Contentarse con poco
Aceptación de la propia vida
Bruno Ferrero
Un águila, cazada por un campesino, vivía atada por una pata en el corral de una granja. No se resignaba a vivir como una gallina cualquiera. Había empezado a dar tirones y tirones a la cuerda que la tenía atada a una fuerte viga del gallinero. Clavaba los ojos en el cielo azul y partía con toda su fuerza. Inexorablemente la cuerda la derribaba a tierra.
Lo intentó y volvió a intentarlo durante semanas, hasta que la piel de la pata quedó toda desgarrada y se le destrozaron las alas. Al final se acostumbró a aquella vida de esclavitud. Después de unos cuantos meses le gustaba, incluso, el pienso de las gallinas. Se habituó a escarbar y picotear entre la basura.
Así no llegó a darse cuenta de que la lluvia del otoño y la nieve del invierno habían llegado a pudrir la cuerda que la sujetaba a la viga. Habría bastado un pequeño tirón y el águila habría vuelto a la libertad como reina del cielo. Pero nunca lo dio.