Teresa de Jesús
Mujer en tiempos recios para la aventura del espíritu
Teresa Gil Muñoz
Texto publicado en: Belén GARCÍA MARTÍNEZ, Teresa de Jesús. Una mirada a la hondura de su ser mujer, Ávila: CiTES Universidad de la Mística-Cátedra Enrique de Ossó
INTRODUCCIÓN
De alguna manera, la aportación de nuestro artículo se sitúa en continuidad con la reflexión aportada por Giselle Gómez bajo el título “Teresa de Jesús: trascendiendo las barreras de género”. Toda su intervención supuso el desarrollo de la primera clave que nos disponíamos a desarrollar en nuestra ponencia: ser mujer en el siglo XVI. Por esta razón, no nos detendremos en ella, si bien, partimos de todo lo afirmado en dicha conferencia. De alguna manera, el paso siguiente quedó abierto a partir de sus conclusiones y la interpelación final: Teresa de Jesús, ¿tiene algo que decir hoy? Y, ¿cómo interpretar el significado de “ser espirituales de veras” desde la experiencia de Teresa y en diálogo con nuestro presente?
En nuestra intervención nos proponemos presentar en primer lugar un breve esbozo del contexto religioso del s. XVI, en el que Teresa de Ávila vive todo su proceso espiritual. En segundo lugar, qué queremos decir cuando definimos a Teresa como una mujer espiritual. En tercer lugar, nos adentraremos en la clave sugerida en el título de ‘aventura del espíritu’, aportando tres notas características de esta aventura teresiana. Finalmente, y para concluir, apuntaremos hacia un diálogo posible entre los ‘tiempos recios’ teresianos y los nuestros.
Contexto religioso en la España del s. XVI.
Vamos pues a adentrarnos ahora en el contexto religioso que rodea la vida y experiencia teresiana. Una nueva situación se va dibujando en el panorama europeo a raíz de la Reforma protestante y la Contrarreforma católica, que adquirirá tintes singulares en la España de Felipe II [Cf. GARCÍA ORO, J. Reformas y observancias: crisis y renovación de la Vida Religiosa durante el Renacimiento, en: AA.VV., Perfil histórico de Teresa, Madrid 1981, 33-56.]. Estamos en pleno siglo XVI, Siglo de Oro español también en el campo de la teología y la espiritualidad.
Nos acercamos a un tiempo y espacio en el que resulta casi imposible diferenciar los contenidos propios de la historia política de los propiamente religiosos. Tanto la Reforma protestante como la Contrarreforma católica van a ser utilizadas más como arma política que como defensa de la verdadera fe. En este contexto nacen con fuerza las llamadas Iglesias nacionales, especialmente la de Francia y España. Precisamente en España se produce lo que los historiadores llaman el antirromanismo, cuyo protagonista principal será Felipe II [KAMEN, H., La política religiosa de Felipe II, en: Anuario De Historia De La Iglesia Volume: 7 (1998-01-01) p. 21-33. ISSN: 1133-0104.]. Su manera de concebir el gobierno de la nación incluye como parte de sus competencias el mantenimiento de la fe, del dogma y moral católicas. También tendrá especial influencia la política de Felipe II con relación al signo y el ritmo de la Reforma española. La aplicación del Tridentino se convertirá en prioridad política de su gobierno.
La Inquisición fue, en este sentido, una herramienta al servicio tanto de la Iglesia como del Estado. Entre los años 1560 y 1580 asistimos a los momentos más críticos de la Reforma española. Precisamente, es en este momento cuando Teresa de Jesús comenzará su andadura como fundadora y reformadora.
En medio de esta situación, como decimos, España vive su propio proceso de reforma y contrarreforma, produciéndose un florecimiento de distintas corrientes espirituales. Destacarán cuatro grupos o escuelas principales: el Recogimiento de los franciscanos de Alcalá, la joven y naciente Compañía de Jesús, el movimiento de Juan de Ávila en Andalucía y el movimiento en torno a los dominicos de Valladolid. El objetivo o la pretensión de estas corrientes de espiritualidad no era promover una reforma doctrinal o institucional, como la propuesta por el luteranismo, sino más bien una reforma desde dentro, con la intención de recuperar la autenticidad como base y fundamento de la vida espiritual.
En la Península va a tener una relevancia especial el llamado iluminismo español o alumbrados. Este movimiento se caracteriza fundamentalmente por proponer "un cristianismo interiorizado, un sentimiento vivo de la gracia". Se propone la posibilidad de una relación directa entre el individuo y Dios. En concreto se dieron en España dos tendencias: una, el Recogimiento [Cf. JIMÉNEZ DUQUE, B., Los recogidos: Teología Espiritual XXXIII (1989) 277-289.], escuela franciscana que se mantuvo dentro de la ortodoxia, y otra los llamados dejados o el dejamiento, corriente ésta perseguida por la Inquisición.
De todos modos, las fronteras entre ambos fueron difusas y no pocos personajes que hoy consideramos maestros, tuvieron que pasar por los tribunales de la Inquisición [Cf. BATAILLÓN, M., Erasmo y España, Madrid 1991, 166-226; D. de PABLO MAROTO, Santa Teresa y el protestantismo español, en: AAVV, Perfil histórico de Santa Teresa, Madrid 1981, 119-151.].
