El camino a casa
(Zhang Yimou, 2000)
País: China.
Año: 2000.
Duración: 100 min.
Intérpretes: Zhang Ziyi, Sun Honglei, Zheng Hao, Zhao Yuelin.
Guión: Bao Shi.
Fotografía: Hou Yong.
Montaje: Ru Zhai.
Música: Bao San.
Inspirada en la novela Remembrance, de Bao Shi (autor también del guión), esta película le valió a Zhang Yimou el Oso de Plata y el Premio Especial del Jurado en el Festival de Berlín.
El viejo maestro de un pequeño pueblo muere en la ciudad, en un hospital, y su viuda insiste para que el féretro sea transportando a pie hasta el pueblo, de acuerdo con la antigua usanza según la cual de este modo nunca olvidará el camino que lleva a casa. Sin embargo, casi todos los jóvenes se han marchado a la ciudad y no hay suficientes hombres para realizar esa tarea, por lo que el alcalde trata de convencer a la viuda para transportar el cuerpo con un tractor. En ese contexto, Luo Yusheng rememora la historia de cómo se conocieron y enamoraron sus padres, cuando ella era una joven de 18 años y él llegó al pueblo como nuevo maestro. El hijo del maestro accede, tras conocer la historia de amor de sus padres, al deseo de la anciana.
La historia de la conducción del cadáver del viejo maestro se narra en blanco y negro. Pero es sólo el marco. El lienzo, mostrado con gran riqueza cromática, es la tierna descripción del amor de Luo y Di. Un día de 1958 llega al pueblo un joven maestro hacia el que Di se siente inmediatamente atraída... Empieza un cortejo sencillo y pudoroso, a base de miradas, sonrisas y mucha paciencia. Di espía de lejos al maestro, se acerca a la escuela para escuchar su voz, cocina para él con sumo esmero y se desespera cuando pierde el sujeta cabellos que le ha regalado. Cuando Luo, víctima de la persecución política, se ausenta por un largo periodo, Di limpia y adorna la escuela vacía. Y le espera...
El día de su definitiva llegada, Di se pone el chaquetón rojo que a él tanto le gustaba y, menospreciando frío y nieve, lo espera escrutando el camino. Ese camino convertido en “el hilo que tiene ligados sus corazones”, recuerda el hijo, añadiendo: “Quizás es por la esperanza que ha representado para ella en los largos días de la espera, que ahora mi madre lo querría recorrer una última vez junto con él”. Esa espera se convierte en todo lo que da sentido a una vida y en lo que justifica su existencia.
“Cada uno en la vida debe tener un objetivo, y luchar para cumplirlo”, recita una de las frases que el maestro Luo hace memorizar a los niños. El camino que lleva a casa es el camino que lleva al amor, a la felicidad, al lugar al que uno pertenece. El viaje hacia casa se configura así como un viaje hacia la propia identidad, hacia una vida llena y cumplida. La pregunta “¿quién soy?” es sustituida por “¿dónde he vivido, cuál es o ha sido mi casa?, ¿a quién he amado?, ¿quién me ha dado su amor?, ¿quiénes son los míos?”. Conocer las propia casa es conocer las raíces y el pasado. Saber que venimos de una historia de amor. “Conocer el pasado es el único modo para construir el futuro”, repiten los niños en la escuela bajo la guía del maestro. Y también: “Debemos respetarnos porque es el único modo de respetar a los demás”. La aceptación de la memoria, que implica la aceptación de la propia identidad, llega a ser signo de respeto hacia nosotros mismos y hacia los otros.