Sólo se ve bien con el corazón
Leyendo El Principito de A. SAINT-EXUPÈRY
Andrés Jiménez Abad
¿Ser "como todos"?
El argumento parte de una reflexión retrospectiva del narrador sobre su propia infancia, en la que la mirada asombrada y en apariencia ingenua del niño contrasta con la mentalidad utilitarista y pragmática de las personas mayores entre las que finalmente ha terminado por incluirse.

Arranca el capitulo primero con una especie de confidencia: un adulto recuerda que en su infancia, impresionado por la lectura de un libro sobre la vida salvaje, dibujó un elefante engullido por una serpiente boa. Visto “desde fuera”, y sin averiguar los motivos que llevaron al niño a realizar su dibujo, a las personas mayores les parecía un sombrero…
“Las personas mayores me aconsejaron abandonar el dibujo de serpientes boas, ya fueran abiertas o cerradas, y poner más interés en la geografía, la historia, el cálculo y la gramática. De esta manera a la edad de seis años abandoné una magnífica carrera de pintor. (...)
Tuve, pues, que elegir otro oficio y aprendí a pilotar aviones. He volado un poco por todo el mundo y la geografía, en efecto, me ha servido de mucho; al primer vistazo podía distinguir perfectamente la China de Arizona. Esto es muy útil, sobre todo si se pierde uno durante la noche.
A lo largo de mi vida he tenido multitud de contactos con multitud de gente seria. Viví mucho con personas mayores y las he conocido muy de cerca; pero esto no ha mejorado demasiado mi opinión sobre ellas.
Cuando me he encontrado con alguien que me parecía un poco lúcido, lo he sometido a la experiencia de mi dibujo número uno que he conservado siempre. Quería saber si verdaderamente era un ser comprensivo. E invariablemente me contestaban siempre: "Es un sombrero". Me abstenía de hablarles de la serpiente boa, de la selva virgen y de las estrellas. Poniéndome a su altura, les hablaba del bridge, del golf, de política y de corbatas. Y mi interlocutor se quedaba muy contento de conocer a un hombre tan razonable.”
El niño que quería mostrar lo que le había asombrado en sus lecturas es sermoneado para que se deje de sueños y de tonterías y vaya a lo práctico; que sea como los demás, que se dedique a estudiar materias útiles y a hacer cosas rentables...
Pero ante lo que podría haberse considerado una “adecuada socialización” del niño, una “integración en el mundo real y realista” en el que ante todo hay que ser eficaces; ante una forma de vida tan “razonable” en apariencia, el narrador confiesa, a continuación, en el comienzo del capítulo segundo:
“Viví así, solo, sin nadie con quien hablar verdaderamente".
Tal vez una existencia convencional y aburguesada no es capaz de satisfacer las ansias humanas de felicidad y tras ella sólo existe una cosa: el vacío.