El Greco: su tiempo, su mirada

FORUNIVER, Foro Universitario de Otoño 2014, se ofrece de nuevo como un ámbito de encuentro y de amistad en el que se dan cita un puñado de amigos para reflexionar juntos sobre un tema evocador y apasionante, en este IV Centenario de El Greco.

Doménikos Theotokópulos (1541-1614) el cretense renacido en Toledo, es según Manuel García Morente un pintor que “se asimila tan profundamente el espíritu español, la esencia de la hispanidad, que sus cuadros constituyen uno de los más elevados exponentes del alma hispánica”. Unamuno no duda en afirmar que “llegó a darnos mejor que ningún otro la expresión pictórica y gráfica del alma castellana y fue revelador, con sus pinceles, de nuestro naturalismo espiritualista.”

Para el Greco la pintura era una forma de conocimiento, no basada en la imitación de la naturaleza sino en la visualización de un mundo ideado en su mente y en su alma de artista. Era, en suma, una creación de su espíritu. Así lo muestran la arrebatada expresión, la lírica belleza y la sublime espectacularidad de sus obras. Con su arte creó una realidad de orden superior. Del Manierismo dependen el canon alargado de sus figuras, la anulación del espacio y sus extrañas asociaciones cromáticas. Rompió con las normas de proporcionalidad y perspectiva tradicionales y buscó la conquista de la dificultad. Sin embargo, todas estas características adquieren en su obra una dimensión distinta y absolutamente personal que proporcionan a su pintura un carácter único, difícilmente explicable. Efectivamente sus figuras son alargadas, pero él no busca plasmar una apariencia refinada y antinaturalista, sino desmaterializar los cuerpos para lograr la visualización de lo espiritual. El Greco es, como se ha escrito recientemente: “el pintor de lo invisible”, que veía “más allá” de “lo que se ve”.

El mundo de sus cuadros es el sobrenatural, donde no existen medidas, planos ni fondos. Para él el color es fuerza expresiva, vibración y luz. Prefiere configurar sus formas con libertad sucinta, carente de detalles, manipulándolas con deformaciones, forzados escorzos y complicadas actitudes para demostrar así su dominio sobre la dificultad, una dificultad que él entiende como fantasía y no como anarquía.

Para él el color tenía que primar sobre el dibujo, la pintura era fundamentalmente luz y color. Y su estilo se fue haciendo cada vez más simbólico e imaginativo. De acuerdo con su personal modo de expresar y de pintar, el dramatismo y la tensión imperan en sus composiciones, estructuradas cada vez con un mayor verticalismo. En un espacio irreal, comprimido, agrupa figuras incorpóreas, extraordinariamente alargadas y de formas distorsionadas, esbozadas más que definidas, por un color palpitante fraccionado en múltiples tonos. Y la luz, blanca y brillante, parece emerger de cada figura contribuyendo a evocar lo sobrenatural.

Pero nos interesa también el mundo que surge ante su mirada, un mundo de santos y de mendigos, de humanistas seguros de sí mismos y de gente humilde que reza y trabaja y ama. Imperio y vecindad. Una España renacentista a su manera, capaz de inspirar el pincel del alma de un gran vidente. Nos ayudará a ello Santiago Arellano, de la mano del escritor Vintila Horia y de su novela Un sepulcro en el cielo. Burgos, cabeza y catedral de Castilla, será el lienzo y escenario de nuestro encuentro.

FORUNIVER es una Escuela de humanismo que pretende suscitar el encuentro con los valores de sentido, esos a los que en el fondo aspira el corazón.

En nombre de todos cuantos hemos puesto nuestro entusiasmo en esta aventura ilusionante, te envío nuestra invitación más cordial. Te esperamos. No vengas solo/a. FORUNIVER es una amistad que crece. Gaudeamus!

Andrés Jiménez, director pedagógico.