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¿Qué es el ser humano?

UNA APROXIMACIÓN A SU NATURALEZA

Andrés Jiménez Abad

¿Es el ser humano una cosa más entre las cosas? Una mirada superficial seguramente tenderá a considerar que, según el punto de vista que se utilice, un ser humano, sobre todo si en él o en ella no concurren cualidades sobresalientes, puede ser tenido simplemente como “un millón de hombres partido por un millón” (Koestler). Sería un caso más entre muchos de la especie humana, un trabajador más o menos eficiente, más o menos capaz de desarrollar determinadas facultades o de desempeñar ciertas tareas. En algunos casos, ni eso: un ser anónimo de entre las masas de infelices que ni siquiera han desarrollado una mediana normalidad intelectual, o que en el mundo mueren de hambre, o víctimas de enfermedades epidémicas...

Las manos: “instrumento de instrumentos”

Muchos seres humanos han sido víctimas de vejaciones en masa y genocidios, como en las numerosas guerras y conflictos violentos que jalonan el siglo XX. A no pocos se les ha utilizado como material de experimentación. Según determinadas legislaciones, un ser humano sólo es reconocido como sujeto de derechos si cumple ciertas condiciones establecidas por los legisladores. De hecho, en muchos casos, se trata al ser humano como una cosa que posee un valor relativo. ¿Se le hace justicia con ello, o el ser humano es algo más?

En el Museo de Historia de Washington, en una sala que anuncia: “El hombre”, se representa en una lámina casi de tamaño natural el cuerpo de un hombre de 77 kgr. de peso. En recipientes de cristal de diferentes tamaños se guardan los productos naturales y químicos que se encuentran en el organismo humano: 48 litros de agua, 17 de grasa, 4 de fosfato de cal, 1’5 kgr. de albúmina, una placa de gelatina de 5 kgr., así como otros más pequeños con almidón, carbonato cálcico, azúcar, cloruro de sodio, etc. ¿Es eso el hombre?.

Ante la complejidad del ser humano se puede caer en la simplificación de reducirlo a su dimensión física, química o biológica, por ejemplo. En el citado Museo, el recinto en el que se muestran los ingredientes mencionados se encuentra junto a un amplísimo elenco de obras humanas de la más dispar condición y de muy variada importancia histórica. Salta a la vista que la causa de tales realizaciones tiene que ser “algo más” que un cóctel de productos y reacciones químicas un tanto sofisticado.

Quien mira solamente una de las secciones del cilindro verá un círculo o un rectángulo, pero no un cilindro. Algo parecido les sucede a las antropologías que reducen al hombre a uno de sus aspectos particulares. Toman la parte por el todo y pierden de vista al propio hombre. Éste puede ser reducido a alguna o a algunas de sus dimensiones, lo cual es correcto pero con una condición: que cada aspecto o punto de vista no vaya precedido por un ‘nada más que’. Porque el hombre es cada una de sus facetas o dimensiones ‘y mucho más’.Considerar al ser humano como nada más que un factor económico, un animal que habla, un bípedo implume, un animal con voluntad de poder, un complejo de tendencias movidas por el instinto sexual, etc., es incurrir en un reduccionismo que no capta realmente la profunda realidad que constituye a un hombre o mujer como alguien y no simplemente como algo.

Dimensiones fundamentales de la persona humana

Según el filósofo latino Boecio, la persona es “una sustancia individual de naturaleza racional”. ¿Qué significa esta definición? Ante todo, dos notas:

A) SUSTANTIVIDAD. El modo de ser según el cual está constituida la persona es el de un sujeto, el sujeto de su propio existir. Cada persona es un ser irreductible a otro, por más semejantes que sean ambos. Esta autonomía en el existir recibe el nombre de sustantividad. No es una parte de otra cosa. Es una realidad concreta y singular, una totalidad completa, aunque dependiente. Existe en sí mismo, aunque no se basta a sí mismo para existir. Es única e irrepetible. Este es el modo más excelente de existir, ello significa que la persona es un ser de la mayor riqueza o dignidad ontológica. Posee identidad y dignidad propias; un valor previo a sus acciones y logros adquiridos.

B) NATURALEZA RACIONAL. La naturaleza o esencia de una cosa es el modo de ser constitutivo de esa cosa. Que la persona es un individuo de naturaleza racional significa, por de pronto, que es un ser espiritual, un yo dotado de intimidad y un ser radical y operativamente abierto.

Qué es el ser humano

Ello manifiesta en el ser personal una forma eminente de vivir, una riqueza interior o profundidad que le define como alguien y no simplemente como algo. Es sujeto de su propio obrar. A lo largo de todas sus operaciones y acciones, el yo se hace presente como fuente y origen; incrementa su haber, permaneciendo el mismo sin agotarse en el curso o la suma de sus acciones, sin reducirse a ellas. No es resultado, sino principio de su obrar, aunque el obrar de cada uno repercuta en su biografía, en su haber vital y una persona sea también, en cierto modo, hija de sus obras. Pero el ser de la persona no se agota en su hacer; es siempre‘más’ y es previo, fuente y principio de ese hacer.

De la riqueza constitutiva de la persona se alimenta su obrar; es fuente de novedades y por eso puede innovar, dar más de sí, y darse a sí mismo sin perderse o empobrecer lo que es, sin agotarse en lo que hace. La intimidad es lo que se da cuando uno se da a sí mismo en lo que hace. Esto es lo que da un sentido profundo al gesto de ofrecer y de aceptar un regalo. Y lo que explica que el rechazo o el desprecio de un regalo sea valorado por el oferente como una pérdida profunda y no como una ganancia, aunque quede en posesión material del objeto que deseaba regalar.

