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Mente y cerebro

La existencia de una potencia superior

Enrique Cases
Universidad Internacional de Cataluña

Mente y cerebro: una potencia superior

En el pensamiento materialista se hace necesario explicar la inteligencia con la única ayuda del cerebro. Los estudios sobre el cerebro avanzan mucho actualmente, y como suele suceder en los estudios científicos, al principio algunos piensan que es posible comprender todo con el funcionamiento del órgano, pero al avanzar y descubrirlo mejor se advierte que necesita de una potencia superior para actuar como de hecho actúa.

El cerebro es una estructura viva y abierta de tal manera que se adapta según el actuar espiritual.  Es evidente la conexión entre la conducta y el estado del cerebro en las dos direcciones, pues muchas acciones se explican sólo con el cerebro, y otras se explican porque el alma hace actuar al cerebro de ese modo y no de otro determinado [Lopez Moratalla. Clases La unidad neuronal y la influencia recíproca entre neuronas].

En esta dualidad unitaria mente cerebro sigue siendo de actualidad el buen quehacer de Aristóteles que distinguió cuatro causas (eficiente, formal, material y final) para conocer con mayor perfección los efectos y la realidad. Si se intenta deducir el conocimiento sólo con la causa  material sería como explicar la pintura por la constitución de la mano o del pincel, o como dice con crudeza el premio Nobel  John Eccles: “el «emergentismo» no explica nada. No es más que un nombre sin contenido real, una etiqueta. Además, si lo que se pretende es reducir las características humanas a «emergencia», se trata de un materialismo reduccionista  pseudocientífico e inaceptable: la ciencia no proporciona ninguna base para esa doctrina”; luego añade con fuerza: “El materialismo es una superstición”. El materialismo, si se lleva a sus últimas consecuencias, niega las experiencias más importantes de la vida humana: «nuestro mundo» personal seria imposible". Esto sólo para la relación mente cerebro, pero, además, en el hombre hay más realidades que la de pensar. “Los sentimientos, las emociones, la percepción de la belleza, la creatividad, el amor, la amistad, los valores morales, los pensamientos, las intenciones, la libertad... Todo «nuestro mundo», en definitiva. El materialismo no explica el hecho de que yo quiera hacer algo y lo haga” [Entrevista con Sir Jhon Eccles. Premio Nobel en Neurología a. 1996 en Arvo.net].

El estudio de la conexión mente-cerebro es importante para conocer al ser humano. También para matizar mejor la unidad sustancial del ser humano, distinguiendo lo que es corporal y lo que es espiritual, sin confundirlos. Esto es de gran importancia en la medicina, y en la educación [Las dificultades al establecer un puente entre la realidad externa e interna han conducido a algunos científicos como Penfield (1975), Popper y Eccles (1977) a atribuir a la conciencia una cualidad inmaterial de tipo espiritual, y a sostener que algunas partes de la corteza y el tronco cerebrales representan un lugar de confrontación entre estos dos mundos. Esta visión retira el problema de la conciencia del mundo científico y concluye en que el cerebro no da explicación de sí mismo. Parte de los trabajos de investigación de Penfield y la escuela de Montreal se dedicaron a la búsqueda de un sustrato anatómico cerebral de la conciencia humana. Encontraron que presionando partes profundas del cerebro, la zona del diencéfalo y el tronco cerebral, el sujeto perdía la conciencia, y sostuvieron que ése era el lugar anatómico de origen de la conciencia. Es curioso que este grupo encuentra la localización de la conciencia muy cerca de la glándula pineal, el lugar donde Descartes la había situado. Es como si al cerrar un ojo y no ver se dijese que se ve sólo por la actividad del ojo.]. El cerebro es el instrumento principal de la mente espiritual que lo usa.  Al mismo tiempo le influye mucho su normalidad o enfermedad [Natalia López Moratalla. En Idea cristiana del hombre. III Simposio Internacional Fe Cristiana y Cultura Contemporánea. Eunsa, 2002]. Recordemos actualizándolas las cuatro causas para entender el pensar y entender.

1.- La causa eficiente del conocer es el acto de ser que constituye a la persona como Luz.

