Raíces de Europa
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La herencia de Grecia y Roma

Contraposición de la presencia histórica del cristianismo al legado clásico heredado de Grecia y Roma. ¿Ha sido realmente el cristianismo hostil a la herencia cultural grecolatina?

Santiago Arellano
Revista ESTAR, febrero 2005

Cariátides, Templo de Erectión, Atenas
Cariátides, Templo de Erectión, Atenas

A menudo se contrapone la presencia histórica del cristianismo al legado clásico heredado de Grecia y Roma. Así ha querido mostrarlo la historiografía ilustrada, hasta el punto de reducir la Cristiandad –la primera y genuina Europa– a una etapa intermedia -el “medievo”- entre el tesoro clásico heleno-latino y la modernidad en la que se quiere hacer ver su renacimiento. ¿Ha sido realmente el cristianismo hostil a la herencia cultural grecolatina?

La caída del Imperio Romano supuso un cataclismo cultural difícilmente imaginable. De una civilización que parecía indestructible, de golpe, se vuelve a la barbarie. Comunicaciones, comercio, rutas abiertas para la cultura y el beneficio, la irrupción bárbara, aún en los casos moderados por previa romanización, acarrean aislamiento, inseguridad, violencia y destrucción. En poco tiempo el esplendor del Imperio se habrá convertido en un solar de ruinas. El año 476 supuso el derrumbamiento de la cultura grecorromana y el paso a una etapa en la que sobrevivir era más importante que cualquier filosofar. Los supervivientes, en cuanto pueblo, no pueden dedicarse a saber leer y escribir, de uso generalizado entre el ciudadano del Imperio; tienen que descuidar el saber para poder en primer lugar vivir.

Una decisión importante habían adoptado durante el siglo IV y V hombres extraordinarios, como el obispo de Milán, San Ambrosio, que anteriormente había ocupado el cargo de gobernador en el Imperio, San Jerónimo, joven converso al catolicismo que había recibido una educación esmeradísima, o San Agustín el profesor de retórica latina en Roma y Milán. Es verdad que San Jerónimo tuvo sus vacilaciones tras el conocido sueño en que se le aparece Cristo que le dice “tú no eres cristiano, tú eres ciceroniano”, por preferir la belleza clásica a lo que entonces consideraba rudo lenguaje bíblico. Ya en su ancianidad volvería a ponderar la cultura clásica. San Agustín no tuvo la menor duda. En su “ De doctrina christiana ” incluye la formación clásica para un cristiano, modelo educativo durante toda la Edad Media. Ideal que amparó la búsqueda, difusión, copia y mantenimiento de los manuscritos de la Antigüedad.

Partenón de Atenas
No es verdad que el cristianismo impidió la pervivencia del mundo grecorromano. Desde el primer momento adoptó una actitud de asimilación y acomodación de la vida espiritual griega y romana a la nueva fe, en un claro ejemplo de lo que se ha denominado en la actualidad un proceso de inculturización

Los monasterios se convierten en oasis culturales en el páramo desolador del antiguo Imperio. San Benito, patricio romano, en su ora et labora, estimula el estudio de la Antigüedad. A veces pienso que el hábito benedictino en su hechura, no en su color negro, recuerda las túnicas de los patricios romanos, así como no existe la menor duda de que sus monasterios se inspiran en la “villa romana”, capaz de suministrar todo lo necesario, sin que el monje se viese obligado a salir de su ciudad sagrada.

No es verdad que el cristianismo impidió la pervivencia del mundo grecorromano. Desde el primer momento adoptó una actitud de asimilación y acomodación de la vida espiritual griega y romana a la nueva fe, en un claro ejemplo de lo que se ha denominado en la actualidad un proceso de inculturización. Los nombres de los meses son romanos, aunque hubiesen sido encomendados al patrocinio de deidades paganas como junio a la diosa Juno o recordasen la memoria de grandes emperadores, como julio a Julio Cesar o agosto a Cesar Augusto y sin preocuparles que el mes noveno lleve el nombre de septiembre, el décimo el de octubre, el undécimo, noviembre y el mes doce lleve nombre de décimo, diciembre.

Menos el nombre del sábado y del domingo, uno judío, el otro el cristiano, día del Señor, los demás días de la semana conservan la denominación latina, el día de la luna, el día de Marte, el día de Mercurio, El día de Jovis o Júpiter, el día de Venus. La Iglesia mantuvo la organización territorial del Imperio, desde diócesis a parroquias. En los tres primeros siglos el griego común (koiné) fue la lengua de la Iglesia, por eso las primeras versiones de los Evangelios se encuentran en griego. Y desde el siglo IV hasta la reforma de la liturgia en el Concilio Vaticano II se mantuvo el latín como la lengua común de la liturgia y como lengua oficial de la Iglesia, que sigue con tal consideración hasta nuestros días. No tuvo ningún reparo en acomodar el año cristiano a las grandes celebraciones paganas, empezando por el nacimiento de Cristo, en el día del año en que la nueva luz, 25 de diciembre, comenzaba a surgir por Oriente, símbolo de la Nueva Luz que es Cristo; y así sucesivamente. ¿Acaso el derecho canónico no recoge la concepción y la riqueza organizativa del derecho romano? ¿Y no fue un ideal largamente soñado el de recuperar el Imperio? ¿Qué fue, si no, el Sacro Imperio Romano Germánico impulsado por Carlomagno? Me resulta cuanto menos curioso que el nombre romano Cesar sirviese para denominar a los zares rusos y al Kaiser alemán.

