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La neurociencia y la privacidad

Elon Musk, Impulsor del proyecto Neuralink

En 2019, el neurocientífico Rafael Yuste, director del Centro de Neurotecnología de la Universidad de Columbia (EE.UU.) y principal impulsor del proyecto BRAIN, publicó un experimento en el que mediante electrodos implantados en el cerebro de ratas podía hacer que los animales vieran cosas que en realidad no estaban ahí. En otras palabras, los investigadores estaban controlando la actividad de su cerebro. Según Yuste y otros científicos en todo el mundo, es solo cuestión de tiempo que se pueda hacer algo similar con seres humanos y por eso es urgente definir y reconocer los neuroderechos de las personas.

Recibe el nombre de Neurotecnología cualquier tecnología que registre información procedente de la actividad cerebral o interfiera con ella. Combinada con la inteligencia artificial tiene el potencial de alterar la sociedad de manera fundamental, según afirman los científicos al frente de la iniciativa.

La evolución de la neurociencia y, en paralelo, de la neurotecnología es imparable. Durante las próximas décadas veremos, aunque suene a ciencia ficción, dispositivos capaces de decodificar la información de nuestro cerebro, amplificar nuestros sentidos o modificar nuestros recuerdos. Ahí entran en juego los límites éticos y, en ese sentido, los neuroderechos se revelan imprescindibles para proteger nuestra privacidad mental.

La estimulación cerebral profunda mediante electrodos implantados en el cerebro es un avance en el campo de la biotecnología que ya se ha usado con éxito para, por ejemplo, mejorar los síntomas de las personas que sufren de Parkinson o epilepsia. El proyecto Neuralink de Elon Musk, por ejemplo, va un paso más allá: su objetivo es desarrollar una interfaz bidireccional capaz no solo de estimular partes del cerebro, sino también de recibir e interpretar las señales que provienen de él.

Una vez establecida esta conexión, y mediante el uso de inteligencia artificial, sería posible identificar emociones, controlar dispositivos o inducir estados. Algunos científicos consideran que una versión futura muy sofisticada de este sistema, u otro similar, podría leer los pensamientos de una persona, acceder a su memoria e, incluso, controlar ambos, lo que ven como un peligro potencial para la humanidad.

El análisis de esta información por medio de técnicas de big data y la capacidad de influir en las personas proporcionaría herramientas para el llamado neuromarketing, induciendo a la realización de ciertas compras. Pero también podría aplicarse a otros ámbitos más delicados, como la política, afectando al sentido del voto y vulnerando así derechos humanos básicos.


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