Aproximación al concepto de Romanticismo
Víctor Hugo en 1830, en el conocido prefacio de Cromwell afirmaba que “El Romanticismo, considerado en su conjunto, no es sino el Liberalismo en literatura... La libertad en el arte, la libertad en la sociedad, he aquí el doble fin al que deben tender a la vez todos los espíritus consecuentes y lógicos. He aquí que hemos salido de la antigua fórmula social. ¿Cómo no saldríamos de la vieja fórmula poética?”
El Doctor Canals Vidal [CANALS VIDAL, Francisco Obras Completas (10) Editorial Balmes. Barcelona 2015 páginas 89-92 ] expone las dificultades de definir un movimiento que no tiene esencia y que por lo tanto no es objeto posible de definición. Niega que sea un movimiento ideológico, niega que en sí mismo sea un sistema estético ni siquiera una teoría literaria. “Se trataría más bien de un ambiente colectivo, una situación histórica que condicionó especiales modos y matices –más que formas e ideas- en la visión del mundo de ciertas sociedades humanas, en un determinado momento de la historia.” Y sin embargo reconoce que “estas actitudes vitales y espirituales, en cierto sentido, aparecen con vigencia secular”. [Ibidem] Frente al predominio de la razón, surge impetuoso el triunfo de lo irracional como impulso directriz de la vida humana.
En 1830, en medio del triunfo de la revolución burguesa, es posible distinguir un romanticismo literario y artístico, un romanticismo político y social, todo ello como consecuencia de un impulso vital que condicionó actitudes y expresiones de aquella generación. “La literatura romántica, es la expresión, y la teoría literaria del Romanticismo la proclamación consciente, de una actitud vital espontáneamente desplegada en unas tendencias sociales y políticas que constituyen, sin duda, lo más nuclear del espíritu objetivo de la sociedad romántica” [Ibidem].
“Con el triunfo de Revolución de julio, es decir, con la entronización de la burguesía liberal, y durante su “reinado” el Romanticismo conoce su era de esplendor. Es el punto de partida de la eclosión de grandes esperanzas… la humanidad se libra de las viejas y seculares tradiciones de tiranía y estancamiento; el progreso y la libertad en su desarrollo ordenado anuncian un porvenir liberado de la barbarie pasada.” “Porque los hombres sienten así, triunfa un nuevo teatro y una nueva novela y una nueva pintura. Una nueva música sobre todo –el arte romántico por excelencia– va a sonar en París”. [Ibidem]
Siempre he considerado que lo propio del romanticismo es la transformación del mundo racional, las esperanzas que rigen la vida cotidiana como referentes ordinarios, en absolutos que pronto alcanzan y suplen el rango de la divinidad, sea la patria, sea el amor, sea la libertad y hasta la misma religión.
Sin duda la dificultad de someter el Romanticismo a una definición proviene de la diversidad y amplitud que encierra. Es un movimiento literario y artístico. Y es un movimiento filosófico. En un primer momento se nos presenta como una concepción eminentemente cristiana de la vida diametralmente opuesta al espíritu del antiguo clasicismo pagano. De aquel derivan una serie de notas específicas: el sentimiento de infinito, el sentido de lo maravilloso y fantástico, la fe en la inspiración individual, la negligencia de los aspectos externos y formalistas del arte, la confianza en la providencia de un Dios personal, la piedad, la compasión y la misericordia, como virtudes fundamentales. Serían las notas distintivas del romanticismo tradicional. Pero casi desde las mismas claves al menos sicológicas aparece otro romanticismo, el librepensador, revolucionario y liberal, antitético; pero no menos romántico.
Manuel de Montoliu [MONTOLIU, Manuel Antología de Poetas Románticos Montaner y Simón S.A. 1942. Prólogo] en un magnífico prologo a su Antología de Poetas Románticos, defiende que “el Romanticismo había de tener su propio pensamiento, su propia filosofía. Y en la filosofía romántica entraron como ingredientes característicos una larga serie de tendencias y orientaciones formando un vastísimo complejo de ideas y sentimientos con múltiples y recíprocos reflejos de la sensibilidad y el pensamiento del alma moderna. El simbolismo, el panteísmo, el subjetivismo, el sentido religioso del amor, el optimismo sentimental, el anhelo de infinito, la pasión por el Oriente y por los países mediterráneos, la exaltación idealizadora de la Edad Media, el cosmopolitismo intelectual, una idea profundamente religiosa de la humanidad, el nacionalismo, la devoción a lo típico, lo popular y lo tradicional, el sentimiento místico de la naturaleza, el sentido musical, tales fueron entre otras , las principales tendencias y aspiraciones del alma romántica en el instante de su alumbramiento.”
Y en el mismo prólogo, siguiendo a Benedetto Croce, Manuel de Montoliu afirma con rotundidad: “Las nuevas ideas que brotaron de esta revolución filosófica realizada en el mismo centro de la conciencia vital del hombre por los pensadores románticos –especialmente en Alemania– tuvo forzosamente poderosos reflejos morales, además de los especulativos y de los puramente estéticos. En su modalidad crudamente subjetiva e individualista, removió violentamente el fondo moral del hombre, revolucionó las normas de conducta y repercutió prácticamente en la vida exterior e interior del individuo.
