¿Qué es el ser humano?
UNA APROXIMACIÓN A SU NATURALEZA
Andrés Jiménez Abad
Persona masculina, persona femenina
El cuerpo humano, constitutivo y expresión de la persona, manifiesta además, y hace patente, un decisivo modo de ser: es masculino y femenino. Se manifiesta en su constitución sexuada y sexual desde la raíz de su configuración cromosómica y genética. Pero al mismo tiempo sirve de cauceaunadiferentemodalizaciónque,pasandoporel dimorfismo morfológico -anatomía y fisiología propias y correlativas en el varón y en la mujer-, modula también el modo de sentir, querer y pensar. Y por eso la persona es masculina o femenina. Esta dualidad en el modo de ser persona se ve ahondada significativamente en la generación humana de índole sexual, a la que sirve la diferenciación corporal masculina y femenina.
La dualidad varón-mujer afecta a la persona entera: cuerpo, afectividad, racionalidad, conducta; y por lo tanto también a la cultura y a la vida social, reflejo y objetivación de la subjetividad personal. La persona humana es varón o mujer, en referencia recíproca y complementariedad radical. La persona en cuanto varón es para la mujer, y en cuanto mujer es para el varón. Ser en el cuerpo varón o mujer significa que la persona humana se ofrece en reciprocidad adecuada a una forma de vida en complementariedad, en convivencia íntima, mediada por la mutua referencia corporal, basada en la libre donación mutua yen la comunión de las personas.
Ciertas cualidades decisivas en toda persona madura parecen más peculiares del modo de ser persona masculino y otras del modo de ser persona femenino. Hay, por ejemplo, un modo masculino de ejercer la ternura, distinto en la mujer; del mismo modo que hay un modo femenino de ejercer la firmeza, distinto en el varón. Que exista una cierta inclinación hacia determinadas disposiciones no significa exclusividad en su adquisición y ejercicio. El modo de ser masculino parece más capaz de aportar una tendencia a la exactitud y la racionalización, la técnica, el dominio sobre las cosas, la capacidad de proyectos a largo plazo. El modo femenino de ser persona muestra una mayor espontaneidad para el conocimiento de las personas, la delicadeza y el matiz en el trato, la capacidad de atender a lo concreto, la generosidad, la intuición en el raciocinio, la tenacidad...
Ello no supone sin embargo un “reparto” de cualidades, y menos aún una distinción de rango o dignidad, sino una predisposición a la complementariedad, al respeto y a la ayuda mutua.No es que existan cualidades masculinas y femeninas, sino un diferente modo de cultivarlas y de mostrarlas, masculino y femenino,queinduce a la colaboración entre las personas de uno y otro sexo.
La integración de todas las dimensiones de la sexualidad no es fácil. Es una jerarquía en la que las partes coadyuvan, se complementan aportando lo que es propio de cada una para dar lugar a lo que es propio de la persona: la unidad de vida para la propia donación en el amor. Intentar vivir sin contar con nuestra dimensión físico-biológica es intentar romper la unidad constitutiva del ser humano. La ruptura con lo biológico no libera de ataduras, antes bien conduce a lo patológico. Intentar vivir sin contar con la dimensión personal, en la que la sexualidad se convierte en lenguaje y prueba de la donación amorosa, es, literalmente, despersonalizar el sexo y convertirlo en objeto e instrumento de dominación.
Sin embargo, una adecuada subordinación de la dimensión biológica y la afectiva a la dimensión personal no destruye el dinamismo de aquellas, sino que las eleva al darles un sentido que supera sus meras posibilidades, de manera análoga a como la piedra se convierte en cimiento, al espacio que se convierte en hogar, al esfuerzo que se convierte en trabajo, la caricia que se convierte en símbolo de cercanía y compenetración entre dos personas. La sexualidad convertida en expresión de amor personal se hace don de sí mismo por el bien de la persona amada y de la unión íntima de las personas que en ella se significa. El amor por el que dos personas se entregan recíprocamente para compartir lo que son y lo que tienen, da sentido profundamente humano al diálogo sexual. De este modo, una vida sexual madura consiste fundamentalmente en vivir armónica y profundamente toda la potencialidad del amor conyugal, como donación mutua, en beneficio común y en apertura a la vida.