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Gaudí, diseñador de mobiliario

"Para hacer las cosas bien es necesario, primero, el amor, y segundo, la técnica" (A. Gaudí)

Gaudí, diseñador de mobiliario
La originalidad de una vitrina expositora para la Guanteria Comella dará a conocer al joven arquitecto, ya que será premiada en la Exposición Universal de París


Aunque para Antoni Gaudí -lo sabemos por su propia palabra- la arquitectura es el primer arte plástica, y la escultura y la pintura, dice, necesitan de aquélla, lo cierto es que se prodigó con todo su caudal creativo y su sabiduría teórica y práctica en aplicaciones que podrían pasar por menores o de poca importancia. Y muy en concreto en el diseño del mobiliario de los edificios que construyó.

Gaudí entendía la arquitectura como un todo, incluyendo elementos exteriores e interiores. Su concepción integral de la arquitectura le llevó también a ocuparse de todos los elementos decorativos que iban a formar parte del edificio, mobiliario incluido. Y ello tanto en su arquitectura religiosa como en la civil.

Se aprecia aquí la experiencia y la sabiduría transmitida por la saga familiar de caldereros y herreros y convertida en una creatividad detallista al servicio de las personas en pormenores de todo tipo: sillas, sillones, reclinatorios, candelabros, lámparas, los pasamanos de las escaleras y hasta las manillas de puertas y ventanas, son asombrosamente ergonómicos, además de bellos y originales.

Gaudí, diseñador de mobiliario

Es tal la gama y el prodigio de esta creatividad minuciosa, que ha suscitado la admiración de muchos diseñadores actuales hacia los muebles gaudinianos.

El año 1878, recién acabada la carrera, había realizado su propio pupitre de trabajo y dos modelos de farolas de gas para el ayuntamiento de Barcelona. Y fue, precisamente, el diseño de un mueble lo que dio a conocer a Gaudí entre quienes serían más tarde sus clientes principales.

Gaudí, diseñador de mobiliario

En efecto, la originalidad de una vitrina expositora para la Guanteria Comella dará a conocer al joven arquitecto, ya que será premiada en la Exposición Universal de París; esta obra en apariencia menor será la que reclamará justamente el interés inicial de su futuro mecenas Eusebi Güell.

Para el Palacio Güell y la Casa Calvet, por ejemplo, realizará sillas, bancos, taburetes, un original espejo... El aspecto decorativo irá cediendo paulatinamente el paso a una decoración orgánica, inspirada en formas de la naturaleza. Se busca la ligereza y la adaptación al cuerpo, Gaudí ya tiene en cuenta la ergonomía. Belleza, funcionalidad y comodidad contribuyen en armonía a hacer más grata la existencia de las personas para las que nuestro arquitecto trabaja.

Donde quizás queda más claro su estilo personal, “gaudiniano”, es en la Casa Batlló (1904-1906), donde el mobiliario, las barandillas o el diseño del ascensor, por ejemplo, llevan a la máxima expresión sus conceptos de funcionalidad y adaptación anatómica. Es un mobiliario con formas orgánicas, sobrio y que combina madera y metal, a la vez que se adapta a las mil maravillas a la idea general del impresionante edificio.

Gaudí, diseñador de mobiliario

Las mismas bases sigue el mobiliario que realiza para la Casa Milà-La Pedrera (1906-1910), los bancos para la Parroquia del Sagrado Corazón de la Colonia Güell (1914) así como el variado mobiliario que realizó para la Sagrada Familia. Es genuinamente típico de Gaudí aunar de manera prodigiosa y natural la gran concepción arquitectónica y el pequeño detalle doméstico concreto.

Y es que para un verdadero artista no hay cosas poco importantes, sino cosas hechas con más o menos amor. Porque, según Gaudí, "para hacer las cosas bien es necesario, primero, el amor, y segundo, la técnica". La genialidad y el cuidado por los pequeños detalles son este caso una prueba elocuente de la verdadera grandeza del artista. En ello también Gaudí imitó al Creador supremo.

Gaudí, diseñador de mobiliario Gaudí, diseñador de mobiliario

El simbolismo religioso gaudiniano aparece también donde menos se le esperaría. Fijémonos, por ejemplo, en un detalle bien elocuente. El picaporte de la puerta principal que da a la calle en la Casa Calvet es una curiosa pieza de forja, abigarrada y surrealista al primer vistazo. Pero si nos fijamos bien, en realidad representa una cruz en su parte central que, cada vez que alguien toma el picaporte para llamar, martillea sobre un repugnante insecto, que representa simbólicamente el mal.

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