Escuela de padres
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Una epidemia familiar terrible (I)

LA ‘NOTENGOTIEMPITIS’

La `notengotiempitis´
La familia desarrolla su labor educadora a través de la convivencia. En ella se cultivan, atesoran y transmiten valores que se manifiestan en la vida de todos los días

Padres e hijos viven juntos una relación sencilla. Forman una sociedad pequeña en la que se educan recíprocamente con el paso del tiempo y a través de su vida en común. La familia desarrolla su labor educadora a través de la convivencia. En ella se cultivan, atesoran y transmiten valores que se manifiestan en la vida de todos los días: se ven y se tocan, se padecen y se disfrutan. Convivir es pasar el tiempo juntos y llenarlo de contenidos que se comparten.

De cómo los padres hablen y presten atención al hijo, de las relaciones que mantengan con él y entre sí, depende el modo como el niño conocerá más tarde el mundo y a sí mismo, y desarrollará su conciencia, su sociabilidad y su trabajo. Se entenderá, por ejemplo, a sí mismo como un ser que comete errores, pero que se abre cada vez a un amor más grande, o quedará apremiado para toda la vida por exigencias a las que no podrá corresponder.

Lo más importante que los padres deben dar a los hijos es laseguridad de su amor y de su aprecio. Pero el primer requisito para ello es el de su presencia efectiva y su disponibilidad: verse, tratarse, hablar, escucharse... En el ámbito familiar, el tiempo libre –frente al tiempo vinculado al trabajo- es ante todo un “tiempo disponible”.

La actual crisis del modelo normal de familia pone de manifiesto que la intensidad y los ritmos de la vida laboral de hombres y mujeres, diversas situaciones cada vez más frecuentes de desestructuración, y el sistema económico consumista que se ha ido generalizando en las últimas décadas, han reducido significativamente la presencia de los padres en el ámbito familiar.

¿El tiempo es oro?

La `notengotiempitis´

Por eso quizás pueda hablarse, en el seno de una civilización eminentemente pragmática y economicista, de una patología generalizada que afecta y repercute de modo muy especial en las familias, y que podríamos llamar la “notengotiempitis”. Otras ocupaciones impiden dedicar más tiempo a la familia. El tiempo es oro y está sujeto a ritmos, intensidades y horarios de producción y de evasión sumamente exigentes. Es una concepción del tiempo y de la vida como una inversión.

En este caso, la vida se justifica cada vez más por salir adelante en lo económico. Su finalidad más urgente estribaría en trabajar mucho, en triunfar, en tener logros en los negocios... La libertad a la que se aspira se reduce en la práctica al poder adquisitivo. Se vive para trabajar, el tiempo es oro, no se puede perder en algo inútil; ha de invertirse de forma rentable. No se permite regalar el tiempo. El tiempo es para ganarlo, no para perderlo. Y ganar tiempo es producir más, tener más cosas, vivir deprisa.

Pero esta mentalidad, dejada a su propia inercia, conduce inexorablemente al sinsentido. Es vertiginosa pero superficial. Es correr muy de prisa hacia ninguna parte, viajar en un lujoso tren de alta velocidad cuyo destino se desconoce. Víktor E.Frankl escribió que "se tiene a menudo la impresión de que los seres humanos, sin saber dar a su vida una meta, corren y se afanan con velocidad cada vez más acelerada, precisamente para no caer en la cuenta de que no van hacia ningún sitio."

La `notengotiempitis´
"Se tiene a menudo la impresión de que los seres humanos, sin saber dar a su vida una meta, corren y se afanan con velocidad cada vez más acelerada, precisamente para no caer en la cuenta de que no van hacia ningún sitio”. (Víktor Frankl)

El tiempo es, ante todo, vida

Los valores esenciales de la vida se aprenden a través de la convivencia con personas valiosas. Por eso, lo primero y más importante es disponer del ejemplo, del consejo y de la cercanía personal de los educadores –en primer término los padres-, y aprender a vivir a partir de los modelos de conducta y de vida que ellos aportan.

Existe un sólo modo de transmitir los valores: hacer que las personas recuerden con gozo y gratitud las situaciones que han vivido y en las que aprendieron algo -las situaciones cotidianas lo mismo que las dramáticas-. Y que esas experiencias vengan de la mano de las personas que nos las hicieron significativas, que nos dieron lecciones de vida porque se las vimos vivir, porque les vimos vivir.

Es maestro, en el sentido más hondo de la palabra, quien vive lo que enseña y enseña lo que vive. Por eso sólo se puede ser maestro en presencia, en diálogo vital, en tiempo y experiencia compartidos. Esa es la razón por la familia ha de ser en primer término una presencia real. Sólo forman aquellos padres o madres que han aprendido ciertas cosas esenciales, que han hecho suyas y que saben verificar a diario con su experiencia personal y con todo su corazón. Eso es lo mejor que puede dar a sus hijos. Pero eso requiere tiempo, en cantidad y de calidad.

Disponer de tiempo es lo más necesario para que haya vida humana, y una vida humana digna. Es necesario en la vida familiar, precisamente, para que ésta se desarrolle como un ámbito de encuentro y de convivencia, de relación mutua, de intimidad compartida y dedicación personal. El tiempo compartido en familia es un tiempo que se ha querido dar, del cual uno dispone por propia decisión para estar con otras personas, para vivir en su compañía. Dar tiempo es dar vida.

Tiempo de calidad, tiempo en cantidad

Una vida marcada por los ritmos y exigencias del trabajo, o incluso por determinadas formas de ocio –piénsese en la cargada agenda de actividades extraescolares de muchos niños, en las muchas horas de televisión diaria en tantos hogares- hace difícil compartir tiempos prologados de descanso o de actividad en común, e incluso coincidir físicamente bajo el techo familiar.

La `notengotiempitis´

A menudo se propone la dedicación de un “tiempo de calidad”, ceñido a los fines de semana en algunos casos, para compensar una menor dedicación de “tiempo en cantidad”. Pero lo cierto es que los comentarios acerca de la vida cotidiana surgen más fluidos, espontáneos y matizados cuando se cuenta habitualmente con alguien que escucha y que se abre a la comunicación. Cuando ese alguien está.

La mera presencia física no es suficiente; ni siquiera es lo más importante (así ocurre, por ejemplo, cuando se está en la misma sala viendo la televisión simplemente). Pero es indispensable y necesaria para que pueda darse una comunicación de cierta hondura: un diálogo, una confidencia... Un o un no apresurados, sin contacto visual sereno, generalmente no son suficientes para atender o contestar a un desahogo o a un problema personal. ¿Cómo se va a descender a detalles si la prisa me impide atender como es debido, o si lo que reclama y recibe más atención es la televisión?


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