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La nueva pedagogía

PROPUESTAS DE UNA EDUCACIÓN EFICAZ Y LIBERADORA

Por Alfonso Echávarri Gorricho
(Revista A vivir, núm 247. Julio-sptbre. 2012)

“Te pasas la vida tratando de hacerlas volar. Corres con ellas hasta quedar sin aliento. Caen al suelo. Chocan con los tejados. Tú las remiendas, las consuelas, las ajustas y les enseñas. Observas cómo el viento las mece y les aseguras que un día podrán volar.

Finalmente vuelan. Necesitan más hilo y tú sueltas más y más, y sabes que muy pronto la bella criatura se desprenderá de su cuerda de salvamento que la ata y se elevará por los aires, como se espera que lo haga, libre y sola. Solo entonces te das cuenta de que has hecho bien tu trabajo” (Erma Bombeck)

Una reflexión para empezar

Hace un par de fines de semana, a mi esposa y a mí nos regalaron un estupendo fin de semana en la maravillosa ciudad de Salamanca. Fue un regalo de nuestro hijo. Estamos convencidos que es por el mucho amor que nos profesa y que nada tiene que ver con la organización de una estupenda cena en nuestra casa con todos sus amigos... mientras estamos fuera. La casa de las conchas, las universidades, la plaza mayor, el convento de San Esteban y el jardín de Calixto y Melibea. Y la rana. Realmente una ciudad para dejarse seducir por sus calles y rincones repletos de historia y por sus entrañables habitantes. Nos encontrábamos alojados a unos doce kilómetros de la ciudad, en un hotel-viñedo que se llama Hacienda Zorita. No es mi intención hacerles publicidad, pero realmente es un lugar muy recomendable, tanto que el mismísimo Cristóbal Colón pasó unos días en este antiguo convento dominico. Seguro que repetimos.

Educación compleja

Desde hace unos años, no suelo ponerme de viaje sin llevar en el salpicadero del coche un GPS que me diga en todo momento dónde estoy y sobre todo por dónde tengo que ir. Con el tiempo he aprendido a fiarme de esta tecnología, ya que al principio, cuando un camino digital no cuadraba con mi gran dote en materia de orientación, seguía mi propio instinto y generalmente acababa oyendo eso de “me parece que vamos mal” por parte de mi copiloto. Ya no. Si se equivoca el aparato, pues se equivoca. Pero mi destreza de conductor no queda cuestionada y mi autoestima, intacta.

Resulta que mi GPS no era capaz de orientarse en la salida norte de Salamanca, camino de Zorita. No distinguía los campos de los puentes y éstos de las carreteras. “En la rotonda, tome la tercera salida...” y no había ninguna rotonda. Y menos una tercera salida. Puedo aseguraros que en más de una ocasión nuestro coche circulaba por la pantalla sobre el cauce del río Tormes. Al llegar a nuestro destino, le comenté a un empleado del hotel las dificultades que habíamos tenido para llegar hasta allí. Esta persona sonrió y nos dijo que a muchos viajeros les ocurría lo mismo. El motivo era que, con el fin de mejorar los accesos y salidas por este punto de la ciudad, habían cambiado direcciones, abierto rotondas, enlaces y construidos nuevos tramos de autovía y que los sistemas de navegación no habían tenido tiempo de actualizarse. Nos reímos un rato, nos deseamos buenas noches y nos despedimos hasta el día siguiente.

¿Os imagináis qué sucedería si cada cuatro años se cambiasen los nombres de las calles, las direcciones y sentidos, se cerrasen rotondas y se abriesen tramos de carreteras nuevos y paralelos a los ya existentes, se cambiasen los códigos numéricos de las señales en las autopistas (“En la salida 32...” y ahora es la salida 23) al abrigo de una responsabilidad política?

