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Neurociencia y libertad

UNA APROXIMACIÓN INTERDISCIPLINAR

José M. GIMÉNEZ-AMAYA (Facultad de Medicina UAM) y
José I. MURILLO (Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Navarra)


4. LA AUTOCONCIENCIA


La autoconciencia está implicada en el ejercicio de la libertad. A ella tornamos ahora para ver cómo la Neurociencia da respuesta a este fenómeno tan humano. Además, en el contexto metodológico de este trabajo, en el que intentamos ver si existen pruebas evidentes desde el punto de vista neurobiológico de cómo actúa nuestro cerebro en su conjunto y de manera unitaria, el examen de la autoconciencia nos proporciona una excelente aproximación a una función que es global y unitaria en su actuación. Lo haremos, en primer lugar, sintetizando en qué consiste el «problema» de la autoconciencia. Esta última es para muchos investigadores un problema por las grandes dificultades que reviste su explicación neurobiológica. Por eso, es necesario emprender a continuación el análisis de sus posibles correlatos neurobiológicos y la posibilidad de estudiar empíricamente esta característica del ser humano.

4.1. Acotación y caracterización del «problema» de la autoconciencia

Para Chalmers, el gran interés que el estudio de la conciencia ha despertado en los últimos años se ciñe en gran medida al llamado problema «duro» o «difícil» de la conciencia que viene a corresponder directamente con la autoconciencia. Ella es la que da cuenta de cómo ad- vertimos en nosotros mismos la experiencia de la propia identidad; de que es uno mismo el que comanda su actividad más personal.

En esta visión de la autoconciencia, es obligado también señalar las cuatro características esenciales que da para ella el filósofo norteamericano John Searle: éstas serían cualitativa, subjetiva, unificada e intencional. Parece claro que los rasgos indicados se ajustan a nuestra comprensión intuitiva de la autoconciencia: no la podemos cuantificar (aunque en algún sentido se puede ser más o menos consciente; la autoconciencia, en gran medida, es comprendida como un fenómeno on-off); es nuestra y sólo nuestra; forma parte de nosotros mismos de una manera global, y, por último, funciona en nuestra vida como una vía de relación con la realidad a través de la intencionalidad.

La autoconciencia representa un rasgo fundamental entre los fenómenos mentales y, en particular, en el libre albedrío. Nos parece interesante hacer referencia a Searle en cuanto que del análisis de los estudios de este autor pueden desprenderse algunos rasgos de la cosmovisión compleja actual en las relaciones entre Neurociencia y libertad.

Para este filósofo de la mente, la conciencia surge de manera evolutiva con el refinamiento biológico del sistema nervioso. La conciencia es un rasgo biológico del cerebro humano causado por procesos neurobiológicos básicos, y que directamente se apropia como característica esencial del mismo. En otras palabras, sería un fenómeno biológico más como lo son la fotosíntesis, la digestión o la mitosis celular. En realidad, para Searle, la autoconciencia y lo que denominamos mente convergen íntimamente, ya que los aspectos más característicos de la mente como, por ejemplo la subjetividad, la intencionalidad, la racionalidad, la causación mental o el libre albedrío, dependen en última instancia de la (auto)conciencia. Por eso, según Searle, el estudio de la mente es en gran medida el estudio de la conciencia. Y para él las relaciones mente-cerebro tienen en el análisis de la autoconciencia el mayor de los retos.

En definitiva, para nuestro autor, el cerebro, y únicamente él, es la fuente causal de la mente y esta última es un rasgo característico de los procesamientos del más alto nivel jerárquico en el sistema nervioso central. De esta manera, para apuntalar su hipótesis, se ve abocado, casi de forma irrenunciable, a buscar los correlatos neuronales –neurobiológicos– que le lleven a identificar los elementos del sistema nervioso que son los que producen la autoconciencia. Y es aquí donde se adentra por un callejón sin salida. Que sea él quien lo reconoce hace aún más interesante su itinerario. A ello dedicaremos el siguiente apartado de nuestra exposición.

4.2. ¿Existen los denominados correlatos neuronales de la autoconciencia (neuronal correlates of consciousness, NCC)?

La más conocida definición de los NCC es la que dieron en 1990 Crick y Koch. Para estos autores, los NCC representan la asociación mínima de mecanismos neuronales suficientes para que se produzca una percepción consciente específica. Para Searle son una consecuencia lógica de concebir la conciencia como un fenómeno producido exclusivamente en el sistema nervioso desde los niveles biológicos más básicos hasta su expresión en el funcionamiento global del cerebro. Para ello este último autor describe la búsqueda de los NCC a tres niveles.

