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“La libertad que nos venden: caricaturas y negación de la verdadera libertad”

Taller

Dr. Javier García-Valiño Abós (Filosofía)

Introducción

En todas las épocas, pero de un modo especial desde el Renacimiento, la libertad ha sido el gran sueño de la humanidad. La libertad es uno de los grandes ideales y aspiraciones de la cultura moderna y contemporánea; un ideal que, sobre todo desde la Ilustración, ha inspirado o alentado todas las reformas y revoluciones políticas y sociales.

E. Delacroix: “La libertad guiando al pueblo” (óleo sobre lienzo, 1830)

Todos queremos ser y sentirnos más libres: ejercer la libertad sin restricciones en todos los ámbitos de nuestra vida; dilatar el horizonte de nuestras posibilidades vitales.

El progreso científico y tecnológico –sobre todo, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC)–, ha incrementado nuestro poder y nuestras posibilidades y opciones, con acceso inmediato a una información superabundante; y ha dilatado nuestra libertad de acción hasta el punto de hacernos pensar que no hay ningún límite para la voluntad de cada cual. Muchos piensan que cada persona ha de configurar libremente su identidad, incluida su identidad u orientación sexual, y que no hay ningún límite ético en el uso de las nuevas tecnologías.

En este sentido, las propuestas “trans-humanistas” pretenden que con los recursos tecnológicos –en particular, los bio-tecnológicos– superemos todas las carencias y limitaciones propias de la condición humana, incluso el envejecimiento y la muerte.

Sin embargo, en nuestra sociedad hay muchas personas –en especial, adolescentes y jóvenes– que padecen ansiedad, adicciones, dependencias y trastornos que limitan en gran medida su capacidad de auto-dominio y su libertad interior. Ciertamente, las adicciones, muy extendidas hoy en todas las capas sociales, así como la búsqueda de sensaciones extremas (por ejemplo, en los deportes de alto riesgo), manifiestan claramente esa honda insatisfacción o desasosiego de mucha gente.

El recurso a las técnicas de meditación zen y las “nuevas formas de espiritualidad”, así como la difusión de mindfulness, que presentan muchos aspectos positivos para el crecimiento personal, también tienen que ver con esa insatisfacción, el vacío existencial y un sentimiento de falta de libertad. Este hondo malestar, ¿tiene que ver con la falta de metas o fines, ideales, modelos y proyectos ilusionantes? Disponemos de medios técnicos eficaces y de mucha información, pero quizá nos faltan metas claras. En este sentido, Einstein decía: “La nuestra es una época de medios perfectos y de metas confusas”.

Además, el individualismo –como mentalidad y estilo de vida–, la desvinculación y los hábitos consumistas, que caracterizan nuestras sociedades de Occidente, están asociados a una forma determinada de entender y ejercer la libertad. Esta visión individualista de la libertad, ¿es adecuada y satisfactoria, o más bien es deficiente y ha de ser examinada críticamente? ¿Acaso no estamos ante un espejismo de libertad o una libertad ficticia?

Al mismo tiempo, se está difundiendo y “globalizando” –sobre todo, en el mundo occidental– una ideología o una interpretación de la vida humana que tiende a ser el “pensamiento único”: lo políticamente correcto. Esta visión se plasma, por ejemplo, en la ideología de género y en algunos de los objetivos de la Agenda 2030. Cada vez es más difícil distanciarse críticamente de ese modelo “oficial”, ejerciendo una verdadera libertad de pensamiento y expresión, que abra nuevos espacios de convivencia en libertad y concordia civil.

En esta situación, es menester repensar hondamente la libertad, para descubrir o desenmascarar las caricaturas o imágenes falsas de la libertad, así como las raíces y causas de ese sentimiento de opresión o falta de libertad, que experimentan muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Diálogo abierto acerca de la libertad

Así pues, es oportuno pararse a pensar y plantear con sinceridad, inspirados en el método socrático, algunas cuestiones sobre la libertad:

1ª) ¿Nos sentimos verdaderamente libres? ¿Experimentamos a diario alguna limitación o restricción notable de nuestra libertad (exterior o interior)?

2ª) ¿Qué es la libertad? ¿Cómo podemos definirla? ¿Qué tiene que ver con la voluntad?

3ª) Realidad e ilusión de la libertad: la libertad personal, ¿es real o ilusoria? Realmente, ¿mi vida está en mis manos? Si entendemos que nuestra voluntad es libre, ¿se trata de una libertad condicionada o ilimitada? ¿Cuáles son esos condicionamientos y cómo los experimentamos?

4ª) En los últimos años, se ha puesto de moda el estoicismo: una escuela filosófica griega de la época helenístico-romana. Una de las tesis principales del estoicismo es que todo está causalmente determinado, tanto en el cosmos como en la vida humana. Por consiguiente, no podemos modificar el curso (necesario) de los acontecimientos, pero sí disponemos de un reducto de “libertad interior”: lo que sí podemos es elegir nuestra actitud ante esos acontecimientos (inevitables); por ejemplo, aceptarlos con fortaleza de ánimo, serenidad y alegría. ¿Estamos de acuerdo con esa tesis estoica?

