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¿Qué hace aquí Don Quijote?

Una aproximación a su lectura

SANTIAGO ARELLANO HERNÁNDEZ

4. CONTRAPOSICIÓN DE ESTOS DOS MUNDOS

“-Yo apostaré -dijo don Quijote- que debe de ser más amigo de Camacho que de Basilio el tal bachiller o beneficiado, y que debe de tener más de satírico que de vísperas: ¡bien ha encajado en la danza las habilidades de Basilio y las riquezas de Camacho!

Sancho Panza, que lo escuchaba todo, dijo:

- El rey es mi gallo: a Camacho me atengo.

- En fin -dijo don Quijote-, bien se parece, Sancho, que eres villano y de aquéllos que dicen: "¡Viva quien vence!"

- No sé de los que soy -respondió Sancho-, pero bien sé que nunca de ollas de Basilio sacaré yo tan elegante espuma como es esta que he sacado de las de Camacho. Y enseñóle el caldero lleno de gansos y de gallinas, y, asiendo de una, comenzó a comer con mucho donaire y gana, y dijo:

- ¡A la barba de las habilidades de Basilio!, que tanto vales cuanto tienes, y tanto tienes cuanto vales. Dos linajes solos hay en el mundo, como decía una agüela mía, que son el tener y el no tener, aunque ella al del tener se atenía; y el día de hoy, mi señor don Quijote, antes se toma el pulso al haber que al saber: un asno cubierto de oro parece mejor que un caballo enalbardado. Así que vuelvo a decir que a Camacho me atengo, de cuyas ollas son abundantes espumas gansos y gallinas, liebres y conejos; y de las de Basilio serán, si viene a mano, y aunque no venga sino al pie, aguachirle.”

La contraposición entre la personalidad de Sancho y la del eterno caballero Don Quijote es más que diferencias de clase social, preparación cultural, modales, gustos, estilos de hablar. Nunca me ha convencido la afirmación de que en el transcurso de la novela, sobre todo, en la segunda parte, Sancho se va como suelen decir algunos “quijotizando”. No me parece acertada. Sancho refina sus gustos, pero no asume los ideales del caballero. En el lecho de muerte de Alonso Quijano, Sancho está de acuerdo con las propuestas de Sansón Carrasco de irse al monte a llevar la vida bucólica de los pastores soñados en la Arcadia ideal, pero para vivir “como príncipes”; y todos, incluidas ama y sobrina, reprochan las nuevas locuras que  parecen desprenderse de sus alegatos de misericordia, pecados, alma, Dios, y libros de piedad, sospechando con horror que pretenda hacerse ermitaño, a lo que califican de “no me vengáis con cuentos y nuevas locuras”.

En este coloquio, un tanto encontrados anímicamente, aunque sin merma de su sincera amistad, las palabras de Don Quijote encierran un reproche, que le mueven a Sancho a responder drástica y contundentemente. Se desvelan dos concepciones diversas de la vida y en consecuencia dos actitudes absolutamente contrarias que originan comportamientos imposibles de armonizar. La representación teatral de un a modo de auto sacramental en el que se han contrapuesto el modo esperable de amores entre el pobre y delicado Basilio y el rico hacendado Camacho ha ofrecido la ocasión. La tendenciosidad del texto le mueve a Don Quijote a juzgar de parcialidad la obra del tal bachiller o beneficiado. Ahí podía haber terminado la escena. Pero Sancho con la claridad no exenta de sorna que le caracteriza no sólo no calla, sino que manifiesta a las claras su juicio y actitud contrarios y dice: “-El rey es mi gallo: a Camacho me atengo.”

Don Quijote tampoco se muerde la lengua. Y contesta: “-En fin -dijo don Quijote-, bien se parece, Sancho, que eres villano y de aquéllos que dicen: "¡Viva quien vence!".

El juicio emitido no puede ser más lacónico aunque lo reduzca por cortesía a simple parecer. ¿Lo llama villano porque no se pone en el lugar de los caballeros, siempre  debidos a la defensa de los huérfanos, viudas y desamparados? No. Lo llama villano porque ha renunciado a conocer a fondo los asuntos y ha elegido ponerse  en el lado de los vencedores y como juicio condenatorio de causas y decisiones semejantes  que con tanta frecuencia se ha dado en la historia moderna y contemporánea sentencia: eres villano porque has engrosado las filas de quienes dicen “¡Viva quien vence!”.

Sancho se ha picado y en sus palabras nos deja fehacientemente la transformación social que está revolucionando el mundo al menos desde el siglo XIV: la sociedad  deja de ser comunidad. No interesa ni la justicia, ni el ayuntamiento de todos para conseguir el bien común. Cada uno debe buscar por su cuenta el interés propio y, en la medida en que converjan, el interés general. No hay linajes ni estamentos. El único linaje es tener o no tener. No es más noble el caballo que el asno, ni la sabiduría que la ignorancia, pues el oro vence todas las cosas, supera a los linajes y a la sabiduría. Y no se necesitan ni estudios ni argumentos de autoridad. Lo sabe hasta su “agüela” y no como alternativa. Don Quijote y Sancho pertenecen a dos mundos irreconciliables. Don Quijote aún sin armaduras anacrónicas y sin el ensueño de los modos novelescos de la caballería, pero defendiendo los valores que le motivaron a la acción, no encontraría sitio en nuestro mundo. Sus ideales serán para los sanchos, “aguachirle”.


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