El buen maestro
Francia, 2017.
Dirección: Olivier Ayache-Vidal.
Guion: Olivier Ayache-Vidal (Idea: Ludovic du Clary)
Reparto: Denis Podalydès, Marie-Julie Baup, Léa Drucker, Pauline Huruguen, Anne Jacquemin, François Rabette, Tom Rivoire, Marie Rémond, Zineb Triki.
Género: Comedia.
Duración: 106 minutos.
La educación en las aulas se ha convertido de hecho en un subgénero dramático. Un subgénero complicado, pues muy pocas películas son creíbles en su representación de lo que realmente ocurre en las aulas de los institutos problemáticos, que son en los que se suelen ambientar estas historias. Si obviamos las clásicas cintas tipo Rebelión en las aulas, Mentes peligrosas o El sustituto, que pertenecen ya a otros tiempos, quizá la más interesante sea El profesor, de Tony Kaye (2011), protagonizada por Adrien Brody. Pero es en el ámbito francófono en el que existe una especial querencia por este tipo de historias. Baste recordar las cintas de ficción Hoy empieza todo, de Bertrand Tavernier (1999), La clase, de Laurent Cantet (2008), Profesor Lazhar, de Philippe Falardeau (2011), o el documental Ser y tener, de Nicolas Philibert (2002).
Y de Franciaviene también El buen maestro, de la mano de Olivier Ayache-Vidal, un documentalista que debuta en el largo de ficción y que se instaló dos años en el Instituto Barbara, de Stains, a las afueras de París, para empaparse de la problemática de los centros educativos de las periferias. La película, protagonizada por Denis Podalydès, está rodada en ese mismo instituto y los “actores” que hacen de alumnos son adolescentes reales de ese centro.
La película sigue las peripecias de François Foucault, un profesor de Literatura del más prestigioso instituto de París, el Henri IV, cuando una serie de circunstancias le obligan a dejar su puesto por un año y recalar en un instituto del extrarradio de la ciudad, en un barrio lleno de inmigrantes y problemas sociales. Foucault se da cuenta de que sus métodos pedagógicos no sirven en un ambiente de desmotivación, bajísimo nivel cultural y enorme falta de disciplina. La mayoría de sus compañeros ha sucumbido al escepticismo y él tendrá que reinventarse y explorar nuevas forma de acceso al mundo de sus alumnos.
El buen maestro pone la mirada sobre el problema humano de los chavales, lo cual es un acierto, y subraya la urgencia de hacerles recuperar la fe en sí mismos como condición necesaria para su progreso personal. Sin embargo, la película se queda corta en cuanto a la profundización en estas cuestiones, que hubieran requerido de un desarrollo más radical, más hondo, al estilo de la citada El Profesor. Por otra parte, el guion se centra en un alumno, Seydou (Abdoulaye Diallo), tal vez en detrimento de los demás jóvenes.
La puesta en escena tiene un aire fresco y directo muy verosímil, seguramente favorecido por la trayectoria documentalista de Ayache-Vidal.
En todo caso, estamos ante una película muy recomendable, sin duda valiosa y probablemente necesaria. Su fuerza está en volver a poner el foco en la “urgencia educativa” y en la necesidad de revisar la pedagogía desde una perspectiva antropológica.