Saber mirar
Comentarios (0)

Encrucijadas de la carne y del espíritu

Texto 5º: Barioná, el hijo del trueno

de J. P. SARTRE

Encrucijadas de la carne y del espíritu

BARIONÁ.- Entonces, compañeros, no debemos resignamos a la caída, porque la resignación es indigna del hombre. Por eso os digo: con resolución tenemos que acostumbrar nuestras almas a la desesperanza. Cuando descendí del monte Sarón mi corazón estaba cerrado como un puño sobre mi dolor: lo apretaba fuerte y duramente, como un ciego aprieta su bas­tón con su mano. Compañeros míos, cerrad vuestros cora­zones sobre vuestra pena, apretad fuerte, apretad duro porque la dignidad del hombre está en su desesperanza. Esta es mi decisión: no nos rebelaremos -a un viejo perro tiño­so que se rebela, se le manda a su perrera de una patada-. Pagaremos el impuesto para que nuestras mujeres no sufran.Pero el pueblo va a amortajarse con sus propias manos. No haremos más niños. ¡He dicho!

PRIMER ANCIANO.- ¿Qué? ¿No más niños?

BARIONÁ.- No más niños. No tendremos más relaciones con nuestras mujeres. No queremos perpetuar la vida ni prolon­gar los sufrimientos de nuestra raza. No engendraremos más, consumiremos nuestra vida meditando el mal, la injus­ticia y el sufrimiento. Dentro de un cuarto de siglo, los últi­mos de nosotros estarán muertos. Tal vez yo parta el último. En ese caso, cuando sienta que llega mi hora, me revestiré con el traje de fiesta y me tumbaré en la plaza mayor con la cara mirando al cielo. Los cuervos limpiarán mi carroña y el viento dispersará mis huesos. Entonces el pueblo retornará a la tierra. El viento golpeará las puertas de las casas vacías, nuestras murallas de tierra se derretirán como la nieve de primavera en las laderas de las montañas, no quedará nada de nosotros sobre la tierra ni en la memoria de los hombres.

EL CORO.­
Es posible que pasemos el resto de nuestros días sin ver la sonrisa de un niño, con el oscuro silencio espesándose a nuestro alrededor? ¿Para quién, ¡ay!, trabajaríamos? ¿Podremos vivir sin niños?

BARIONÁ.- ¿Qué? ¿Os lamentáis? ¿Osaríais, entonces, crear vidas jóvenes con vuestra sangre podrida? ¿Queréis refrescar con hombres nuevos la interminable agonía del mundo? ¿Qué destino deseáis para vuestros futuros hijos? ¿Que se queden aquí, como buitres en una jaula, solitarios y desplumados? ¿O bien que bajen allí, a las ciudades, para convertirse en escla­vos de los romanos, trabajar por salarios de hambre para aca­bar, a lo mejor, muriendo en la cruz? Obedeceréis. Y deseo que nuestro ejemplo sea anunciado por toda Judea y que sea el origen de una nueva religión, la religión de la nada, y que los romanos sean los dueños de nuestras ciudades desiertas y que nuestra sangre caiga sobre sus cabezas. Repetid conmigo el juramento que voy a hacer: ante el Dios de la Venganza y de la Cólera, delante de Jehová, juro no engendrar nunca más. Y si falto a mi juramento, que mi hijo nazca ciego, que sufra la lepra, que sea un objeto de desprecio para los demás y de vergüenza y dolor para mí. Repetid, judíos, repetid:

EL CORO.- Ante el Dios de la Venganza y de la Cólera...

LA MUJER DE BARIONÁ.- ¡Parad!


En el Equipo Pedagógico Ágora trabajamos de manera altruista, pero necesitamos de tu ayuda para llevar adelante este proyecto


¿Por qué hacernos un donativo?

Esta web utiliza cookies. Para más información vea nuestra Política de Privacidad y Cookies. Si continúa navegando consideramos que acepta su uso.
Política de cookies