Estos reflejos morales, que presentan una gran complejidad, están virtualmente contenidos en la Sehusucht alemana y en el mal du siècle, definido por los románticos franceses. Una incurable y profunda desazón espiritual contagió a un gran número de personalidades relevantes en aquel periodo, sumergiéndolas en las horrorosas tenebrosidades del escepticismo, despeñándolas en los abismos de un titanismo rebelde y orgulloso, provocando en ellas un profundo desequilibrio en su vida interior que tuvo su expresión en el desmelenamiento alborotado de los instintos y de las pasiones en la conducta y en las costumbres. Werther, Manfredo, Fausto, Hiperión, Ofterlingen, Adolfo, René, Obermann, Jocobo Ortis no solo fueron creaciones ideales del poeta que inspiraron vagos anhelos de imitación en la vida práctica, sino que se erigieron en modelos vivientes irradiando un potente fluido de sugestión hasta el punto de llegar a encarnarse y tomar realidad visible en la vida de muchos de los grandes poetas de aquella época. Novalis y Hölderlin, Keats y Shelley, el joven Goethe y Federico Schlegel, Chatobriand y René, Leopardi y Hugo Fóscolo conocieron y experimentaron en su misma vida y en su misma carne las dilaceración dolorosa de esta aguda espina del “mal del siglo” del mal propiamente sin nombre, nacido del modo fatal del conflicto permanente, substancial, conscientemente cultivado, entre el ideal y la realidad, entre el sueño y el mundo”. [Ibídem págs. XVIII y XIX]
LA CANCIÓN DEL PIRATA
José de Espronceda
Con diez cañones por banda,
viento en popa, a toda vela,
no corta el mar, sino vuela,
un velero bergantín.
Bajel pirata que llaman,
por su bravura, El Temido,
en todo mar conocido,
del uno al otro confín.La luna en el mar rïela,
en la lona gime el viento,
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y ve el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
y allá a su frente Estambul:«Navega, velero mío,
sin temor,
que ni enemigo navío
ni tormenta, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del inglés,
y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis pies.»Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.«Allá muevan feroz guerra,
ciegos reyes
por un palmo más de tierra;
que yo aquí tengo por mío
cuanto abarca el mar bravío,
a quien nadie impuso leyes.Y no hay playa,
sea cualquiera,
ni bandera
de esplendor,
que no sienta
mi derecho
y dé pecho
a mi valor.»Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.A la voz de «¡barco viene!»
es de ver
como vira y se previene,
a todo trapo a escapar;
que yo soy el rey del mar,
y mi furia es de temer.En las presas
yo divido
lo cogido
por igual;
sólo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival.Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.¡Sentenciado estoy a muerte!
Yo me río;
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena,
colgaré de alguna entena,
quizá en su propio navío.Y si caigo,
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di,
cuando el yugo
del esclavo,
como un bravo,
sacudí.Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.Son mi música mejor
aquilones,
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos,
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.Y del trueno
al son violento,
y del viento
al rebramar,
yo me duermo
sosegado,
arrullado
por el mar.Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.
EL PINO DE FORMENTOR
Miguel Costa y Llovera
Electus ut cedri
Hay en mi tierra un árbol que el corazón venera:
de cedro es su ramaje, de césped su verdor;
anida entre sus hojas perenne primavera,
y arrostra los turbiones que azotan la ribera,
añoso luchador.No asoma por sus ramos la flor enamorada,
no va la fuentecilla sus plantas a besar;
mas báñase en aromas su frente consagrada,
y tiene por terreno la costa acantilada,
por fuente el hondo mar.Al ver sobre las olas rayar la luz divina,
no escucha débil trino que al hombre da placer;
el grito oye salvaje del águila marina,
o siente el ala enorme que el vendaval domina
su copa estremecer.Del limo de la tierra no toma vil sustento;
retuerce sus raíces en duro peñascal.
Bebe rocío y lluvias, radiosa luz y viento;
y cual viejo profeta recibe el alimento
de efluvio celestial.¡Árbol sublime! Enseña de vida que adivino,
la inmensidad augusta domina por doquier.
Si dura le es la tierra, celeste su destino
le encanta, y aun le sirven el trueno y torbellino
de gloria y de placer.¡Oh! sí: que cuando libres asaltan la ribera
los vientos y las olas con hórrido fragor,
entonces ríe y canta con la borrasca fiera,
y sobre rotas nubes la augusta cabellera
sacude triunfador.¡Árbol, tu suerte envidio! Sobre la tierra impura
de un ideal sagrado la cifra en ti he de ver.
Luchar, vencer constante, mirar desde la altura,
vivir y alimentarse de cielo y de luz pura…
¡Oh vida, oh noble ser!¡Arriba, oh alma fuerte! Desdeña el lodo inmundo,
y en las austeras cumbres arraiga con afán,
Verás al pie estrellarse las olas de este mundo,
y libres como alciones sobre ese mar profundo
tus cantos volarán.