El acta de nacimiento de la lengua castellana
La oración de un monje novel
En el Monasterio de San Millán de la Cogolla, actualmente en territorio riojano, en el último tercio del siglo XI, un monje, probablemente un joven novicio no demasiado conocedor del latín anotaba junto a las palabras latinas cuyo significado desconocía, la palabra correspondiente a la lengua de su uso. No pretendía dejar un monumento a la posteridad. Se ha comparado con acierto al cuaderno de un escolar. Ignoraba que sus anotaciones estaban levantando el acta del nacimiento de una lengua nueva, de la futura lengua castellana, la que por antonomasia llamamos española. Por aquel entonces aquellos territorios pertenecían al reino de Navarra. Los rasgos del lenguaje oscilan entre el dialecto riojano y el navarro-aragonés
El hecho es que el monje novel escribía algunas anotaciones en vascuence con lo que nos encontramos con alguien que para uso propio en sus anotaciones personales utilizaba indistintamente una lengua romance naciente o el ancestral vasco anterior al latín. Es evidente que el documento no refleja el momento en que nacen las dos lenguas, ni siquiera en el caso del castellano. El vascuence era una lengua milenaria. La novedad, en cuanto al vasco, es que en el códice se utiliza la misma grafía, el mismo tipo de letra, para las tres lenguas.
Las lenguas romances no aparecen de hoy para mañana, tardan siglos en configurarse. ¿En qué momento existe constancia de que el latín que como lengua usual se utilizaba en todo el dominio del antiguo Imperio Romano, ya no coincidía con el hablar de las gentes pues cuando al pueblo se le hablaba en latín no se enteraban de lo que se les estaba diciendo? Un momento claro es aquel en que los Obispos ordenan a los clérigos que en los sermones utilicen el hablar del pueblo. Los primeros documentos se encuentran ya en el siglo IX. En España se conocen glosarios (diccionarios) o cartularios anteriores a las glosas emilianenses y silenses (Silos). Sin embargo no existe duda de que el documento inicial por excelencia es el de nuestro monje escolar. Sus anotaciones o glosas se pueden encontrar en otros documentos; pero no las breves líneas que traduce y convierte en una oración personal.
El poeta y crítico literario Dámaso Alonso afirmó “Sólo una vez, entre las glosas del monasterio de San Millán de la Cogolla, atribuidas al siglo X, hay un trozo que se puede decir que casi tiene ya estructura literaria. El monje estaba anotando un sermón. En las palabras finales le ha apretado la devoción dentro del pecho. La última frase latina (dos líneas y media) la ha traducido íntegra. Sin duda le ha parecido seca: la ha amplificado (hasta doce líneas cortas), añadiendo lo que le salía del alma. He aquí este venerable trozo, el primero de lengua española.”
El texto en latín decía:
“Abjubante domino nostro Jhesu Christo cui est honor et jmperium cum Patre et Spiritu Sancto jn secula seculorum.”
El monje lo tradujo:
“Cono ayutorio de nuestro dueño dueño Christo, dueño Salbatore, qual dueño yet ena honore e qual dueño tienet ena mandacione cono Patre, cono Spiritu Sancto, enos siéculos de los siéculos.” (O sea, en castellano de hoy: “Con la ayuda de nuestro Señor Don Cristo, Don Salvador, señor que está en el honor y señor que tiene el mando con el Padre, con el Espíritu Santo, en los siglos de los siglos”.)
Pero inspirado convirtió su tarea, su trabajo, en un momento espontáneo de oración y añadió por su cuenta:
“Fácanos Deus omnipotens tal serbicio fere que denante ela sua face gaudiosos seyamus. Amen.” (Hoy escribiría: “Háganos Dios omnipotente hacer tal servicio que delante de su faz gozosos seamos. Amén”)
Con razón confesó Dámaso Alonso: “El primer vagido de la lengua española es, pues, una oración”.
A mí me produce una emoción muy especial. El monje no está en el coro sino en el escritorio. Está en el “labora”, no en el “ora”. Pero el joven monje no separa la oración del trabajo. Pide hacer de tal manera su “servicio” que consiga llegar a contemplar gozoso la faz de Dios. Algo nos sigue enseñando once siglos después. Dios le oiga.