El primero se relaciona con la búsqueda objetiva de qué está pasando en el cerebro cuando uno está consciente, y los cambios observados en esta estructura cuando uno no lo está. En segundo lugar, nos deberíamos plantear si sería posible que un individuo inconsciente pudiese volver a ser consciente activando sus NCC. Y viceversa. Finalmente, deberíamos establecer una teoría que articule cómo se produce la autoconciencia con los datos neurobiológicos que nos proporciona la localización exacta de los NCC.

¿Tenemos fundamentos neurocientíficos suficientes para establecer bien los NCC? La respuesta es clara: no. Searle mismo afirma que estamos en un momento muy primitivo en la búsqueda de los NCC. Pero lo más interesante en el contexto de este trabajo es que nuestro autor reconozca que, en la búsqueda de los NCC, la Neurociencia se ha metido sin saberlo en un callejón sin salida. ¿Cuál es la razón? Según nuestro autor, los neurobiólogos cognitivos que están buscando los principios biológicos de la autoconciencia lo hacen explorando aspectos muy específicos y particulares de la experiencia consciente, pero abandonando la búsqueda de la visión global de la autoconciencia. Una de las razones que explican esta actitud es que resulta muy arduo encontrar modelos de estudio neuropsicológicos que permitan explorar con nitidez esa experiencia tan vital como la de sentirnos nosotros mismos, dueños de nuestra propia existencia.

Aparece así con claridad que el gran escollo científico de la Neurociencia moderna es encontrar una explicación congruente en la búsqueda de cómo funciona nuestro cerebro en su conjunto y de manera unitaria en el procesamiento cognitivo, emocional y de memoria y ahora también de la autoconciencia. La Neurociencia no es capaz de ofrecernos una visión unitaria de todo nuestro actuar como hombres.

4.3. ¿Es posible realizar ciencia empírica de la autoconciencia?

El estudio de la autoconciencia es en gran medida frustrante para la ciencia actual. Por una parte, es algo que muchos ven atado necesaria y determinantemente a la neurobiología, pero, por otra, hemos fallado a la hora de encontrar supuestos experimentales con los que acceder a ella: ¿no será que en realidad no basta la ciencia experimental para encontrar su causa?

Vayamos por partes. Contestar a esta pregunta exige que especifiquemos, al menos de modo esquemático, los rasgos que definen esta búsqueda de la ciencia experimental. Artigas, de manera sencilla pero muy clarividente, ha expuesto los rasgos esenciales de la ciencia experimental: intersubjetividad, contrastabilidad, predictibilidad y progresividad. La intersubjetividad significa que el valor de la ciencia puede ser comprobado por cualquier persona, con total independencia de sus ideas filosóficas, políticas o religiosas. La contrastabilidad empírica implica que los enunciados científicos pueden ponerse a prueba mediante un control experimental. La predictibilidad muestra la capacidad de formular predicciones acerca de sucesos o procesos, cuando se conocen sus antecedentes. Finalmente, la progresividad proporcionaría la existencia de criterios para distinguir cuándo se realizan procesos auténticos.

Si aplicamos estas cuatro características a la búsqueda experimental de la autoconciencia, nos encontramos con serias dificultades. En primer lugar, es muy difícil explorar la autoconciencia de varios individuos de manera uniforme, de modo que nos proporcione datos fiables y reproducibles de esa experiencia en todos ellos por igual. Con la exploración de la autoconciencia no podemos ajustarnos al criterio de intersubjetividad, como tampoco a los otros tres: el fallo en la búsqueda de los NCC impide la contrastabilidad, del mismo modo que la experiencia de la autoconciencia impide per se que podamos aplicar la predictibilidad o la progresividad porque la característica vivencial de la intencionalidad, en que tanto nos ha insistido Searle como uno de los rasgos fundamentales de la autoconciencia, es impredecible desde la neurobiología. Además no sabemos si el contenido intencional es el mismo siempre en cada uno de los individuos explorados. Finalmente, sin los NCC no tenemos el camino abierto para certificar empíricamente que los procesos neurobiológicos de la autoconciencia se están realizando siempre de la misma manera en igualdad de condiciones experimentales (progresividad experimental).


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