Mucho me temo que algo parecido está sucediendo durante muchos años en el mundo de la educación y de la enseñanza. Cambios, reformas, más cambios, recambios, leyes, derogación de leyes y nuevas ‘rotondas’. Y así es muy complicado situarse en el mapa y muchos más difícil seguir rutas para alcanzar destinos atractivos e interesantes. Desde mi punto de vista son demasiados los cambios legislativos que vienen produciéndose en el mundo educativo al amparo del “ahora que tenemos la confianza de los ciudadanos”. Las políticas educativas no pueden, repito, no pueden depender con exclusividad de los políticos (cuando releo lo que acabo de escribir estoy a punto de seleccionar y borrar, pero prefiero dejarlo como está), sino también, y quizá con similares competencias, de personas que sean especialistas en materia educativa, personas que sepan que la formación de niños, adolescentes y jóvenes está compuesta, además de desarrollos curriculares basados en especialidades académicas e itinerarios, en una atención global al desarrollo y la construcción de cada persona confiada. Esto es. Cada alumno y cada alumna es confiada a un sistema educativo para que durante el tiempo que pase en él pueda adquirir destrezas y desarrollar capacidades que le posibiliten una vida llena de posibilidades. Y esto es muy serio. Por eso reclamo que la educación no puede estar sometida a vaivenes dependientes de izquierdas o derechas. Reclamo un sistema educativo estable, de calidad, de valores, donde la persona sea lo más importante. Un sistema educativo en constante mejora, con profesionales comprometidos y convencidos de que su labor es muy importante. Y justamente recompensados. Un sistema educativo que atienda todas las dimensiones del ser humano, tanto a nivel instructivo como a nivel emocional y de aprendizaje social.

“No sabe más el que más cosas sabe, sino el que sabe las que más importan”.
(
Bernardino Rebolledo, 1597-1676)

La importancia de la educación de las emociones

“Si yo esto lo hubiese conocido antes...”. Este suele ser un comentario muy habitual que escucho cuando finalizamos un curso de crecimiento personal en el Teléfono de la Esperanza. Para las personas que no conozcan estos recursos formativos, os puedo decir, a grandes rasgos, que se trata de cursos en los que se trabaja de forma muy profunda el mundo emocional de cada participante. Este mundo emocional que posibilita el autoconocimiento, la reflexión y la comprensión, así como un sano camino para expresar la riqueza del mundo interior en materia emocional que posibilita un conjunto de relaciones interpersonales muy satisfactorias para la persona. Muchas de estas personas deciden entonces introducir algunos cambios en su propia vida que resultan muy positivos, tanto para ellas mismas como para las que tienen alrededor. No es cuestión de magia, sino de trabajo e ilusión. Muchas veces todo esto me ha llevado a pensar que el cuidado de la salud emocional no debería ser cosa exclusiva del mundo adulto. Que nuestros hijos podrían ser capaces de gestionar más adecuadamente diferentes aspectos complicados o no de sus vidas si tuviesen la ocasión de incorporar en su educación reglada diferentes disciplinas que les ayudasen a vivir más plenamente, a desarrollarse con libertad en un mundo lleno de relaciones interpersonales.

“Pasamos mucho tiempo ganándonos la vida, pero no el suficiente viviéndola”
(Madre Teresa de Calcuta)

Si un niño es capaz de establecer relaciones sanas entre sus iguales, compañeros de clase y amigos, este niño tiene la oportunidad de practicar un conjunto de habilidades sociales que va a ir conformando su propia estructura personal, dotándole de seguridad en el medio social

Estoy convencido que, así como un buen maestro puede conseguir que un alumno aprenda a resolver una ecuación de segundo grado, también puede lograr que otro aprenda a gestionar adecuadamente sus emociones. Esto tiene una gran importancia, ya que una persona que ha aprendido a desenvolverse de forma eficaz en materia emocional, es una persona que está capacitada para establecer relaciones sanas entre iguales, para respetarse a sí mismo y para respetar al otro, para ocupar un lugar en este mundo y para dar sentido a su propia existencia. Casi nada. Esto tiene enormes implicaciones. Vayamos por partes. Si un niño es capaz de establecer relaciones sanas entre sus iguales, compañeros de clase y amigos, este niño tiene la oportunidad de practicar un conjunto de habilidades sociales que va a ir conformando su propia estructura personal, dotándole de seguridad en el medio social.