5ª) Mi libertad (si es real), ¿es algo individual (mío) o se “entrelaza” con la libertad de los otros? ¿Qué relevancia tienen los demás con respecto a mi libertad?

6ª) ¿Consideras que hay alguna relación entre libertad y verdad? Nuestra libertad, ¿tiene algo que ver con nuestra naturaleza, con lo que verdaderamente somos; p.e., con mi condición de varón o mujer? ¿Cómo podemos interpretar esas palabras de Jesús de Nazaret: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (véritas liberabit vos) (Jn 8,32).

7ª) La libertad, ¿tiene algo que ver con nuestra capacidad de amar? El amor auténtico, ¿disminuye o dilata nuestra libertad?

8ª) ¿Consideras que la fe o la religión es una amenaza o limitación de nuestra libertad personal; o, por el contrario, piensas que la fe cristiana orienta, dinamiza y dilata la libertad?

9ª) ¿Por qué valoramos tanto el “tiempo libre”? Hoy en día, muchos piden la semana laboral de cuatro días: preferimos trabajar menos horas o un día menos... ¿Cómo podemos cultivar un “ocio liberador”?

10ª) Acerca del viajar y la libertad. Nuestro deseo de viajar o peregrinar –sobre todo, en vacaciones–, ¿tiene alguna relación con el anhelo o la falta de libertad que experimentamos? Al viajar, ¿por qué nos sentimos más libres?

Claves del taller

Destacamos algunos términos claves (key words) para nuestro tema: libertad, libertad interior (libre albedrío) y libertad exterior, voluntad, verdad, naturaleza humana (“ecología del hombre”), bien, amor, sentido de la existencia, voluntad de sentido (will for meaning), “tiempo libre”, viajar.

Si no entendemos bien qué es la voluntad, no podemos comprender bien la esencia y el sentido de la libertad.

Examinemos anuncios publicitarios de agencias y empresas de viajes y de automóviles.

a) Muchos mensajes o eslóganes publicitarios sobre viajes (“Escápate”, etc.) expresan ese vivo deseo de evadirse o escaparse de la realidad cotidiana que vivimos, o de viajar para vivir experiencias que dilaten nuestra libertad o nuestro sentimiento de libertad: lo que algunos autores denominan “libertad sentimental”.

b) También son interesantes los anuncios de ciertas marcas de automóviles. Como reclamo publicitario, presentan un escenario que suscita emociones asociadas a una idea individualista y “tecnológica” de la libertad personal, que se reduce a libertad exterior: libertad de movimiento.

Para una reflexión crítica sobre varias nociones deficientes o inadecuadas de libertad

En nuestro tiempo, podemos identificar y examinar varias nociones deficientes, inadecuadas o reductivas de libertad: 1ª) la libertad como omnipotencia; 2ª) la libertad como mera facultad o capacidad de elegir: una libertad meramente arbitraria; 3ª) la libertad como independencia; y 4ª) la libertad como espontaneidad.

Para orientar una reflexión crítica sobre esas nociones y esclarecer mejor la esencia de la libertad, proponemos una pequeña selección de textos y algunas consideraciones al hilo de los textos.

“La libertad entendida como mera capacidad de elegir se convierte en su propia negación: se convierte en indecisión, mientras debiera ser capacidad de compromiso.

“La experiencia nos muestra que, con mucha frecuencia, la aceptación de situaciones (imprevistas) que no hubiésemos elegido, que (...) nos abren horizontes nuevos, nos hace percibir dimensiones más profundas, más ricas y más hermosas de la realidad (...) La libertad humana no es tanto un poder de transformar, sino una capacidad de acogida” (J. Philippe, Si conocieras el don de Dios. Aprender a recibir, Rialp, Madrid, 7ª ed. 2023, p. 83): una capacidad de acoger situaciones y acontecimientos, personas y desafíos vitales que quizá no habíamos previsto o no entraban en nuestros esquemas iniciales. La clave no está en la capacidad de elegir, sino más bien en las razones y los motivos por los que elegimos o preferimos una opción o una línea de acción, renunciando a otras.

Hay que prestar una atención especial a la relación entre libertad y verdad: “Sin verdad, sin puntos de referencia, sin criterios de elección, sin ley, la libertad se vuelve loca. No hay libertad sin obediencia a una verdad mayor que uno mismo” (ibidem, p. 84).

San Pablo escribió: “Habéis sido llamados a la libertad” (Gal 5,13). Además, entendemos que hay –en todo hombre, en toda mujer– una vocación radical al amor, que puede realizarse de diversos modos. Ciertamente, hay un nexo esencial entre libertad, amor y alegría. Sin un amor auténtico, la libertad se desorienta y se desvirtúa, y no hay alegría. Hemos de descubrir cómo se abre realmente, para nosotros, el gran espacio de la verdad y la libertad en el amor.

