Ernestina de Champourcín
El retrato
Mírame en ti. Mi efigie verdadera
se esconde en tus pupilas y en la albura
de esa imágen sin cuerpo que perdura
cuando el trazo más nítido se altera.
Sólo existo en tu amor. La Primavera
que en mis labios descubre tu ternura
florece para ti y es mi hermosura
el signo luminoso de tu espera.
No busques en el agua mi reflejo.
Eres tú sólo el invisible espejo
donde oculto mi auténtico retrato.
Al quererme creaste mi belleza
y ahora tu afán sin brújula tropieza
con la mentira cuya ley no acato.
Un día me miraste
como miraste a Pedro...
No te vieron mis ojos,
pero sentí que el cielo
bajaba hasta mis manos.
— ¡Qué lucha de silencios
libraron en la noche
tu amor y mi deseo!—
Un día me miraste
y todavía siento
la huella de ese llanto
que me abrasó por dentro.
Aún voy por los caminos
soñando aquel encuentro..,
Un día me miraste
como miraste a Pedro...
Todos van, todos saben...
sólo yo no sé nada.
Sólo yo me he quedado
abstraída y lejana,
soñando realidades,
recogiendo distancias.
Cada pájaro sabe
qué sombra da su rama,
cada huella conoce
el pie que la señala.
No hay sendero sin pasos
ni jazmines sin tapia...
¡Sólo yo me he quedado
en la brisa enredada!
Sólo yo me he perdido
en un vuelo sin alas
por poblar soledades
que en el cielo lloraban.
Sólo yo no alcancé
lo que todos alcanzan
por mecer un lucero
a quien nadie besaba.