“Esforcémonos en vivir con decencia y dejemos a los murmuradores que digan lo que quieran”
(Molière)

Podríamos sorprendernos de la cantidad de adultos que no son capaces de asistir a una reunión, de realizar una pregunta en público o de ejercer una conducta asertiva ante determina situación.

Si un niño, un adolescente, un joven, se respeta a sí mismo, posiblemente tome decisiones que sean acordes con este respeto. Tal vez sabrá “decir no” ante determinadas opciones que puede que se le presenten a lo largo de su vida. Botellones, drogas y otras formas de poner en riesgo todo un proyecto perderían fuerza ante la elección libre. Es decir, se sentirá responsable de su propia vida.

“El pesimista se queja del viento. El optimista espera a que cambie. El realista ajusta las velas”
(W. George Ward)

Si además el respeto al otro es igualmente importante, no nos quepa la menor duda de que los casos de bulling, problemas de conducta en el aula o fenómenos de ciberacoso se verían muy disminuidos. Además, estos jóvenes serían capaces de negociar adecuadamente conflictos con sus futuras parejas evitando situaciones que llevasen a una ruptura o que condujesen a casos tan terribles de violencia y de maltrato.

Que un niño sea consciente de que tiene un lugar en el mundo, tiene que ver directamente con su autoestima, con su percepción de valía y con la seguridad de que tiene algo que hacer y que aportar. El otro día, en una sesión de trabajo individual con una persona muy joven de diecinueve años, me decía que lo que le sucedía es que tenía un enorme vacío y que esto le arrastraba a pensar en acabar con todo. Me decía que no sabía para qué estaba en este mundo y que no era capaz de encontrar un sentido a su existencia. A esto me estoy refiriendo.

Me consta que muchos profesionales del mundo de la educación y de la enseñanza están reclamando su propia formación en materia emocional para después poder atender, transmitir y posibilitar que aquellos que han sido confiados a ellos puedan tener la posibilidad de desarrollarse con plenitud, al menos en los tiempos que comparten. Y yo les animo a que lo hagan. Pero no solo a los que trabajan en los departamentos de orientación, sino también a todos los que instruyen día a día con sus materias de lengua, matemáticas, historia o educación física. Desde estas líneas animo a los equipos directivos a que trabajen en esta dirección. Tal vez sea hora de dar un salto cualitativo en materia educativa e incorporar en los currículos la promoción de la salud emocional.

No quiero olvidarme de vosotros, los padres

Tal vez tú, que ahora estás leyendo este artículo seas una estupenda madre o un fabuloso padre. Y que lo que más quieres es que tus hijos crezcan sanos y sean felices. Posiblemente firmabas ahora mismo para que ellos tuviesen la oportunidad de aprender y de incorporar a sus vidas todas estas cosas que hemos venido hablando sobre relaciones, respeto, autoestima, percepción de valía y lugar en el mundo. Y valores. Pues tengo que decirte que todo esto también se aprende en casa, quizá de otra manera pero con similares resultados. Por ello, también considero fundamental que los padres y madres se preocupen por formarse adecuadamente en el mundo emocional para que la tarea de formar personas no sea ámbito exclusivo de la escuela. A veces pensamos que es la vida la que enseñará a nuestros hijos todo esto, que no es necesario trabajar determinadas cosas, que ya lo aprenderán como lo hemos hecho nosotros, y tal mal no nos ha ido. Pero quizá nos podría haber ido mejor con ‘GPS’ más actualizado.

Los escolares españoles

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Nuestros hijos podrían ser capaces de gestionar más adecuadamente diferentes aspectos complicados o no de sus vidas si tuviesen la ocasión de incorporar en su educación reglada diferentes disciplinas que les ayudasen a vivir más plenamente, a desarrollarse con libertad en un mundo lleno de relaciones interpersonales

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