Ante un cuadro de Ghirlandaio
Hizo el encargo de pintarlo el marido de Giovanna. Tras la muerte de su esposa, al dar a luz a su segundo hijo el señor Tornabuoni quiso tener un recuerdo de su mujer. Ghirlandaio la había pintado recientemente en el mural de la Visitación que se encuentra en la Iglesita de Santa María Novella en Florencia. Giovanna aparecía, de cuerpo entero y con un vestido muy parecido, en la comitiva de jóvenes embarazadas para asistir al encuentro de María con su Prima Santa Isabel.
En esta imagen se inspira. Recoge los rasgos de su belleza, resalta algunas de las cualidades de su personalidad. La clave interpretativa se encuentra en el pergamino adherido a la pared de la alacena. Mira que es hermosa la imagen, qué profundo el retrato; pero el pintor deja indicada su impotencia con las palabras latinas de Marcial:
(Ojalá el arte fuera capaz de pintar las costumbres y el alma; no habría en la tierra pintura más bella)
Ghirlandaio da en el clavo. Lo verdaderamente bello en una persona está oculto en su interior. Algo adivinan los pinceles y los sentidos. Pero en la tierra, no en el cielo, poder “effingere”, hacer visible el alma y las virtudes, crearía la obra nunca vista.
Y ¿a qué se dedican los padres, profesores, maestros verdaderos sino a modelar el alma y las virtudes de hijos y discípulos como el arte más sublime? Por eso educar es un arte y no solamente una ciencia.
El retrato de Giovanna Tornabuoni se me ha convertido en un emblema del arte de educar en su totalidad en cuerpo y en el alma.