2.- La causa formal, la inteligencia como potencia del alma que recibe la luz de su intimidad y con ella ilumina y hace accionar todo el conocimiento, incluido la acción cerebral y la de los sentidos.

3.- La causa material es el cuerpo y principalmente el cerebro.

4.- La causa final es conocer como el hombre es conocido por Dios según su propio ser personal y natural.

Hablando desde la ciencia, pero sin espíritu reduccionista “el cerebro no es una caja oscura en la que entran determinados datos sensoriales y salen transformados en datos de conducta,  si no que es un órgano activo con capacidad de cambio interno y dúctil a la voluntad del sujeto. Por tanto, la plasticidad neural en el ser humano es fundamental a la hora de las diferencias que condicionan y determinan el aprendizaje. Cabría preguntarse si esta capacidad es únicamente dependiente de la materialidad genética de cada ser humano. Para ello habría que estudiar seres humanos equivalentes desde el punto de vista genético. Es experiencia común que las capacidades que los gemelos desarrollan no son idénticas. La diferenciación va ligada al desarrollo de diversas funciones en el cerebro. Por ejemplo, un gemelo puede dominar un idioma y el otro no, o desarrollar una fobia y el otro no. Es decir, las redes neuronales desarrollan conexiones diversas según la decisión personal de cada sujeto. De ahí la enorme dignidad que radica en la persona humana, un ser que elige su destino, sin que esté determinado por condicionamientos genéticos o biológicos. Especie capaz de cambiar el propio sustrato neural de su pensamiento” [Maria Gudín o.c. in fine].

Nos parece de gran lucidez los estudios de la Dra. Lopez Moratalla apoyados en la filosofía de Leonardo Polo. La tesis fundamental es que las facultades cognoscitivas actúan liberadas del automatismo orgánico según una medible inhibición; es decir que lo que en un animal con cerebro es siempre determinado y sin cambios notables, lo que se llamaba instinto, en el hombre es cambiante pues la mente es abierta y lleva al cerebro a tener inhibiciones de unas funciones para que se utilicen otras.

Por otra parte, el cerebro humano crece, cosa que no ocurre en los animales. “En tanto que el crecimiento orgánico es ilimitado, el tiempo juega a favor del hombre porque lo perfecciona, se desarrolla como hombre; mientras que al animal, por el contrario, el tiempo le desgasta. Además hay que destacar que, al término del crecimiento orgánico, el sistema nervioso es una unidad funcional que no constituye un todo respecto de sus componentes. Es respecto de ellos una organización “destotalizada” y por tanto admite una pluralidad de las facultades” [Natalia López Moratalla. En Idea cristiana del hombre. III Simposio Internacional Fe Cristiana y Cultura Contemporánea. Eunsa, 2002]. Crece por la acción de la unidad superior espiritual sobre el órgano cerebral. El hombre no sólo pone en funcionamiento el superordenador, podríamos decir, sino que puede hacer crecer ese ordenador y perfeccionarlo materialmente.

Además, existen funciones no ligadas al órgano, cosa imposible de explicar a un materialista. “Las capacidades, como memoria, conocimiento animal, comportamiento animal surgen y dependen de la integración de circuitos neuronales. Descansan en la configuración de la materia, pero además, a cada hombre le pertenecen potencias o facultades ligadas al órgano y por tanto limitadas por él, como en los animales, y además otras facultades no dependientes directamente del órgano. Y con crecimiento no limitado por la configuración de la materia,  sino con crecimiento por hábitos. La forma, en sentido clásico, no se agota en configurar la materia. La forma "que sobra" de ese configurar la materia es principio de actividades, de operaciones ligadas a la materia organizada, a los órganos. El ser personal potencia, refuerza o añade un plus de potencialidad, que le permite ser sujeto de actividades no ligadas directamente a órgano; son las facultades espirituales: los conocimientos intelectuales y las decisiones libres. Pues bien, Polo llama "sobrante formal" a la forma natural del órgano, pues no se reduce a informarlo. Las facultades propias del hombre están en un sobrante formal no sometido a condiciones materiales, aquello que suele llamarse espíritu o libertad.

