Saber mirar
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Encrucijadas de la carne y del espíritu

Señor que lo quisiste
Dulce María Loynaz


Texto 2º: MISIÓN DE TODA PERSONA

Dulce María Loynaz


Señor que lo quisiste: ¿Para qué habré nacido?
¿Quién me necesitaba?¿Quién me había pedido?

¿Qué misión me confiaste? y ¿Por qué me elegiste,
yo, la inútil, la débil, la cansada . . . ? La triste.

Yo, que no sé siquiera qué es malo ni qué es bueno
y si busco las rosas y me aparto del cieno,
es sólo por instinto. Y no hay mérito alguno
en la obediencia fácil a un instinto oportuno . . .

Y aún más:
¿Pude hacer siempre todo lo que he intentado?
¿Soy yo misma siquiera la que había soñado? . . .
¿En qué ocaso del alma he disipado el luto?
¿A quién hice feliz tan siquiera un minuto?
¿Qué frente obscura y torva se iluminó deprisa,
tan sólo ante el conjuro de mi pobre sonrisa?
¿Evitar a cualquiera pude el menor quebranto?
¿De qué sirvió mi risa?¿De qué sirvió mi llanto?.

Y al fin, cuando me vaya fría, pálida, inerte . . .
¿Qué dejaré a la vida?¿Qué llevaré a la muerte?

Bien sé que todo tiene su objeto y su motivo;
que he venido por algo y que para algo vivo.

Que hasta el más vil gusano su destino ya tiene,
que tu impulso palpita en todo lo que viene . . .
Y que si lo mandaste fue también con la idea
de llenar un vacío, por pequeño que sea . . .
Que hay un sentido oculto en la entraña de todo;
en la pluma, en la garra, en la espuma, en el lodo . . .

Que tu obra es perfecta; ¡Oh Todopoderoso,
Dios justiciero, Dios sabio, Dios amoroso! . . .
El Dios de los mediocres, los malos y los buenos . . .
En tu obra no hay nada ni de más ni de menos . . .

Pero no sé, Dios mío; Me parece que a ti
¡Un Dios! , te hubiera sido fácil pasar sin mí . . .

Cuando en 1992 se le concedió en España a Dulce Mª Loynaz el premio Cervantes, más de un curioso preguntó ¿quién es esta viejecita?. Tenía noventa años y todavía permanecería lúcida y llena de delicadeza hasta 1997.Era cubana. Hija de uno de los héroes de la independencia, el general Loynaz. Vivió y permaneció en La Habana, en su casa, aislada, pero abierta al mar y a la vida, al silencio, al agua y a las rosas, pero sobre todo a Dios. Los vaivenes políticos no desviaron su trayectoria más íntima. Mujer casada, desvela facetas profundas del alma femenina y en un lenguaje directo, -son pocos sus grandes símbolos-, sencillo y preciso nos comunica temas que manifiestan su gran riqueza interior. Su vena mística proviene de su lectura de Santa Teresa. . Sin exageración, se la considera poeta católica y lo es por su vida y por su obra.

Ningún poema más apropiado para expresar, en esta escuela de padres literaria, la concepción cristiana de que todo ser humano por desvalido y poca cosa que parezcamos ser, viene a llenar un vacío irremplazable, tiene un destino, un objetivo y una misión. En el tono confiado y humilde de una oración, Dulce Mª. le pregunta a Dios por el objetivo o fin de su existencia “¿Para qué habré nacido? “ Se siente tan poquita cosa (triste, inútil, débil, cansada) que ni puede imaginar que alguien la pueda necesitar. Por no ser, no se siente ni buena, pues sus buenas acciones más que fruto meritorio, son producto de “la obediencia fácil a un instinto oportuno”.

Sigue un examen de conciencia ignaciano en el que por medio de preguntas que no responde nos muestra su impresión de desvalimiento y pequeñez. Pero al mismo tiempo por medio de las preguntas se plantea todo un proyecto de vida urdido en las pequeñas acciones de la cotidianidad. No siempre cumplidas “¿Pude hacer siempre todo lo que he intentado? ¿Soy yo misma siquiera la que había soñado?”Pero siendo ocasión para ir haciendo o tejiendo nuestras vidas en el bien: evitar lutos en las almas dolientes, buscar la felicidad de los demás, hacer de nuestras risas, sonrisas y llantos instrumentos de alivio ante el menor quebranto.

La segunda parte temática del poema, la que comienza “bien sé que todo tiene su objeto y su destino” es una sucesión de rotundas afirmaciones en pro del sentido de la existencia: todo tiene un objeto, se viene y se vive para algo, todo tiene un destino, hasta el gusano, todo lleva el impulso divino, todo llena un vacío, todo tiene un sentido, aunque se muestre oculto. La obra de Dios es perfecta “En tu obra no hay nada ni de más ni de menos” No es de extrañar que irrumpa una alabanza en gradación ascendente: “Dios justiciero, Dios sabio, Dios amoroso “ Precedido del “¡Oh Todopoderoso!” Y concluido con ese desconcertante “Dios de los mediocres” resumen de la condición humana, en la que incluye a todos los hombres “los malos y los buenos”.

Los dos últimos versos nos obligan a superponer un doble sentido. Uno, acorde con el sentimiento de pequeñez de la primera parte. Tú, todo un Dios, yo tan nada, “fácil te hubiera sido pasar sin mi...” Pero la segunda parte del poema transforma la impresión negativa, por medio de la ironía, (decir lo contrario de lo que se siente dándolo a entender), en un sentimiento de agradecimiento y gozo por el don, en medio de su aparente pequeñez, de su existencia, por el don de la vida concedida gratuitamente por ese Dios amoroso, Dios de los mediocres, Dios de todos y cada uno de los hombres, Dios de cada persona.


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