"Mirad que se trata de un escenario sencillo, con personas que viven de sus manos y se ganan con esfuerzo el pan de cada día.
A la sombra reparan las redes. La hija sentada en el suelo apoya su espalda en la pared de una casita humilde, sin duda de pescador; cose las redes, y el padre, mayor, va señalando los puntos que hay que reparar. Al fondo se ven las barcas y el mar de Valencia. Lo demás es luz, blanca en los muros, aún en sombra, y en el pasillo del jardín; y azules en el cielo y en el mar.
La ropa tendida no desentona del zócalo de flores que bordea el pasillo hacia la puerta de salida.
El tiempo fluye, como la tarde plácida. Y la misma vida. En el portalón abierto se recorta la figura de un joven quizás impaciente. Lo mira la joven, con una cierta complicidad. ¿Será el amor? En la pared, una jaula. ¿Oís cantar al jilguero?... Las ropas regionales de la joven y su peinado recogido hablan de dignidad y buen gusto. El padre en su sencillez lo confirma. La escena tiene el señorío de quien sabe vivir inmerso en la belleza. Ellos podrían decir: sin la belleza no podríamos vivir".
Santiago Arellano
La ropa tendida no desentona del zócalo de flores que bordea el pasillo hacia la puerta de salida.
El tiempo fluye, como la tarde plácida. Y la misma vida. En el portalón abierto se recorta la figura de un joven quizás impaciente. Lo mira la joven, con una cierta complicidad. ¿Será el amor? En la pared, una jaula. ¿Oís cantar al jilguero?... Las ropas regionales de la joven y su peinado recogido hablan de dignidad y buen gusto. El padre en su sencillez lo confirma. La escena tiene el señorío de quien sabe vivir inmerso en la belleza. Ellos podrían decir: sin la belleza no podríamos vivir".
Santiago Arellano
Santiago Arellano
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