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Equívocos, alcance y sentido de la libertad

ANDRÉS JIMÉNEZ

LA LIBERTAD ES DIFÍCIL

La voluntad, el querer libre, transparenta el yo personal, es su más fiel expresión y a la vez es el medio por el cual el ser humano llega a disponer de sí mismo y de sus acciones, configurando el contenido y la orientación de su vida, su propia trayectoria biográfica, su personalidad.

Pero querer libremente el bien no es algo fácil. Es una espontaneidad aprendida que resulta de disposiciones firmes, de renuncias que a menudo son costosas. La espontaneidad natural con la que el atleta saca partido de su constitución física y psicológica, superándose a sí mismo, no es improvisada, sino el resultado de un entrenamiento riguroso, de una larga ascesis cuyo objeto ha sido aprender a controlarse, a querer de modo efectivo; llegar a disponer de sí mismo, perfeccionándose con plena libertad y autodominio. (Aquí, la “espontaneidad” o facilidad del querer no es algo previo, como un automatismo, sino el resultado de una educación laboriosa, una “espontaneidad aprendida, conquistada”, el autodominio personal).

De ahí la importancia de educar la voluntad, de forjarla en el esfuerzo para configurar un carácter firme, por un lado; y por otro, enseñar a amar. A amar de verdad y amar la verdad, con el fin de hacer posible una libertad creativa y magnánima, orientada a ideales valiosos.

La verdadera libertad es difícil porque, aunque hay algo en nosotros que quiere la libertad, también existe algo que la teme o siente su ejercicio como algo demasiado cargado de responsabilidades, algo que “se cansa”.

Resulta que es más fácil ser esclavo que libre, y es más fácil también luchar por la libertad que vivir en ella, porque no basta con proclamarla, sino que hay que apuntalarla en la verdad mediante el compromiso, y darle así un sentido, un para qué consistente, acorde con lo más noble del ser humano. Desde ese momento nos vemos vinculados, obligados, comprometidos en la búsqueda del bien.

Por eso es más simple dejarse llevar. Y por eso comprobamos a menudo que el individuo tiende con demasiada facilidad a claudicar pasivamente ante el poder. Salustio escribía ya que la mayoría de los hombres no quieren en realidad ser libres; prefieren tener buenos amos.


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