“Libertad, ¿para qué?”

Fernando de los Ríos, en su libro Viaje a la Rusia sovietista (1920), recoge una entrevista con Lenin, en Moscú [Fernando de los Ríos, militante del PSOE, fue ministro de Justicia durante la Segunda República española.]. El socialista español le pregunta cuándo va a restablecer las libertades (civiles), una vez que ha triunfado la revolución comunista (soviética). Entonces Lenin le replica: “Libertad, ¿para qué?”

¿Hay una teleología de la libertad o, por el contrario, la libertad es la mera capacidad de decidir o elegir cualquier cosa o cualquier línea de acción: una libertad meramente “arbitraria”? ¿Para qué somos libres?

En realidad, somos libres para amar. En nuestra sociedad, “en el plano moral, se produce una deformación del valor de la libertad, que pierde así su aspiración interna hacia la plenitud humana. Desarraigada de su finalidad interna, que la dirige a realizar el amor verdadero, la libertad queda reducida a la elección de cosas según un arbitrio personal, al margen de la verdad del hombre (...).

Podemos hablar de un concepto perverso de la libertad. No nos estamos refiriendo sólo a un error antropológico, sino a una forma de entender la existencia humana con unas consecuencias profundamente negativas en la vida personal y social. Por una parte, una libertad sin dirección (hacia una meta), aboca al hombre a un nihilismo corrosivo en la medida en que pierde el contacto más profundo con los valores e ideales verdaderos: todo sería válido, incluso los comportamientos destructivos (relativismo moral). Mientras que los deseos más profundos –de sentido, de paz, de horizontes transcendentes, de amar y ser amado, etc.– permanecen insatisfechos, se debilitan y empobrecen las relaciones interpersonales. Si la libertad del hombre no le conduce a amar con todo el corazón, se convierte en algo nocivo y frustrante del sentido de su existencia” (Conferencia episcopal española, Instrucción pastoral: “La familia, santuario de la vida y esperanza de la sociedad”, 27-IV-2001, nn. 20-21).

“Dios es amor” (Deus caritas est) (1 Jn 4,8). Desde una perspectiva cristiana, cuanto más unidos estamos a Aquél que es amor, tanto más crece nuestra libertad interior. La gran mentira del ateísmo moderno, del “humanismo ateo”, es que, para restituir al hombre su libertad, para lograr la liberación del hombre, hay que desprenderse de la idea de Dios. Cuanto más libres somos, tanto más podemos amar. A su vez, crecer en el amor es crecer en libertad, es ser más libre. Con palabras de Tomás de Aquino: «Quanto aliquis plus habet de caritate, plus habet de libertate»; cuanto más intenso es nuestro amor, tanto más libres somos (Tomás de Aquino, In III Sent., d. 29, q. un., a. 8, q 1ª. 3 s.c. 1). También actuamos con libertad de espíritu cuando no tenemos ganas de realizar algo o nos resulta especialmente costoso, si lo hacemos por amor. En este horizonte de pensamiento, Agustín de Hipona nos exhorta así: “Ama et fac quod vis”, ama y haz lo que quieras.

Contra la visión individualista y ego-céntrica de la libertad

Es una visión muy extendida en nuestro tiempo. Es la independencia completa del yo, que pretende ser absoluto. “El yo absoluto, que no depende de nada ni de nadie, parece poseer realmente, en definitiva, la libertad. Soy libre si no dependo de nadie, si puedo hacer todo lo que quiero. Y precisamente esa absolutización del yo es lo que Pablo llama “carne”, es decir, degradación del hombre; no es conquista de la libertad. El libertinaje no es libertad, sino más bien el fracaso de la libertad” (Benedicto XVI, meditación sobre la libertad: alocución en la fiesta de nuestra Señora de la Confianza, patrona del Seminario mayor de Roma, 2-II-2009, n. 1).

Ecología, naturaleza humana y libertad

“La importancia de la ecología es hoy indiscutible. Debemos escuchar el lenguaje de la naturaleza y responder a él coherentemente. Sin embargo, quisiera afrontar seriamente un punto (...) olvidado hoy como ayer: hay también una ecología del hombre. También el hombre posee una naturaleza que él debe respetar y que no puede manipular a su antojo. El hombre no es solamente una libertad que él se crea por sí solo. El hombre no se crea a sí mismo. Es espíritu y voluntad (libre), pero también naturaleza, y su voluntad es justa cuando él respeta la naturaleza (incluida la suya propia), la escucha, y cuando se acepta (a sí mismo) tal como es, y admite que no se ha creado a sí mismo. Así, y sólo de esta manera, se realiza la verdadera libertad humana”.

Benedicto XVI, Discurso al Parlamento alemán (Reichstag, Berlín, 22-IX-2011)


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