra forma, cuando los hombres se comportaban de una manera repugnante, al menos ofrecían una compensación económica a la mujer que tenía que soportarles. Hoy en día, los hombres esperan poder tratar a todas las mujeres como si fueran prostitutas, solo que sin tener que ofrecerles ninguna compensación; y resulta que ahora son las mujeres que no han perdido la virginidad las que son estigmatizadas por la sociedad, y se les dice que nadie querrá estar con ellas… igual que a las prostitutas de otras épocas se las decía que ningún hombre podría quererlas. Para que mi postura no sea confundida con la de Andrea Dworkin, que ya hemos visto que llamaba al matrimonio “violación legalizada”, o con la de Dale Spencer, que denominaba al matrimonio “prostitución legalizada”, me gustaría subrayar que pretendo transmitir exactamente la idea opuesta: que después de años de burlarnos de la institución del matrimonio y de la posibilidad de amor para toda la vida, ahora son las mujeres solteras las que se ven tratadas como si fueran prostitutas de uso gratuito.
Lógicamente, no es nada agradable quedarse sola, y hay un montón de buenas razones que llevaron a tantas mujeres a aceptar este nuevo orden moral. Este es el motivo por el que la cultura en la que vivimos es importante, porque una vez que la sociedad altera sus valores, si insistes en desear algo distinto de lo que se te ofrece y te niegas a hacer concesiones, es bastante probable que te veas abandonada. Es muy duro cuando un hombre te abandona porque no estás dispuesta a acostarte con él, especialmente cuando estabas convencida de que le querías. Y es fácil comprender por dónde puede venir la tentación de rendirse y de aceptar vivir con alguien para no estar sola. (…) Pero, para empezar, ¿por qué aceptamos esa visión machista de la mujer? Por qué parecemos estar de acuerdo en que las mujeres no son más que objetos sexuales, y que existen solamente para la gratificación de los hombres?
(…) La mayoría de las mujeres que conozco que están viviendo con sus novios confían en que terminarán casándose con ellos. Y la mayoría de las mujeres que conozco que han tenido relaciones con hombres casados esperan que esos hombres terminarán abandonando a sus mujeres y se irán con ellas… Y cuando lo hagan, no quieren tener la competencia de pequeñas adúlteras jugueteando en torno a su nuevo marido. Lo que me sugiere todo esto es que la mayoría de las mujeres quieren, en el fondo, lo mismo: la seguridad de un amor para siempre.
La gente joven sale en grupo, beben, “ligan”, y al día siguiente todo vuelve a la normalidad. Supongo que hay muchas cosas deprimentes en este comportamiento –por ejemplo, que en la fría expresión “ligue” ya no queda ni siquiera la apariencia de que se tiene la ilusión de un amor que dure para siempre–, pero también hay muchos motivos de esperanza, como el hecho de que todos ellos tengan que recurrir al alcohol para hacer lo que hacen.
No beben vino para tener una agradable conversación: beben cerveza y bebidas alcohólicas para que no haya lugar para una agradable conversación y puedan ir “directamente al grano”, por así decir. Eso es lo que se ofrece sin rubor en la publicidad de la mayoría de las fiestas que se celebran en la universidad. Pero beber de esa manera supone admitir de manera dramática que no somos como el resto de los animales, que nuestros deseos y nuestras ilusiones románticas deberían informar nuestras acciones más íntimas; por eso, si la mentalidad dominante insiste en que los “ligues” no tienen ninguna importancia, y que el sexo “no es para tanto”, es necesario hacer algo que nos insensibilice para estar en condiciones de llegar hasta el final. Así que se rinde homenaje al pudor por los extremos a los que se tiene que llegar para conseguir ahogarlo.