Uno de los problemas que más nos interesan para situar bien la aventura teresiana, es el llamado conflicto entre los llamados ‘espirituales’ e ‘intelectuales’. Desde finales del siglo XIV se viene gestando una ruptura entre la mística en cuanto que experiencia de la fe, y la teología en cuanto que ciencia de la misma. Una confrontación abierta entre los hombres y mujeres de experiencia religiosa y los teólogos de escuela. Los primeros rechazan el intelectualismo escolástico en el que habían incurrido algunas escuelas teológicas. Son los llamados espirituales o ‘experimentados’, los cuales van a defender el acceso a los grados más altos de la vida espiritual de todas las personas, incluidas las mujeres.
Por lo tanto, son partidarios de divulgar la experiencia de Dios de modo que sea accesible para todos. Algunos representantes de esta corriente son Fray Luis de Granada, Juan de Ávila o Francisco de Osuna y su Tercer Abecedario, obra de cabecera de Teresa de Jesús, especialmente en los inicios de su vida de oración. En cuanto a los segundos, los teólogos de escuela son los llamados intelectuales o ‘letrados’.
Ponen en guardia especialmente contra toda espiritualidad que acentúe la vía afectiva para el conocimiento de Dios. Solo la fe apoyada en la razón es garantía de un buen acceso al conocimiento de Dios y ponen en tela de juicio la práctica de la oración mental, especialmente si es practicada por mujeres [El llamamiento a la vida interior estará promovido por Erasmo, Savonarola, Osuna, Laredo, Carranza… La cuestión de la oración mental opuesta a la oración mecánica o vocal tiene en Erasmo de Róterdam a uno de sus mayores defensores. Su influencia, especialmente en el círculo vallisoletano en torno al dominico Carranza, proporcionará uno de los episodios más conocidos de la Inquisición y el iluminismo en España. Con respecto a la polémica entre oración mental y vocal, Teresa de Jesús adoptará una inteligente y audaz postura. Sabe que no puede caer en el error de desautorizar la oración vocal, pero le da la vuelta al argumento afirmando que “la puerta para entrar en este castillo es la oración y consideración, no digo más mental que vocal, que como sea oración ha de ser con consideración; porque la que no advierte con quién habla y lo que pide y quién es quien pide y a quién, no la llamo yo oración, aunque mucho menee los labios; porque aunque algunas veces sí será, aunque no lleve este cuidado, mas es habiéndole llevado otras” (1M 1,7).]. Claro ejemplo de esta mentalidad dominante en las autoridades eclesiásticas del momento lo encontramos en la publicación del Índice de Libros Prohibidos del inquisidor Valdés, en 1559.
Por tanto, podemos afirmar que no son tiempos fáciles para la experiencia interior. Son ‘tiempos recios’ porque se instala en la sociedad castellana del momento la sospecha, la persecución, tiempo de espías y tribunales. Un sector especialmente vulnerable a esta sospecha lo serán las mujeres. Para evitar peligros, se orienta a la mujer a hilar y rezar rosarios [Cf. C 21,2.], es decir, que se atenga a cumplir con el rol social que le ha sido asignado por naturaleza, y a practicar la vida de virtud apoyada en la oración vocal. Se les está privando de la posibilidad de adentrarse en el conocimiento del Misterio, pues son consideradas ineptas para la práctica de la oración mental. Se las ve proclives al autoengaño, más aún, a ser víctimas de los ardides del demonio para llevarlas a su terreno de engaño y mentiras. Estamos en tiempos de visionarias e iluminados que hacen recaer la sospecha sobre toda experiencia de la gracia que se salga del recto camino de la ortodoxia claramente delimitado por las autoridades eclesiásticas del momento. El camino seguro, como hemos dicho, se basa en la práctica de las virtudes y el ejercicio de la oración vocal.
Teresa de Jesús vivirá en propia carne, como sabemos, este conflicto abierto entre letrados y espirituales. De hecho, participó de un modo muy activo en esta polémica [Cf. V 26,6; CE 4,1. Teresa tiene claro que en este tema los inquisidores se han excedido: “Cuando en un tiempo de alboroto, en una cizaña que ha puesto – que parece a todos lleva medio ciegos – van muchos debajo de gran cristiandad, levanta Dios uno que los abre los ojos y diga: “mirad que os ha puesto niebla para no ver el camino” (¡Qué grandeza de Dios, que puede más a las veces un hombre solo, u diez, que digan verdad, que muchos juntos!) y torna poco a poco a descubrir el camino; dale Dios ánimo. Si dicen: “no haya oración”, procurará se entienda es buena la oración, si no por palabras, por obras; si dicen: “no es bien tanta comunión”, él más a menuda se llega al Santísimo Sacramento. Como hay uno con ánimo luego se llega otro; torna el Señor a ganar lo perdido […] Ansí que, hijas, dejaos de estos miedos; nunca hagáis caso en cosas semejantes de la opinión del vulgo. Mirad que no son tiempos de creer a todos, sino a los que vieres van conforme a la vida de Cristo” (CE 36,5-6).].
La sufre primero personalmente, como analizaremos más adelante. Y se convierte en una voz crítica con respecto a aquellos que pretenden limitar la experiencia de la mujer, después.