La persona muestra la más elevada dignidad ontológica, ya que amalgama lo propio de la naturaleza intelectual, de la máxima dignidad en el orden de la naturaleza de las cosas, y lo propio de la subsistencia, que es el modo más excelente de existir. Nos referimos aquí a una dignidad en el grado de ser.

Pero la naturaleza humana encierra una gran riqueza de capacidades operativas, lo cual expresa su carácter abierto, efusivo, creativo y relacional. La dignidad ontológica del sujeto que actúa se comunica también a lo que hace, más allá del valor externo del resultado. El obrar sigue al ser y el modo de obrar sigue al modo de ser. Se puede hablar también de una dignidad operativa, reflejo de la dignidad ontológica del ser personal y consecuencia del modo de obrar libre, cuya más honda dimensión es la dimensión moral, la calidad o categoría propia y hondamente humana de una persona.

Qué es el ser humano

Sin embargo es preciso considerar primero cuáles son las dimensiones radicales de la persona que se ponen de manifiesto en su operatividad. Como el ser humano va más allá de lo físico y lo biológico, el obrar humano no se reduce a las expectativas biológicas de la persona, a la mera satisfacción de sus necesidades orgánicas o fisiológicas, sino que se desborda mediante la apertura a la realidad, a través y más allá de su corporalidad, manifestando lo específico de su naturaleza racional, de su intimidad creativa y aportadora de riqueza.

Cabe ahondar en la racionalidad, en cuanto ‘apertura a lo real’, advirtiendo varios rasgos o notas esenciales:

a) La inteligencia es la capacidad o facultad de conocer el ser profundo de las cosas. Supone comprender lo que las cosas son, pueden o deben ser, captar lo universal, tomarse a sí mismo como objeto de conocimiento (reflexión), distinguir medios y fines, pensar la negación, la existencia y la inexistencia. Por ella el conocimiento humano se abre a un horizonte de infinitud.

b) La voluntad libre es la capacidad de disponer de sí mismo con vistas a lo que se sabe que es bueno. Supone una autonomía en el obrar, la posibilidad de disponer de sí mismo confiriendo un contenido y una orientación a la propia vida. Ello significa autodominio (ser dueño de los propios actos, decisiones e iniciativas) y responsabilidad (asunción de las implicaciones y consecuencias de los actos realizados por propia iniciativa). Por ella el deseo humano se abre a la universalidad del bien.

c) La apertura a la belleza es la capacidad estética del espíritu humano. En ella se pone de manifiesto una dimensión que trasciende el puro dato sensible y que revela la creatividad del espíritu humano, y que descubre en la realidad un sentido profundo, más allá de lo inmediato, al que también contribuye, por ejemplo por medio del arte.

Además, en cuanto ser relacional, se aprecian en la naturaleza del ser humano tres dimensiones esenciales:

d) La sociabilidad es la constitutiva inclinación a dar y recibir compartiendo de algún modo la propia vida con otras personas. Es un salir de sí mismo para entrar en relación con otros seres humanos sin merma de la propia identidad e intimidad. La sociabilidad se funda en una doble tendencia o necesidad humana: la necesidad de recibir o dependencia, y la necesidad e inclinación a dar o efusividad. Esta última capacidad es particularmente significativa, puesto que es la más peculiar de la persona como un ser dotado de intimidad. Es la dimensión más netamente creativa, el cauce por el que discurren el conocimiento intelectual y la libertad, y la forma más profunda de enriquecimiento humano.

e) El dominio es la relación propia del ser humano con las cosas que forman entorno natural en que discurre su vida. La apertura al mundo supone una confrontación con seres no personales de los que depende la subsistencia humana, lo que implica para el ser humano una responsabilidad o tarea, un trabajo cargado de exigencias para el hombre mismo: encontrarse al cuidado de la tierra y de los seres naturales para convertir el mundo en un lugar habitable. Por su racionalidad, la persona puede decidir sobre el uso de las cosas, poseer y someter a seres de dignidad inferior para configurar el mundo y remediar las necesidades de un vivir digno. Las exigencias que su existencia corporal impone al ser humano, para mantenerse en el ser y perfeccionarse como persona, obligan a éste a adecuar ‘la tierra’ a las necesidades humanas, pero su condición de ser personal es la que le concede derechos y deberes en el dominio y uso responsable de los bienes terrenos.

f) Trascendencia indica aquí la conciencia de la ordenación de la propia existencia a un fin último de plenitud. Es la apertura y necesidad de un sentido para la propia vida, el ansia de felicidad. Sin un sentido, sin trascendencia, la vida humana se viviría en rigor para nada, por lo que todo en la existencia se convertiría en irrelevante y la existencia humana misma en un absurdo, lo cual haría insoportable el vivir. Este es el ámbito o marco de la dimensión ética y religiosa del ser humano. Para éste, el mero sobrevivir sólo es valioso como condición necesaria -pero no suficiente- para comprender lo que son las cosas y él mismo; para elegir y proyectar el curso de su propia vida, para establecer ámbitos de habitabilidad y convivencia, para descubrir el porqué y el para qué de su vida y de la realidad misma en su globalidad.


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