Abilio de Gregorio
Comentarios (0)

La escuela-zoo

Una de las preocupaciones que debiera ser prioritaria para cualquier sociedad empeñada en su supervivencia en tanto que colectividad, tendría que ser la que se refiere a los sistemas y a los mecanismos por los que se integra a los nuevos ciudadanos en dicha vida social. A esos sistemas y a esos mecanismos los denominamos hoy educación formal.

Auscultar, pues, el estado de la educación de un país o de una colectividad supone no sólo hacer un chequeo y diagnóstico de la sociedad que la proyecta y la ejecuta, sino también hacer un pronóstico de la sociedad que se nutrirá de los ciudadanos actualmente en formación. Afirmaciones estas de perogrullo, pero, cuando el sentido común da vueltas enloquecidas como la aguja de una brújula sin campo magnético, es preciso enfatizar hasta lo obvio. Y lo obvio es que se detecta una insatisfacción creciente respecto al funcionamiento y los resultados de nuestro sistema educativo. Es bastante común encontrarse con profesionales de la educación (o de la enseñanza, si se prefiere dejarlo ahí...) que manifiestan desánimo, merma de entusiasmo, cansancio en su labor, no porque se hayan aumentado sus tareas típicas, sino porque han mermado ostensiblemente los resultados de su acción docente. Merma que puede causar asombro a cualquiera que se acerque a constatar los saberes más elementales en cualquiera de nuestros candidatos a acceder a la universidad. Cultura de quiosco, zapping intelectual, pensamiento anémico, conductas amorfas. El docente, al fin y al cabo, afirma profesionalmente su yo cuando percibe que su saber y la visión de la realidad que pone en el acto de enseñar es relevante en la construcción de las estructuras cognitivas de sus alumnos. Mas, si su aportación resulta indiferente a causa de esa anomía ambiente en el aula, termina por perder motivaciones y por preguntarse con amargura qué papel desempeña en este entramado social.

La pedagogía del confort

Las raíces del sonoro fracaso escolar probablemente deben ser buscadas no solamente en la escuela, sino en ámbitos familiares, políticos, sociales, de medios de comunicación, etc. No obstante, quiero fijarme en uno de los hechos en el que confluyen varias de esas influencias y que ha tomado carta de naturaleza en nuestra escuela en forma de una pedagogía del "confort".

Las raíces del sonoro fracaso escolar probablemente deben ser buscadas no solamente en la escuela, sino en ámbitos familiares, políticos, sociales, de medios de comunicación, etc. No obstante, quiero fijarme en uno de los hechos en el que confluyen varias de esas influencias y que ha tomado carta de naturaleza en nuestra escuela en forma de una pedagogía del "confort".

Una de las enseñanzas del estudio de la evolución de la vida y de las especies es que tal trayecto (convengamos en llamarlo progreso evolutivo) se lleva a cabo siempre según un proceso que supone 1) el reto del medio y 2) la adaptación al mismo mediante la generación de las "herramientas" orgánicas necesarias. Las especies sobreviven solamente en la medida en que son capaces de producir respuestas proporcionadas al reto. Cuando esto no sucede, se degeneran o desaparecen. Quienes se ocupan del conocimiento de las especies animales saben muy bien que, a partir del momento en que se construye un hábitat artificial confortable para las mismas, como es el caso de los parques zoológicos, se están limitando las capacidades naturales de los animales hasta el punto, en muchos casos, de hacer inviable una vida autónoma en libertad. Detrás de esa maravilla de habilidades de cualquier felino para la caza, o de un antílope para la carrera de huida, o de algunos reptiles para la percepción térmica de la presa, o de la disciplinada organización social de las hormigas y de las abejas, sabemos que hay un larguísimo aprendizaje hecho de lucha enconada por la supervivencia. El desarrollo filogenético de la inteligencia en la especie humana no ha sido sino el producto de idéntico proceso, probablemente, en una rama de primates menos dotados que sus parientes próximos en origen para una adaptación por otros medios.

Retorno a la manada: sed iguales

Pues bien: si a la escuela se le encomienda la labor fundamental de preparar a los ciudadanos para adaptarse al medio social, cultural, laboral y vital en el que les ha de corresponder vivir, no puede llevar a cabo su cometido convirtiendo las aulas en zoos confortables. Una pedagogía diseñada por una suerte de "sociedad protectora de la especie alumno" (proyección de la "sociedad familiar protectora de la especie-niño"), fundamentada en la facilidad, en el destierro del esfuerzo, en la comprensión compasiva, en la desjerarquización, en el exclusivo aprendizaje lúdico, en la espontánea creación de ocurrencias, en la sustitución del saber por el sentir y experimentar, en los difusos aprendizajes cooperativos, etc., puede conducir a la sociedad al embrutecimiento cultural colectivo, y, al individuo, a la incapacidad de sobrevivencia autónoma. El largo y arduo proceso de personalización que ha tenido que recorrer el ser humano mediante el cultivo a veces agónico de la inteligencia, hasta llegar a la toma de conciencia de su singularidad y de su autonomía radical se puede estar empezando a desandar para retornar a la manada de pensamiento estándar, de sentimiento indiferenciado y de conductas uniformadas.

