Gaudí, el hombre
« ¿Quiere saber dónde encontré mi modelo? Un árbol crece hacia arriba, aguanta sus ramas y éstas, sucesivamente, sus ramitas y éstas, a su vez, las hojas. Y cada parte individual ha estado creciendo armoniosamente, magníficamente, después de que Dios, el artista, lo crease. »
Habiendo dejado atrás sus años de joven dandi, Gaudí fue profundizando en el conocimiento de la fe y en su vivencia, desarrollando una intensa vida espiritual. Asistía diariamente a la Santa Misa -en los últimos años de su vida acudía todas las tardes al oratorio de San Felipe de Neri, en la barcelonesa plaza del mismo nombre-, comulgaba con fervor y no solía faltar a las celebraciones de las festividades religiosas en la ciudad. Su entrega también era para sus prójimos: se preocupaba por la vida personal y familiar de los trabajadores de las obras; los visitaba cuando estaban enfermos, incluso los reprendía cuando conocía conductas poco cristianas en algunos de ellos, invitándoles a que se acercaran a Dios.
Vivió de manera austera. Los últimos 14 años, cuando solo se dedicaba a la construcción de la Sagrada Familia, fue a residir al propio taller de la obra. Llegó a renunciar a su sueldo y honorarios en favor de la construcción del templo, e incluso llegó a pedir limosna y donativos de puerta en puerta para tratar de obtener fondos económicos para que no se detuvieran las obras y los trabajadores pudieran cobrar sus salarios.
Su alimentación era muy frugal, fundamentalmente con pan y frutas la mayor parte de los días. Vestía también muy austeramente, tanto que el día en que fue atropellado por un tranvía nadie le reconoció; es más, le consideraron un mendigo. Fue el 7 de junio de 1926, y como todas las tardes, se dirigía paseando al oratorio de San Felipe de Neri. Iba vestido pobremente y calzaba zapatillas de felpa. Los tobillos estaban envueltos en vendas de lana, probablemente para combatir el reumatismo que le aquejó desde niño. En sus bolsillos, entre otras cosas, hallaron varios rosarios. Estuvo ingresado y moribundo en el hospital de la Santa Cruz –hospital de beneficencia cristiana para pobres- durante tres días hasta que murió la tarde del 10 de junio. Fue enterrado en la cripta de la Sagrada Familia, donde hoy día reposan sus restos. Se espera que muy pronto sea nombrado Venerable y, en un plazo breve de tiempo, Beato de la Iglesia Católica.