La facultad inteligencia, que es espiritual, abre y amplia la capacidad operativa del cerebro. La inteligencia actúa sobre lo que le da la sensibilidad interna o imaginación, por eso existe un proceso de maduración de la sensibilidad interna previa a la maduración física. El cerebro es plástico, no terminado nunca,  sino que su crecimiento es indeterminado y se eleva y refuerza liberándose de sus solas funciones materiales. El desarrollo del cerebro tiene que ver con los genes y el genoma, pero su operatividad sobrepasa las determinaciones que éstos establecen. La limitación la pone el órgano, pero la operatividad es más libre que la apertura de posibilidades que la masa cerebral ofrece. Más aún, ese desarrollo depende también de las relaciones interpersonales afectivas. Es bien conocido, que no acaba de construirse un cerebro adecuado, que no madura la estructura orgánica misma, si la vida no es vivida en relación personal. No solamente las emociones modulan la capacidad cognitiva,  si no que incluso la relación personal afectiva, por ejemplo, la atención que se dispensa al niño de pocos meses permite que este desarrolle la lateralización de sus hemisferios cerebrales, imprescindibles para una operatividad específicamente humana” [o.c. apartado 3]. Los casos de niños lobo que al acceder al mundo humano después de sobrevivir en el mundo animal ha permitido comprobar que estos niños ni siquiera son capaces de acceder al lenguaje a pesar de ser más mayores que los niños en entorno humano.

Ser humano y mundo animal

Es decir, las actividades no materiales cambian el cerebro que posee una capacidad más allá de una máquina u ordenador, tiene plasticidad: “Esta plasticidad neuronal que permite ir cerrando progresivamente circuitos neuronales, mantiene en el tiempo la capacidad de aprendizaje.

Es muy indicativo el hecho de que el período de la vida de cada ser humano en que el cerebro es un órgano plástico es mucho más largo en el ser humano que para los individuos de cualquier otra especie; y que ese desarrollo es gradual, con etapas en orden sucesivo de tal forma que la plena manifestación de las facultades requiere un cierto grado de desarrollo. Por ejemplo, se ha descrito la diferencia de la velocidad del crecimiento del número de neuronas después del nacimiento entre los humanos y otros primates. Así mientras los chimpancés tienen tras el nacimiento una baja tasa de crecimiento del cerebro respecto al del cuerpo, los hombres mantienen un rápido crecimiento del cerebro durante años y la relación del tamaño del cerebro respecto al tamaño corporal es siempre unas 3,5 veces mayor” [ibid.].

La plasticidad del cerebro obliga  a  superar el materialismo que lleva al determinismo; como si se pudiese encontrar una relación directa entre una actividad neuronal y un pensamiento o un acto de voluntad. Con esta perspectiva se abre un campo verdaderamente rico para entender la libertad y el pensamiento, que engloba lo antiguo y lo nuevo en una síntesis enriquecedora. El sistema nervioso es una unidad funcional en tanto que no totaliza sus partes, o no constituye un todo respecto de sus componentes,  si no que respecto de ellos es una organización destotalizada y destotalizante. Es decir, es el sistema de la apertura real que observada por los pensadores de todos los tiempos, sin conocer el actuar cerebral. Lo que en el primate es siempre una actuación repetitiva, en el ser humano existen variaciones que llevan al cerebro a actuar de maneras muy diversas al servicio de un director superior. De esta forma el cerebro se enriquece porque un motor inteligente le lleva a actuar de formas nuevas y no repetitivas como en los seres no inteligentes. Es decir, el cerebro ordenador es muy semejante en el hombre y el primate, pero el usuario del cerebro humano consigue libremente que el suyo crezca y actúe de formas novedosas e imposibles para una mera máquina. Veamos unos estudios recientes sobre la relación mente-cerebro.