Si nuestros alumnos pudieran ser plenamente conscientes de lo que se están jugando en su período de formación, quizás tuvieran que parafrasear a Quevedo dirigiéndose a sus "comprensivos" educadores: "en mi defensa sois peligro sumo"..., para terminar demandando sus derechos en términos de este tenor: "¿Por qué me desprecias con tu compasión protectora? Si verdaderamente me respetas, exígeme"

El resentimiento latente en determinadas ideologías (en realidad no hay ideologías, sino ideólogos, gestantes o adoptivos...) ha llevado hasta la escuela el resentimiento contra la excelencia. La búsqueda de lo excelente será considerada como sospechosa de fomento de burguesía. El "sed perfectos" ha sido sustituido por el "sed iguales": todos somos iguales, excepto los mejores que son inferiores... Surge entonces un "ethos" de la docencia fundamentado en la comprensión compasiva tendente a hacer desaparecer de las aulas todo sentimiento individual de éxito y de fracaso, porque, se dice, pueden ser fuente de frustración, germen de desigualdad, manantial de individualismo. Lo cierto es que, para el docente, esa comprensión compasiva suele resultarle más "barata" en esfuerzos que la justicia comprometida con la aparición en cada alumno de lo mejor, de lo más excelente de sus posibilidades.

Si verdaderamente me respetas, exígeme

Se preconizan las "adaptaciones curriculares", y con ello se pretende acomodar el medio a la especie, hacer un hábitat confortable a la medida de cada necesidad. Es ésta la actitud de aquel ingenuo aspirante a pensador que afirmaba: "Si no encuentro respuesta a mi pregunta, no importa; me cambio de pregunta y... problema resuelto". Es posible que el método sea válido para domesticar (al animal doméstico también se le ha hecho una "adaptación curricular": se le ha facilitado el medio -hasta convertírselo en "domus"- para que pierda parte de su naturaleza original y se pueda disponer de sus servicios...). Educar, sin embargo, exige un saber hacer para ayudar a emerger en el educando lo mejor de sus potencialidades, por mínimas que sean, de tal manera que crezca cada día su potencial de adaptación a las exigencias crecientes de aprendizaje: desarrollar el "potencial de aprendizaje". Y este desarrollo creo que no puede transcurrir por otro camino que el que han seguido desde el origen de la vida todos los seres vivos en su afán de supervivencia: agónico desarrollo de órganos adaptativos.

La "sociedad protectora de la especie-alumno" es casi seguro que se escandalizará advirtiendo en esta posición un inmisericorde darwinismo, un presuntuoso elitismo académico, un recalcitrante neoliberalismo y, como quiera que ha de ser moderna, un instrumento al servicio de la globalización. (He comprobado que, casi siempre, inmunizan la debilidad de su pensamiento poniendo etiquetas despectivas al disidente...). Pero, paradójicamente, cuando se practica esta suerte de nivelación reductora, cuando se cultiva esta pedagogía compasiva, se produce reactivamente una selección natural de las "especies académicas" mucho más grosera y hasta más brutal: la que se deriva del patrimonio económico familiar. Se pretende proteger al ciudadano del espíritu de la globalización en tanto que racionalidad económica y pensamiento único y se olvida (¿se olvida?) que la primera condición para que haya pensamiento autónomo es que haya pensamiento; que "hay muchas formas de pensar, pero que sólo hay una de no pensar...". Si nuestros alumnos pudieran ser plenamente conscientes de lo que se están jugando en su período de formación, quizás tuvieran que parafrasear a Quevedo dirigiéndose a sus "comprensivos" educadores: "en mi defensa sois peligro sumo"..., para terminar demandando sus derechos en términos de este tenor: "¿Por qué me desprecias con tu compasión protectora? Si verdaderamente me respetas, exígeme".


En el Equipo Pedagógico Ágora trabajamos de manera altruista, pero necesitamos de tu ayuda para llevar adelante este proyecto


¿Por qué hacernos un donativo?


Esta web utiliza cookies. Para más información vea nuestra Política de Privacidad y Cookies. Si continúa navegando consideramos que acepta su uso.
Política de cookies