Teresa de Jesús
Mujer en tiempos recios para la aventura del espíritu
Teresa Gil Muñoz
“Tiempos recios” para la vida del espíritu.
Después de haber analizado cada una de estas claves, estamos en condiciones de poder afirmar que, efectivamente, no podemos desvincular la experiencia espiritual de Teresa de Jesús del tiempo histórico que le toca vivir. La mística teresiana es una mística enraizada profundamente en el entramado social y cultural del momento.
Como hemos afirmado en el desarrollo de este artículo, Teresa integra en su persona todos los ingredientes posibles para hacer sospechosa su experiencia. Y esto se va a convertir en cruz para ella con mucha frecuencia. Sufre por el atamiento que le supone su condición de mujer, sufre por la esclavitud que siente ella misma ante el sistema de vida de apariencias y honras, sufre por la falta de comprensión de su propia experiencia y sufre por el cuestionamiento que los expertos hacen de las gracias místicas que recibe de Dios. Todos estos sufrimientos, se combinan de forma compleja en la biografía teresiana, dando lugar a lo que ella denomina de forma global, “trabajos”. Todos ellos interpretados y vivenciados como la purificación o prueba a la que Dios somete a la persona para disponerla mejor para el encuentro con Él. Pero lo que verdaderamente está aconteciendo en medio de todos estos avatares, es la gracia de la libertad de espíritu. Teresa conquista la libertad personal y desde ahí se atreve a proponer y generar para otras y otros espacios de libertad.
Son “tiempos recios”, en palabras de la misma Teresa, porque de alguna manera, el clima de sospecha descrito y las trabas que muchas personas por su condición social o su género reciben, oscurecen la misma presencia de Dios. Atravesar la noche de los tiempos recios supone asumir el riesgo de dar crédito a la experiencia personal, como hemos visto en Teresa de Jesús. Supone permanecer a la escucha del deseo profundo de verdad, de amor y libertad de tal forma que le permita soportar las contradicciones, las dificultades, las dudas...
Asimismo, supone no contentarse con los límites y las condiciones de posibilidad que tratan de pautar desde fuera su itinerario de fe y asumir la búsqueda personal que dinamiza la aventura espiritual de esta mujer. Un camino de fidelidad a sí misma, aunque eso sí, un camino contrastado y confirmado también por la comunidad, por la Iglesia.
El cineasta Rafael Gordón, hablando sobre su película Teresa, Teresa (2003), comenta, haciendo referencia a la sociedad actual, que “vivimos tiempos de cuerpos bulímicos y cabezas anoréxicas”, en los que se hace necesario recuperar el testimonio de personas como Teresa de Jesús que se nos ofrecen como tierra firme, precisamente porque ha sido capaz de compartir con nosotros esos lugares comunes donde todos nos encontramos (preguntas, temores o deseos), y al mismo tiempo nos ofrece con toda transparencia y claridad lo que para ella han sido certezas y trozos de camino recorridos hacia una vida en plenitud.
Quiero terminar también con otro comentario que recientemente escuché, en este caso a Juan Mayorga [Dramaturgo español, premio nacional de Literatura dramática con la obra “La lengua en pedazos”.], autor de la obra de teatro La lengua en pedazos, que está haciendo mucho por la difusión de Teresa de Jesús, mostrando desde su óptica, no precisamente creyente, la talla humana de esta mujer y lo que la convierte en una voz autorizada sobre la aventura humana que todos estamos invitados a recorrer.
Afirma Mayorga que “Teresa es una persona extraordinaria que no está preguntándose o planteándose los problemas del tipo “la crisis de los cuarenta” o “cuánto vale el metro cuadrado”, o su imagen... Yo digo a veces que Teresa es un pura sangre, es un personaje que está a vida o muerte en cada palabra, en cada acto, en cada gesto. Es una mujer llena de vida, llena de amor, llena de preocupación por el otro. Probablemente atravesada por la duda, ¿no? Y en este sentido, importa a cualquiera.” Sea esta, pues, nuestra conclusión: ¡Teresa de Jesús importa a cualquiera!