No sólo no se da una ruptura, sino que se produce una larga interpenetración que nos permite afirmar la presencia permanente de la herencia de Grecia y de Roma aún hasta nuestros días. No es justo identificar la Edad Media con una edad oscura ajena a la herencia clásica, ni siquiera del siglo V al X, en que el esfuerzo por recuperarla fue titánico. Por citar solo algunos nombres: Boecio, Casiodoro, San Isidoro, Beda el venerable, Alcuino de York y un larguísimo etcétera., y sobre todo monjes, en especial benedictinos, que mediante una lenta labor educativa fueron propiciando que de reductos individuales se pasara a poder hablar de nuevo del nacimiento de una cultura común y de una civilización, cuya expresión máxima es la Cristiandad. Del siglo X al XV el desarrollo cultural es exponencial. El cultivo literario de las lenguas nacientes de toda Europa, las germánicas y las románicas, no se explica sin el conocimiento directo de la literatura clásica. El Virgilio que guía a Dante en su Divina Comedia a través del infierno y del purgatorio, hasta llevarlo a la presencia de Beatriz, para recorrer el cielo, es una prueba asombrosa de cómo está presente la herencia en esta injustamente llamada Edad Oscura. El hallazgo de Aristóteles no fue menor para la elaboración del pensamiento occidental. Petrarca, Bocaccio o Chaucer anuncian el esplendor venidero, el triunfo del renacimiento.

Coliseo de Roma
Coliseo de Roma

La acusación más radical contra el papel del cristianismo como enemigo se producirá en el Romanticismo y en escritores posteriores como los que se agrupan bajo el nombre del Parnaso, continuando con claves ideológicas y estéticas de la Ilustración. La Revolución francesa inundó Francia de símbolos romanos: el gorro frigio lo llevaban los libertos, las coronas de laurel, el haz de varas de los magistrados, las águilas y estandartes de las legiones romanas en el ejército revolucionario, la terminología de algunos cargos, como cónsul, las modas en el vestir de la alta burguesía, la arquitectura, el nombre dado a algunas calles, las fórmulas de los juramentos, etc. Todo ello no era más que máscara de lo que realmente pretendían, rechazar el referente moral cristiano. Si hubieran podido habrían acabado, como lo pretendieron, no sólo con el imperio en cuanto pervivencia de la auctoritas cristiana, sino con el papado.

El siglo XIX sintió una atracción especial por Grecia y trató de enfrentarse a la pervivencia cristiana como referente moral. Es falsa la acusación de que la Cristiandad ignora la herencia clásica. Pero en el siglo XIX se patentiza la pretensión de que no tenga lugar ni opción la herencia cristiana. Ese fue el objetivo de escritores como Bayron, Keats, Séller, Renan, Anatole France, Oscar Wilde, Carducci, Leconte de Lisle o Nietzsche, entre otros. La contrapropaganda cristiana no se hizo esperar: “Los últimos días de Pompeya”, “Fabiola”, “Ben Hur”, “Quo vadis?”, etc. alcanzaron una larga popularidad. La controversia no ha terminado.

La presencia de lo clásico sigue influyendo en la creación artística. La reinterpretación de los mitos por psiquiatras y psicólogos, los grandes dramaturgos alemanes y franceses del siglo XX hablan de su inagotable fuerza de inspiración.

Escuela de Atenas, Rafael
La presencia de lo clásico siguió influyendo en la creación artística. La tradición cristiana acoge la belleza en el marco de la antropología cristiana. Así, el Renacimiento español, simbolizado en Fray Luis

Sin embargo, la contienda subyace. La tradición cristiana supo resolverla con la asimilación de la belleza en el marco de una antropología cristiana. No otra cosa es nuestro Renacimiento español, simbolizado en Fray Luis. ¿El rechazo de la herencia cristiana no dejará a Europa sin espíritu?

Léase el Fausto II. Recuérdese el encuentro de Fausto con Helena, su recuperación mágica y el fruto de sus amores, Euforión, que significa energía y que por su insaciabilidad y audacia sin ningún tipo de mesura le lleva a la destrucción y a la muerte. Algo se nos advierte sobre el mundo moderno, en el que la acción se antepone a la contemplación. Mefistófeles destruye a la virtuosa Margarita (Fausto I), pero imposibilita la pervivencia de Helena y del fruto de sus amores.

Ulises sigue siendo nuestro héroe, Penélope un símbolo, Nausica, un ideal, Antígona un modelo eterno, por solo empezar por cuatro nombres de una lista interminable. Los cristianos sabemos que lo virtuoso, lo noble, lo bello, venga de donde venga, es parte, debe ser parte de nuestra tradición cultural.


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