Como término de comparación para ver la inmensa distancia que va de la mente al cerebro baste ver un estudio de seres con un cerebro no muy distinto del humano. “En la regulación del lenguaje participa una red que une poblaciones separadas de neuronas que afecta crucialmente a estructuras corticales y a los ganglios basales. Esta red de neuronas o sistema funcional del lenguaje interviene en la integración de la información sensorial con el conocimiento almacenado. La capacidad del lenguaje permite a las personas poder comunicarse y relacionarse con sus semejantes así como tener una actividad intelectual, de hecho el lenguaje es una exteriorización de la mente. En el lenguaje existen dos parámetros fundamentales que son necesarios para que adquiera un sentido completo: la comprensión y transmisión. Las ideas, pensamientos, opiniones, sentimientos se deben poder trasmitir mediante sonidos o gestos siguiendo unas reglas determinadas pero también deben ser comprendidas por aquel que las recibe. Para poder expresarse mediante el lenguaje es necesario el sistema nervioso y una estructura mecánica como los labios, la boca, la lengua y la laringe que permitirán articular los sonidos y emitir las palabras. Los centros corticales cerebrales que participan en la función del lenguaje se localizan en tres áreas situadas en el hemisferio cerebral dominante. Entre un 90-95% de las personas son diestras y tienen el hemisferio dominante en el lado izquierdo. Las personas zurdas y ambidiestras tienen en un 70% el hemisferio cerebral izquierdo como dominante, y del 30% restante, la mitad tienen representación del lenguaje en ambos hemisferios y el resto tienen como hemisferio dominante el izquierdo. De las tres áreas corticales dos de ellas son receptivas y la otra ejecutiva. Las áreas receptivas son la 41 y 42 o de Wernicke, localizadas en el lóbulo temporal relacionadas con la percepción del lenguaje hablado y la otra es el área 39, en el lóbulo parietal, que se ocupa de la percepción del lenguaje escrito. Estas áreas tienen una función integradora con las áreas receptivas auditivas y visuales. El área ejecutiva se localiza en la región frontal y es el área 44 o de Broca que es la que interviene en el habla motora.

Diversos estudios han corroborado que el lenguaje es especifico de los seres humanos, aunque diversos grupos de investigadores han conseguido que algún tipo de animal, como los chimpancés,  puedan manejar algunos signos para comunicarse nunca han sido capaces acercarse a la complejidad gramatical del lenguaje humano. En la Universidad de Nevada, Beatrice y R. Allen Gardner consiguieron enseñar en 1966 a una pequeña chimpancé de 10 meses llamada Washoe unos 150 signos que aprendió relacionándolos con los correspondientes objetos. También dio respuestas correctas a preguntas del tipo “¿dónde?”, “¿quién?”. Por primera vez un chimpancé había conseguido dominar un lenguaje con el que podía hablar con los humanos. Fue realmente sorprendente  la capacidad de Washoe para entender cientos de signos gestuales y combinarlos de una forma que sugería una rudimentaria comprensión de la gramática. Sin embargo con este método no se puede averiguar si el animal posee el dominio de la sintaxis, ya que sólo se le enseña a relacionar el objeto con una imagen convencional o con un gesto. Un niño de 3 años ya tiene ideas sobre el modo apropiado de construir frases, lo cual no está nada claro en el caso de los chimpancés. Por otra parte  la mayor parte de estas experiencias se han realizado en un entorno humano sometiendo a Washoe a un intenso proceso de aprendizaje artificial para ella.

“¿Puede un antropoide crear una frase?” es el título de un informe de Terrace en Science, 23 de noviembre de 1979: “Los antropoides pueden aprender muchos símbolos aislados (como pueden hacerlo los perros, caballos y otras especies no humanas), pero no muestran ninguna evidencia inequívoca de dominar la organización conversacional, semántica, ni sintáctica del lenguaje”. Investigaciones recientes parecen confirmar de que el lenguaje humano está fuera de la capacidad de otras especies incluso. Las diferencias parecen ser cualitativas por un tipo diferente de organización intelectual. Como afirma el neurofisiólogo  John Eccles, las esperanzas de enseñar un lenguaje simbólico a los antropoides han sucumbido estrepitosamente. Comenta: “como observador a distancia de los programas de entrenamiento del lenguaje en simios, tengo la impresión de que las grandes esperanzas iniciales de poder ser capaces de comunicarse con los simios a un nivel humano se han visto defraudadas. Parece como si los simios no tuviesen nada de interés que quisieran comunicarnos, como si no poseyeran nada equivalente al pensamiento humano” [Muntané Sanchez. Mente y cerebro 2005].


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